A pesar de la abundante información al respecto, sólo quienes padecen restricciones valoran de verdad lo que significa disponer de agua en abundancia y cuando las nubes rehusan verter el preciado líquido, cada vez más miradas se dirigen hacia el cielo con ansiedad.

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) certificó que en 2011 se registró una tercera parte de las lluvias que son habituales, lo que aproxima el riesgo de entrar en sequía aunque el volumen del agua embalsada en la mitad norte peninsular y, concretamente, en Castilla y León, no se ha reducido todavía de forma alarmante gracias a las reservas de las dos anteriores campañas. En cualquier caso, diciembre y enero han sido, objetivamente, dos meses tremendamente secos, como demuestran los algo más de 4.300 hectómetros cúbicos que contienen los embalses de la Cuenca del Duero, según los datos correspondientes al día 23 de enero de 2012, en contraposición a los más de 6.600 registrados en la misma semana de 2011. El agua disponible ahora mismo en ese sistema apenas supera el 52 por ciento de los 8.300 hectómetros cúbicos de capacidad máxima embalsada, cuando el año pasado rozaba el 80 por ciento.

En la práctica, no hay que ser un observador avezado para darse cuenta de que el embalse de Ricobayo, en Zamora, está muy por debajo del nivel normal, como demuestran sus compuertas laterales al aire sobre lo que se antoja un cauce seco. «Si no me dices que estoy en Muelas del Pan y sólo veo la foto, no me lo creo», dice un lugareño. «Se puede bajar y llegar a tocar las compuertas en un sitio que debería estar completamente cubierto por el agua».

De hecho, el embalse de Ricobayo contiene ahora mismo la cuarta parte de su capacidad máxima, lo que ofrece en la orilla de esa zona un panorama poco habitual y un tanto desolador.

Algo parecido ocurre a la altura del conocido Puente de la Estrella, que comunica mediante la carretera N-631 los términos municipales de San Cebrián de Castro y Perilla de Castro, salvando las aguas embalsadas de Ricobayo, que ahora parecen un pequeño riachuelo. El puente viejo, normalmente cubierto, se ve con claridad, como también pasa con las ruinas de varias casas, que parecen asomar a modo de protesta por haber quedado anegadas con la construcción de la presa.

Al margen de las modificaciones del paisaje, los agricultores y los ganaderos de la provincia de Zamora no creen que la situación sea desesperada pero advierten de que, si la situación se prolonga, el verano y el otoño podrían presentar su peor cara para el campo. «No ha llovido nada en todo el invierno y empieza a hacer falta porque los trigos, cebadas y demás necesitan ya agua. En esta zona nuestra, si llueve en marzo o abril puede ser suficiente pero si no, lo podemos pasar mal. Además, si no llueve fuerte por lo menos tres semanas, los manantiales no se van a recuperar», dice Juan José Ferrero, de Perilla de Castro. Se dedicó a la hostelería durante parte de su vida y ahora siembra cebada, trigo y avena. «En la sementera, casi fue preferible poder hacerla por seco y se hizo bien. Otros años, por esta época no podías entrar porque las tierras estaban enlagunadas y te ibas atollando y este año se entra bien en todas. Hay mucha gente arando cuando lo normal era no poder hacerlo hasta abril», añade.

Por el momento, el inicio de una sequía más meteorológica que hidrológica no ha perjudicado al campo pero «si esto no cambia, lo vamos a pasar mal porque no tirarán el trigo ni la cebada y los pozos pequeños de por aquí se secarán», según advierte Ferrero. «Los ganaderos ya lo notan porque en las tierras cosechadas ya tenía que haber salido la hierba y no ha brotado nada», agrega.

La facilidad para sembrar y las condiciones de crecimiento de ciertos cultivos hacen que en Venialbo, al sureste de la provincia, la falta de lluvia tenga cierta utilidad, aunque siempre con las miras de que caiga agua abundante hacia el mes de abril. «Si hay pocas lluvias en invierno, la planta sale más sana y enraíza mejor pero nos estamos quedando sin reservas de agua para la primavera», señala Héctor Rodríguez, agricultor zamorano de 37 años con tierras en Venialbo y El Perdigón. Siembra forrajes, cebada, avena y tiene algunas viñas, así como cinco hectáreas de regadío con alfalfa y también lleva una empresa de trabajos agrícolas con cosechadora y empacadora. En cuanto a los viñedos de la zona, Héctor comenta que el terreno «se carga» en invierno y coge reservas que «va chupando» durante todo el ciclo, ya que la cepa «está dormida» por esta época. «Cuando necesite agua va a sufrir el estrés hídrico, que llaman los técnicos. Menos vigor en la planta, menos producción y más enfermedad», indica con preocupación. Al final, si el agua escasea, las pérdidas pueden rondar los 300 euros por hectárea en secano, cifra que asciende a los 2.000 euros por hectárea en el regadío, donde es preciso regar hasta el mes de octubre, mientras que el agricultor de secano cosecha en junio y julio.

Por otra parte, la falta de lluvias de los últimos meses tiene efectos claros en las charcas del alfoz de Zamora y de la comarca de Sayago. «Lo acusan mucho y hay muchos ganaderos que ya tienen problemas para abrevar al ganado, sobre todo el dehesas con una cabaña amplia. Están abasteciendo al ganado de charcas que son en teoría el almacén para la primavera y el verano», anota Héctor. «Si esto sigue así, lo peor está por venir», sentencia.