La población de Villar del Buey acudió ayer a la ermita de Gracia para celebrar la tradicional romería que, en esta ocasión, coincidió con una jornada soleada y apropiada para el disfrute campero.

El sacerdote hizo especial mención a la Virgen de Fátima durante los oficios religiosos, seguidos con devoción por la feligresía convocada a toque de campana. Sobre el campanario, la cigüeña que ocupaba el notable nido instalado en la espadaña, mantuvo la compostura.

Los romeros colmaron el interior de una ermita, decorada previamente con unos ramos de flores.

Los habitantes de Villar del Buey fueron acercándose a los ámbitos de la pradera de Gracia en vehículos o, en algunos casos, andando, a través de la dehesa de Villardiegua. «Son nueve kilómetros» que el romero Juan Huertas afirma que se ventilan «en menos de dos horas».

Los más tempraneros en llegar aprovecharon para buscar encinas con buena sombra donde disponer la mesa, y para hacer el pertinente fuego sobre el que preparar la comida.

Paelleras y parrillas aparecían repartidas por uno y otro lugar donde se asentaban grupos familiares o de amigos. El hornazo, los asados, la tortilla y la paella destacaron ayer como alimentos predilectos. Para hacer las hogueras algunos optaron por llevar la leña seca de sus propios domicilios y otros buscaron incluso entre las encinas, que destacan por su aspecto cuidado y por su longevidad. Hay quien afirma que «tienen más de cuatrocientos años». El concejal popular Celso Carrascal, y la edil socialista Margarita García participaban, entre otros muchos, de la jornada romera con todas las alegrías.

Un grupo de jóvenes decidió animar el cotarro romero decorando el remolque de un tractor con escobas floridas. De este modo se presentaron en la explanada de la ermita, llamando la atención de otros convecinos. Hicieron el recorrido sin prisa alguna, deteniéndose en el curso del trayecto que les pareció oportuno.

La bonanza del día estaba en boca del comentario general de una colectividad que aguardaba pacientemente el inicio de la misa, que tuvo lugar a las 13.15 horas, cuando ya algunos fuegos mantenían los primeros platos a buena temperatura.

Fue una jornada apropiada para la comida campera, pero también para la convivencia y el intercambio de impresiones, y que contó incluso con la presencia de algunas personas radicadas en otros núcleos.