El turismo sobre el conflictivo y avispado lobo se impone como fuente de riqueza en la Reserva Regional de La Culebra a la propia caza del cánido. El movimiento de amantes de la naturaleza es un fenómeno que se incrementa cada año en el espacio protegido, destacando la procedencia de ingleses, franceses, belgas e incluso de portugueses; y, dentro de España, de los catalanes. «Supera ampliamente a la caza porque en mi centro, para el año 2010, tengo reservas de empresa que superan los 40.000 euros de facturación, y muchas de ellas no se comprometen hasta que no están los grupos configurados. El año pasado facturé alrededor de 60.000 euros, de gente que eligió este lugar sólo para ver el lobo», expresa Antonio Navarro, un economista especializado en desarrollo rural que regenta el centro de turismo rural Veniata, en San Pedro de las Herrerías.

Responsables de hostales como El Remesal y El Salado, de Villardeciervos, asimismo reconocen que el lobo es un recurso que dinamiza la vida de los locales.

«El lobo tiene una dimensión importante», afirma Sergi García, responsable de Galantus, una entidad de Gerona dedicada «al estudio y divulgación del Medio Ambiente» y que lleva desde 1997 acercando gente hasta la Reserva de caza zamorana. García quedó ligado a La Culebra tras realizar un curso en Barcelona sobre mamíferos ibéricos que le llevó a visitar el santuario lupino zamorano, y desde entonces es un fiel asistente y organizador de visitas.

«El lobo atrae a gente más bien cercana a la jubilación, aunque también a grupos de chavales jóvenes. Resalta además el hecho de que portan, por lo general, un nivel de estudios mayores, grandes conocimiento de la naturaleza y demuestran haber practicado mucho y ser muy aficionados al turismo de la naturaleza» expresa Navarro.

Refiere que en algunos casos de grupos extranjeros, la visita a La Culebra entra dentro de un programa de ruta más completo. «Cuando vienen a España comienzan en el parque natural de Monfragüe con la observación de aves, y pasan por Andújar para la observación del lince, suben a Zamora para ver al lobo y pasan luego a Asturias para ver al oso. Aquí estancias de cuatro o cinco días, y un día lo dedican a la observación de la avutarda». No pasa desapercibido a los receptores el comportamiento de los visitantes porque, al decir de Navarro, «enseñan a valorizar».

El caso es que adentrándose en la escenografía natural de La Culebra viven «impresiones y sensaciones que alucinan porque descubren un entorno salvaje y de naturaleza donde el lobo convive con ciervos despampanantes y otros animales como las nutrias, en el embalse de Valparaíso». Estas buenas sensaciones cimientan además «una fidelización» y un regreso al lugar de los turistas.

Sergi García insiste «en la repercusión social del lobo», reflejada en una mayor aceptación. Es una realidad observada con el paso de los años porque, según precisa, «en el año 1997 hablar del lobo era como mencionar al diablo y ahora en esos lugares, o en Zamora, se pueden ver muy diversos objetos como camisetas, postales, libros y diversos recuerdos expuestos en los diferentes establecimientos». Para el responsable de Galantus «está operando una sensibilidad sobre el animal que se traduce en un impacto económico favorable». Sergi García afirma que «desde Cataluña son cientos las personas de todo tipo los que han visitado La Culebra, porque el lobo es un animal que traspasa la frontera de lo puramente biológico y tiene otras dimensiones. A la gente que le gusta la naturaleza quiere ver al lobo».

Todo el mundo parece consciente de que no es llegar a las cumbres o las laderas de la sierra de La Culebra y ver al santo, distinguido por no mostrarse a los ojos de nadie cuando realmente no pertenece al gremio de los humanizados por la mano de la ceba. «A veces no ven el lobo porque saben que vive en libertad y vienen advertidos de que la observación es tremendamente difícil. Pero su emoción es alta porque perciben sus huellas y excrementos y sólo con ello, con la atmósfera», retornan a sus puestos con un alto grado de satisfacción .

La apuesta realizada por Medio Ambiente de Castilla y León es entendida por García como una forma de gestionar el lobo a través del control cinegético», pero sostiene que «el lobo no es una especie a abatir solamente sino que tiene otras dimensiones y otros atractivos», y Zamora, subraya «está consiguiendo un prestigio a nivel cultural porque es vista como una meca lobera».

Recalca Sergi que «en la bondad del lobo como regulador de la cadena trófica», pero abunda en que tiene «otra dimensión que aporta beneficios a un territorio superdeprimido, con gente muy mayor». En base a estos criterios se reafirma en el gran predador como «un recurso para utilizarlo bien y de una forma sostenible».

La Reserva regional de la Culebra es renombrada no sólo por el lobo, también por los oros cosechados en la homologación de trofeos en lo tocante a ciervos». Se tiene en cuenta, al respecto, que corresponden a ejemplares crecidos en un hábitat donde cohabitan predadores y presas, y que no están dados a una alimentación doméstica tan profusa como la estilada en muchas dehesas cinegéticas de alto linaje.