Los socios de la Cooperativa Virgen de la Bandera, de Fermoselle, decidirán el próximo día dos de octubre, en asamblea general, la renovación de la Junta Directiva de la sociedad.

En dicha reunión, los responsables actuales rendirán cuentas ante los socios, expondrán la situación económica y someterán a aprobación las cuentas del pasado ejercicio 2009.

De momento no han trascendido nombres de socios dispuestos a tomar las riendas de la Cooperativa, que, aunque saneada en buena parte durante los últimos años, todavía sigue manteniendo una deuda pendiente «de unos 50.000 euros».

El actual secretario de la entidad, José María Robles, implicado en la marcha de la Cooperativa estos años, tampoco tiene decidido si presentarse para continuar en la nueva Junta o, por el contrario, dar paso a otros posibles interesados en gestionar la entidad. No obstante, afirma que «hay gente que pide que no me vaya porque reconoce la labor realizada durante los últimos años, en los cuales se ha conseguido rebajar la deuda de 240.000 euros hasta los citados 50.000».

Pone de manifiesto que el descenso de la deuda es un logro significativo por cuanto que ha sido alcanzado «manejando, tirando al alza, 400.000 kilos de uva». Unas cantidades muy inferiores a las ingresadas en otras épocas de gran cultivo y recolección.

Robles se pregunta qué se hacía cuando se ingresaban millones de kilos. Está convencido de que «si pillara una cosecha de un millón de uvas en dos años estaría saldada la deuda» que pesa sobre la cooperativa y que está costando lo indecible quitar de una vez por todas.

Es de resaltar que los socios -a excepción de una minoría que se negó a colaborar- hizo frente a las indemnizaciones más urgentes abonando una cuota establecida al efecto para salvar la amenaza de los embargos. Se reprocha, además, que quienes se negaron a la aportación «vayan a las juntas con ganas de protestar».

Reina, empero, en estos momentos «la incertidumbre». No sólo se desconoce si existen posibles interesados en hacerse cargo de la sociedad sino que también hay dudas sobre las garantías de futuro de la misma. El propio Robles se descargó de sus responsabilidades en el mes de febrero porque, según explica, «yo sabía lo que traía entre manos, pero algunos dijeron que lo estaba haciendo mal y entonces me retiré».

En su criterio estaba hacer frente a la cosecha de los agricultores «con el vino embotellado y con las cubas de granel existente». Destaca que el pasado año, después de varios años sin pagar la uva, por fin pagaron 20 céntimos, «que no es mucho, pero es algo cuando anteriormente no se abonaba nada».

No faltan las diferencias incluso sobre el destino que hay que dar «a los picos de aceite», un sobrante que puede rondar los 300 litros. Realmente es un producto propiedad de los socios, pero que unos se inclinan por vender y otros por dárselo a los asociados. Por ser un volumen que suelta poso o residuos hay quien rechaza su comercialización para evitar que alguna garrafa se entregue sin las debidas condiciones.

La superficie de viñedo en Fermoselle ha registrado durante los últimos años una reducción que no deja de llamar la atención. «Hoy día supera con creces el viñedo abandonado al que se trabaja» afirma Robles.

El viñedo viene a ser en estos momentos un complemento y ha quedado en manos de quienes todavía sienten pasión por este cultivo «porque lo hemos mamado y porque seguimos apostando por su conservación». Existe la confianza de que al estar en la Denominación de Origen Arribes «vaya a más», pero causa cierta desazón que «en pueblos cercanos lamentablemente sirvan vino de otras denominaciones porque no aparecen los de Arribes».

Para Robles, «lo primero que tienen que hacer los socios es saber lo que tienen, y también saber lo que quieren, y no confundir intereses con favores».

Las expectativas sobre la nueva campaña son buenas, tanto en producción como en la calidad de la misma.