Fervor que se experimenta estos días, pero que está latente durante todo el año. La veneración que en toda Sanabria se le profesa a la Virgen de las Victorias sale a relucir, pero viene de lejos y no descansa. Son ya 162 años los que tiene la insigne y querida imagen, convertida en símbolo de las fiestas y del sentimiento religioso por los vecinos de la zona. Ese siglo y medio largo lo ha llevado la Virgen, curiosamente, con la ayuda de otro símbolo, pero en este caso, de carácter pagano.

Y es que el «Negro» y la «China», «Gigantes» de Sanabria por excelencia, no se han perdido ni una de las celebraciones en honor a la imagen. El origen de la tradición radica en el siglo XIX y, según cuenta la leyenda, con la ayuda del azar. Parece ser que existían dos imágenes del mismo tipo y nombre, y la mejor de ellas llegó a Sanabria por error. Ficción o realidad, lo cierto es que desde aquel momento no se ha movido. Curiosa es también la historia que los sanabreses conocen a través de la tradición oral, porque se la enseñan desde pequeños. Lo que se dice desde antiguo es que había en Puebla un zapatero ateo hasta las últimas consecuencias. No creía en Dios y solía blasfemar. Su escepticismo cambiaba cuando la Virgen entraba en la conversación. ¡A la «Virgen de las Victorias» que no me la toque nadie»!

La tradición que se renueva cada año refleja el sentir y el respeto por la imagen. La jornada reservada para venerarla en las fiestas de este año 2010 es este miércoles, día grande para los sanabreses. Será entonces cuando tenga lugar la misa solemne anunciada con el lanzamiento de salvas y el tradicional repique de campanas. Tras la eucaristía, la imagen volverá a recorrer las calles de la villa. Como es habitual, la procesión irá acompañada por la banda de música benaventana «Maestro Lupi». El canto de la Salve al finalizar la marcha junto con el tradicional baile-vermú pondrán fin a los actos, pero no al fervor religioso, que durará el resto del año, a pesar de que «Las Victorias» no es la patrona de Puebla. Será precisamente la propia Salve uno de los momentos de mayor devoción para todos los fieles. Y para evitar la soledad de la Virgen, son el «Chino» y la «Negra» quienes la han acompañado durante nueve días. Para prepararla y que no sufra ningún descuido durante la procesión, las camareras se encargan de todos los detalles. Sin embargo y a pesar de todo, lo que le confiere ese sentimiento tan especial a la Virgen es la capacidad que ha tenido para atravesar las fronteras, añadiendo como fieles a los propios vecinos de Tras Os Montes. Muchos siguen recordando cómo hace años los vecinos portugueses venían en las fiestas y se quedaban a dormir en los soportales, a falta de mejor lugar para pasar la noche. Y al calor de la Virgen nace el contraste. Ese doble eje del que se habla en Puebla de Sanabria.

La paradoja. «Las Victorias» es el polo religioso de una tradición perfectamente equilibrada con el otro, el pagano. Los «gigantones» se encargan de canalizar esa vertiente más festiva, poniendo la religiosidad aparte. Ya comenzadas las fiestas, el día grande espera para cumplir con la herencia de la veneración de esa imagen que, según la leyenda, debió dirigirse a Madrid, pero, por algún motivo, nunca llegó. Lo cierto es que los sanabreses nunca dejarían, desde hace 162 años, que el objeto de su devoción dejara su verdadera casa, La Puebla.