El catedrático terracampino Paciano Fermoso Estébanez ha sido galardonado con la cruz civil de Alfonso X El Sabio por el Ministerio de Educación. Fermoso Estébanez, que ha desarrollado toda su carrera profesional en Cataluña, hace un repaso a su vida como psicopedagogo y explica lo que supone para él la distinguida mención.

-¿Qué ha supuesto para usted la concesión de la Cruz de Alfonso X El Sabio?

-Un reconocimiento a los cuarenta años de mi carrera docente e investigadora, a la responsabilidad con la que desempeñé durante siete años la dirección de la Escuela Universitaria de Magisterio y durante tres el Área investigadora del Departamento de Pedagogía Social; a mis publicaciones; a mis becas en Alemania; y a mi participación en Congresos Nacionales e Internacionales. Nadie cumple a la espera de que se le reconozca lo que está haciendo. Ha sido la Universidad de Gerona, a la que pertenecía entonces la Escuela de Magisterio, quien tomó la iniciativa y un grupo de amigos universitarios que formaron una comisión a este fin.

-Hágame un resumen de su trayectoria profesional

-Quince años en Centros de Enseñanza Secundaria; y treinta y dos en la Universidades de Gerona y Autónoma de Barcelona. En ellas desempeñé las cátedras de Filosofía de la Educación y de Pedagogía Social, a la vez que era encargado de Sociología de la Educación, Psicología Evolutiva, Pedagogía Social y Economía de la Educación. Como docente funcionario gané por oposición la Cátedra de Escuela de Magisterio (1969); la Titularidad de Profesor Universitario (1984); y la Cátedra de la Universidad Autónoma de Barcelona (1987), que desempeñé hasta mi jubilación en el año 2001. Colaboré posteriormente en la creación de la Universidad Privada Camilo José Cela (Madrid, 2002).

-¿Cómo se inició su faceta de escritor?

-Durante los Estudios de Bachillerato, porque se nos propuso a Fray Luis de León como modelo e icono. Mi primer artículo serio lo escribí a los quince años; pero el gusanillo continuó y pude desarrollarle en mi docencia universitaria, donde procuré publicar mis investigaciones y mi pensamiento. Fruto de este conocimiento instrumental del lenguaje son doce libros, decenas de artículos en revistas científicas españolas y extranjeras, ponencias en Congresos, etc. No soy un escritor literato; soy un universitario que se expresa correctamente.

-¿Cuáles de sus libros son sus favoritos?

-Tres. Teoría de la Educación, Sociología de la Educación y Pedagogía Social ( año 1994). El de mayor relevancia Pedagogía Social, texto en Facultades españolas e hispanoamericanas.

-¿Cómo era la Pedagogía, cuando se inició en ella?

-Los manuales de Pedagogía eran «catecismos de consejos de buena madre»; casi nada cuanto en ellos se afirmaba había sido validado científicamente. En España podían cursarse estos estudios en algunas Facultades de Filosofía y Letras, donde eran pocos los catedráticos especialistas. La primera sección de Pedagogía se creó en 1932, sólo en la Complutense de Madrid, entonces «Universidad Central». Cambió el signo y se convirtió en una ciencia blanda o social a partir de 1970.

-¿Por qué consideró necesario crear el título de Magisterio de Educación Infantil?

-Por el acceso de la mujer al mercado laboral; por la falta de formación profesional solvente en quienes trabajaban en las pocas guarderías o parvularios; porque Cataluña organizó cursillos extrauniversitarios para «Puericultoras» en dos niveles; porque a los seis años se ha configurado ya la personalidad básica de la persona y porque era la época del «Baby-Boom» o aumento de nacimientos.

- ¿Qué opina del informe PISA?

-Que refleja la falta del rigor científico de nuestras escuelas e institutos; que hemos descuidado los dos aprendizajes instrumentales básicos, Matemáticas y Lenguaje; que tenemos tantos planes de estudio como Comunidades Autónomas, más preocupadas por lo identitario que por lo global y general y que nos deslumbró la Pedagogía de escaparate, sobrevalorada por el progresismo falso.

-¿ Y en Castilla y León?

-En Castilla y León ha incurrido menos en algunos de estos defectos, en todo los niveles educativos, porque una vez más hemos sido abiertos y serios.

-¿Cúal es su opinión sobre los continuos cambios de programas educativos infantiles?

-Que son una prueba más de la falta de un «Pacto educativo», duradero mínimo 50 años, en el 75% de sus contenidos. La ola de educadores jóvenes, seducidos por el oropel, ampararon esos continuos cambios, que han de hacerse, pero con discreción y con solvencia científica. Ni vino nuevo en odres viejos, ni vino viejo en odres nuevos. La educación requiere equilibrio y colaboración de los partidos políticos mayoritarios.

-¿Y sobre la Declaración de Bolonia para la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior?

-Me parece estupendo que se piense en una Europa Unida, que titule profesionales superiores con posibilidad de ejercer en uno de los 27 países; que se obligue a dominar dos lenguas europeas además de la propia; que haya intercambio de alumnos y profesores; que se prepare para la investigación y la cultura, sin olvidar las salidas laborales que ofrecen las empresas y el Estado. Esto supone reciclar al profesorado adecuadamente. El dinero público y privado ha de invertirse en capital humano de calidad.

-¿No cree que se está despreciando cada vez más la autoridad de los profesores?

-La autoridad no se alcanza por el mero hecho de estar sentado en una tarima más alta que los alumnos, ni puede imponerse por decretos. La autoridad la conceden las leyes y, sobre todo, la dignidad moral y científica del profesor. Los alumnos olfatean la presa, que suele ser docente con poca personalidad, con poca sabiduría y con escasa vocación. Cuando el alumno falte al respeto a un profesor auténtico, la normativa debe ser implacable. Mal que un profesor pise la libertad del alumno, por supuesto; pero mal si se conculca la libertad del profesor. Las asociaciones de padres han de reflexionar y apoyar la autoridad, mientras no conste que se abusa de ella. Los errores pueden estar en la organización escolar, en el profesorado, en los padres y en los alumnos. Problema complejo, que ha de curarse.

-¿Por qué pasó su vida docente universitaria en Cataluña?

-Fundamentalmente porque en los estudios de Psicología Clínica coincidí en Madrid con catalanes, de los que fui y soy amigo. Por otra parte, Cataluña me brindó oportunidad para crecer como docente y como psicólogo clínico. A cambio aprendí su idioma que usé en la vida social, en las reuniones de Facultad y en mi despacho psicopedagógico.

-¿En qué ocupa su jubilación?

-En una intensa vida familiar, en lectura, en colaboraciones en prensa, radio y voluntariado. Ahora traigo entre manos una obra de fantasía y artículos para una revista española y otra portuguesa. Me he integrado totalmente en este bello rincón del Valle del Tiétar abulense, donde los amigos me sirven de solaz y apoyo.

-¿Cómo le gusta ser recordado?

-Paciano fue buena gente, fiel a sus principios, trabajador empedernido y luchó para dejar una España mejor, más solidaria y con mayor suerte en la revisión de principios que estamos haciendo.

Prado (24-2-1931)

Doctor en Filosofía y Letras, Diplomado en Psicología Clínica, Diplomado en Psicopedagogía y Diplomado en Logopedia. Ha sido Catedrático de Escuelas Universitarias de Magisterio (Gerona), Titular de Universidad, Catedrático Emérito de Universidad (Universidad Autónoma de Barcelona) y colaborador de la Universidad Camilo José Cela. Autor de obras científicas sobre Teoría de la Educación, Sociología de la Educación, Economía de la Educación, Pedagogía Social, Antropología de la Educación e Historia de la Pedagogía Social Española. Ha publicado artículos de su especialidad en «Revista de Ciencias de la Educación», «Teoría de la Educación», «Pedagogía Social», «Aula Abierta», «Educadores», «Pedagogía e Vita»... Actualmente investiga sobre Educación Social y Políticas Sociales en las 17 Comunidades Autónomas y sobre Globalización, Ecología y Educación.