Por su manos han pasado desde narices anónimas hasta algunas ilustres y conocidas, como las de los Martínez Bordiu o las hermanas Hurtado, y otras inconfesables, porque el secreto profesional le impide revelarlo. Su éxito, sin duda, está en lo poco que se nota su bisturí.

En declaraciones a A. F. F., del Diario de Ibiza, periódico del mismo grupo que La Opinión-El Correo de Zamora, explica que nunca le ha gustado el trabajo de otro colega veterano muy popular «por su mal gusto». Su devoción por las artes plásticas le ha hecho un seguidor del canon clásico de belleza, que es lo que ha buscado a la hora de abordar el reto de lograr una nariz perfecta.

El hecho de que a su abuelo y su padre fueran otorrinolaringólogos, además, ha hecho que se preocupara siempre de que sus narices fueran, ante todo, funcionales. Vilar Sancho defiende que para un paciente es tan importante sentirse a gusto con su aspecto mediante la cirugía estética como la cirugía reparadora que permite recuperar la funcionalidad de un miembro dañado.