Érase una vez un alemán, un polaco, un italiano y un español. No es un chiste, sino una pequeña ONU que durante estos días atraviesa la provincia por el trayecto milenario del peregrino hacia Santiago de Compostela. Completan el grupo otros personajes, como una malagueña, un alcalde de los Dolomitas y una austriaca discapacitada que realiza el recorrido con un curioso invento híbrido de silla de ruedas con bicicleta de ciclista y con sus cambios de platos y piñones incluidos.

Decenas de peregrinos atravesando sendas de tierras por docenas de razones: motivos religiosos, culturales, artísticos, deportivos, aventura, promesas?Un desafío personal diario plasmado en la Compostelana, aunque detrás de cada sello oficial haya toda una historia de superación de límites, sólo con la mera atracción que despierta tanto la ruta como las personas que se conocen haciendo el camino. Silvana es un buen ejemplo de ello, de nacionalidad austriaca, necesita la silla de ruedas para sus desplazamientos. Un handicap superable gracias al artilugio que acopla para el recorrido. La silla de ruedas, aparentemente normal sobre la que esta descansando en el albergue se transforma en un vehículo de marcha para el recorrido: ella sola pasa de la silla de ruedas a una normal, con una agilidad pasmosa, saca las ruedas y las coloca en otro eje, de tal forma que queden inclinadas, para evitar los vuelcos en el camino. Ya adaptada a la silla de ruedas, acopla el mecanismo similar al de una bicicleta, pero cuyos pedales se accionan con las manos, en lugar de con los pies. No habla español, a través de sus compañeros relata que es su tercer viaje a Santiago, esta vez partiendo de Sevilla, adonde llegó en avión desde su país, y a partir del punto de partida, su odisea discurre a través de la Nacional 630 ya que «necesito ir por asfalto para no tener problemas» subraya Silvana.

Con la solana del mediodía y habiendo cumplido una de las etapas más largas de la ruta, van llegando hasta el albergue de Cubo del Vino los caminantes procedentes en esta jornada de Salamanca. «Al final, sin dolor no se avanza. Jamás pensé que pudiera superar los veinte kilómetros por día. Hoy estoy destrozada pero tengo una alegría que no quepo en mi de gozo. ¡He hecho 35!». Es el alborozo que muestra la malagueña Susana Sierras, sin duda la más locuaz del grupo, y la más reivindicativa con la señalización original del trazado, las simples flechas amarillas «que son nuestras brújulas «. Sabe de lo que habla, ya que en más de una ocasión se ha perdido ante la duda de un cruce sin señalizar o directamente por una flecha colocada justo en dirección contraria. El tramo desde Salamanca hasta el Cubo es de los peores «se va por intuición. Por la noche llegamos a soñar con la flecha amarilla». Andalucía, aseguran, está también bastante mal «De los miliarios no hay que fiarse. Menos inversiones de estas características y más en dotación de los albergues, y en mantener la señalización práctica, que podría ser reflectante, para poder salir de noche. Hemos coincidido con sacerdotes que se levantaban a las cinco de la mañana. Las flechas reflectantes serían de gran ayuda para orientarse en la oscuridad». Para Susana, es la primera vez parte sola haciendo el Camino, no así para algunos de los que conforman el heterogéneo grupo, la mayoría caminantes solitarios que se van haciendo con compañeros de viaje según determina el azar.

Tras los primeros minutos de descanso y el alivio que da el quitarse las botas y despojarse del peso de la mochila se buscan las literas del albergue municipal, poco a poco llegan los turnos para la ducha, para el lavado de ropa, a mano, el intercambio de impresiones y de tantear e inspeccionar que todos los elementos de la casa estén en condiciones y funcionen. «En más de uno nos encontramos duchas sin agua caliente o con unas modernas instalaciones pero llenas de pulgas, porque había una vaqueriza al lado».

En Cubo las instalaciones son dignas, y por cinco euros acogen al peregrino. Los italianos Gianni y Mauro, expertos caminantes y buenos conocedores del entramado de caminos que unen culturas diferentes constatan que en ningún lugar existe «un diseño de caminos y una red de albergues como en los caminos de Santiago de España, que permiten hacer cientos de kilómetros andando».

Con la puesta de sol y la cena, en muchos casos comunitaria, llegan los mejores momentos antes de dormir lo suficiente para afrontar una nueva jornada y cargar la mochila «que es lo peor, porque las piernas se habitúan, pero la mochila te va pesando día a día».

El próximo 29 de septiembre es la fecha que prevé este grupo de peregrinos que atraviesa Zamora llegar a Santiago de Compostela. «Ese día tienes sentimientos muy contradictorios de vacío y alegría, alegría por haber acabado y regresas con tu familia. Y vacío por lo mismo, porque has acabado», explica Rafa Barrena, natural de Zafra y experto caminante, quien no entiende la exigencia de poner dos sellos al día en la Compostelana, un trámite burocrático absurdo en muchos puntos por los que pasan ya que hay distancias enormes de unos núcleos a otros. Y si la senda ha llegado a su fin y se ha cumplido con el objetivo de rendir culto al Santo, no ocurre igual, con los vigorosos lazos de amistad, solidaridad y compañerismo que se han forjado sin olvidarse de las sensaciones únicas que dicen experimentar y más de una anécdota y sorpresas para apuntar en el cuaderno de bitácora personal «un día nos encontramos un toro bravo suelto, ¡ Qué sustito por Dios!».

Santiago es el fin del camino para muchos, no para Rafa y Susana que quieren llegar al fin del mundo, Finisterre.

El alcalde de Cubo del Vino, Leonardo Pedregosa, denunció el robo de las señales indicadoras de inicio del Camino de Santiago, con una concha azul, y de las señales de tráfico con la misma finalidad existentes a la salida del pueblo en dirección a Zamora.