Poco o casi nada se salva de la ruina en la iglesia de San Martín de Tours de la localidad de San Martín de Valderaduey. Los años y la dejadez ha provocado en el templo un deterioro difícil y cuantioso de solucionar.

Las humedades y las termitas han invadido la iglesia de tal modo que raro el lugar donde no hacen acto de presencia: suelo, paredes, puertas, bancos, vigas... hasta el retablo del altar mayor está seriamente afectado.

El alcalde de San Martín de Valderaduey, Julio Herrero, abandera la protesta de una situación denunciada en reiteradas ocasiones por los propios vecinos. «El estado es lamentable. Hay mucha termita que nos tiene comida la iglesia. El suelo está invadido y no se puede andar por él sin que se vayan hundiendo y rompiendo las tablas», explica el regidor mientras cede un tramo de la tarima bajo nuestros pies. El pavimento del templo está «decorado» con trozos en cemento «puestos por los vecinos cuando han faltado tablas para tapar los agujeros», prosigue Herrero. La totalidad de los bancos del templo están también dañados por los insectos y en los laterales se almacenan los rotos «imposibles de reparar porque se deshacen».

Según los vecinos el ocaso de la iglesia comenzó en 1962 cuando una riada desbordó el río Valderaduey y el agua inundó totalmente el templo pudiendo la madera del suelo. Los daños ya fueron denunciado en ese tiempo por el entonces alcalde Agustín Orduña cayendo ya en saco vacío. A ello se ha unido el tiempo y la gran cantidad de bodegas existentes en el subsuelo del pueblo.

La iglesia de San Martín de Tours tiene de sola nave y una torre de estilo mudejar. A lo largo de la historia ha sufrido distintas remodelaciones pero los orígenes del templo se remontan al siglo X, aunque posiblemente quede muy poco de la primitiva obra. En su interior, conserva varias imágenes de santos entre las que destaca un Cristo Crucificado del siglo XV.

Más lamentable es aún cuando se muestra el estado del retablo del altar mayor dedicado a la figura de San Martín de Tours. El regidor muestra su preocupación por el avanzado deterioro causado por los xilófagos que «lo tiene comido de arriba abajo. También el faltan piezas en la parte superior y nos da miedo que un día se desprenda y pille a alguien». El colmo está en la parte superior central ocupada por Jesús crucificado el cual ha perdido su parte posterior y se sujeta al retablo clavado en tablas.

Julio Herrero asegura que si la edificación fuera de propiedad municipal «ya hacía tiempo que habríamos estudiado el modo de arreglarla» y por ello insiste en la necesidad de que «se implique el cura para lograr que nos hagan caso en el Obispado» y asegura que el Ayuntamiento de la localidad estaría dispuesto a «aportar dinero si hubiera voluntad de restaurar la iglesia».

Los muros tampoco se libran del deterioro. Parte de ellos, tanto del exterior como del interior, tienen humedades que pasan del metro de altura y otros presentan grandes desconchones que han sido tapados por los vecinos para evitar una mayor degradación. Por otro lado, la caída de parte de los aleros del atrio se ha agudizado en los últimos meses debido a la acción de las fuertes lluvias padecidas durante la pasada primavera.

Actualmente la localidad cuenta con cerca de ochenta vecinos, pero no llegan a la docena los que los domingos, único día que acude el sacerdote al pueblo, acuden a oír misa. Eso hace que la eucaristía se celebre en la sacristía que «está algo mejor y por lo menos se puede calentar mejor que toda la iglesia», la cual carece de calefacción y el calor llega a través de varias estufas, una vez más donadas por los propios fieles ya que las que estaban instaladas anteriormente «se apagan cuando la bombona está por la mitad».

La despoblación del mundo rural ha hecho que el templo de San Martín albergue pocos actos religiosos, «algún bautizo, una boda cada tres o cuatro años y por supuesto funerales».

Durante la visita anda por la iglesia una vecina encargada de su adecentamiento, Esther Lera, la cual se ocupa de limpiarla, regar las plantas que al decoran y cambiar las flores muertas de los santos. En su ir y venir confirma con la cabeza las denuncias del alcalde sobre el estado de la Casa de Dios.

Herrero reconoce que se hizo un arreglo en el tejado y en la torre aproximadamente hace más de diez años. Durante la obras del campanario se cambió la escalera interior siendo sustituida por una estructura metálica, se cambio la cubierta y se cerró con una alambrada para evitar que volvieran entrar dentro y anidar las aves. Incluso va más allá y recuerda cuando se pintó la iglesia «hace más de treinta años y estaba llena de pinturas al fresco, pero no me digas porqué decidieron taparlos y encalar todo el interior. Aún se pueden ver parte de ellos justo en la bóveda de la entrada en la parte central de la misma, porque ahí también comienza a caerse la pintura».