Seguramente no saben lo que es un pentagrama ni lo que son voces blancas o graves, da igual, porque ellas lo que hacen es cantar, que a fin de cuentas es lo mejor que se puede hacer en un coro. Tampoco se habían planteado hasta hace nada dar la cara o la voz en público, pero ahí están, ya no se le pone la cara colorada, que la experiencia es un grado y la timidez cuando se diluye en el grupo queda en nada. Nunca imaginaron, eso sí, que un proyecto colectivo sirviera también para subir la autoestima y que muchas de esas pequeñas enfermedades que a veces se meten a empujones en el alma también se curan cantando, o charlando en grupo o participando en una iniciativa conjunta.

La idea surgió hace tres años. Tina Calvo Mangas, presidenta de la Asociación de Jubilados «San Zoilo» lanzó el primer órdago: «¿Y por qué en vez de un curso de gimnasia no solicitamos uno de canción tradicional?». Dicho y hecho. El colectivo de jubilados local se puso en contacto con la Federación Provincial de Pensionistas y planteó la idea que fue muy bien acogida desde el principio.

El coro «San Zoilo» fue así amasándose a base de clases, en las que una veintena de mujeres y un par de hombres aprendieron a modular su voz, que la mayoría tenían escondida y sólo un grupo pequeño habían agrandado cantando en la iglesia. «No ha sido sólo aprender a cantar, también nos ha servido mucho la convivencia, vernos un rato todas las semanas, intercambiar pensamientos, reírnos de todo; eso ha sido muy gratificante». Tina Calvo está convencida de que el coro ha dado un importante empujón a la Asociación de Jubilados, que estaba un poco dormida. «Tenemos más de 140 socios, pero la participación es mínima, tenemos que estar siempre pinchando para hacer cosas, esta iniciativa ha venido muy bien, porque ha servido para revitalizar el colectivo».

Luis Martín Negro ha sido el artífice, el maestro mullidor que ha hecho posible que unas voces llenas de flecos se hayan ido redondeando poco a poco componiendo figuras armónicas. Ha costado porque lograr la armonía en un grupo no es fácil. Hay que manejar los códigos, pero también ser un poco psicólogo, entrar en el ego de cada cual y ponerlo a empujar al mismo ritmo que el de al lado, no es fácil. Martín Negro tiene una ventaja, que dirige desde hace mucho tiempo el grupo Santarén-Folk y conoce el paño. También atesora una gran experiencia profesional ya que es profesor de guitarra, tiene estudios de canto y composición y colecciona cargos ligados con el mundo de la música: es director del Estudio de Música de Zamora y presidente de Juventudes Musicales de Zamora.

Todos los viernes toca ensayo. Y ahí están como clavos las mujeres de Sanzoles, más de una veintena, y tres hombres, que la vergüenza se viste con ropas masculinas. El repertorio es de canciones populares, algunas muy conocidas, de las que suenan, y otras de otras tierras, de otras provincias. En los últimos meses han aprendido villancicos, con los que han rellenado los dos últimos recitales que han dado, en Sanzoles y en Venialbo. El repertorio en esta ocasión ha llegado de Zaragoza, Valladolid, Galicia, Soria, Nuez de Aliste, Huesca y Castilla, que el folklore no tiene fronteras y se escurre por todas las gateras.

El folleto de presentación explica el germen del coro: «Nos movía el interés por la cultura tradicional, la curiosidad, el deseo de adquirir nuevos conocimientos, todos nos hemos esforzado para que todo salga a la perfección?». El resultado sorprende, y no sólo en el pueblo, también en otros foros donde ha actuado el coro: varias veces en Zamora, donde ha brillado por su espontaneidad y sus recursos técnicos, insólitos en un grupo con tan poco rodaje musical.

Las mujeres han sido, como no, las grandes impulsoras de este proyecto que ha cuajado rápidamente en el pueblo y se ha convertido en un sello de identidad del mismo. «Es increíble cómo se lo toman las mujeres, siempre están dispuestas a ensayar y a mejorar», resalta Tina Calvo.