Porto de Sanabria

Según el último censo, los habitantes de Porto son 257. Con todo, el número de residentes permanentes, la cifra de los resistentes que aguantan los duros inviernos en este hermoso valle de la montaña sanabresa son bastantes menos. Entre ellos está Amador Bruña Granja, de 77 años, que fue ganadero, encofrador en las obras de los embalses que se hicieron en la comarca, hostelero, carpintero y, ahora, es el último fabricante del tradicional rabel sanabrés.

Hace unos veinte años, alguien buscaba la memoria de cómo se hacía el rabel en esta Ayuntamiento asentado en las estribaciones de Peña Trevinca y Amador dijo que sí, que recordaba, que lo intentaba. Si a los 14 años había sido capaz de hacer unos zuecos para su propio uso, no iba a ser capaz de hacer rabeles al estilo de Porto. Era más sencillo hacerlos a partir de una caja de mantecados de Astorga, cuando las cajas eran de buena madera. De joven, había hecho uno así. Pero también había observado como hacían rabeles de madera de abedul o chopo, piel de oveja y sedas de cola de caballo otros vecinos mañosos.

En Porto, la tradición del rabel ve asociada a la del pastoreo, a los rebaños que acudían desde Extremadura por el cordel, la cañada real, a los pastores del lugar que emigraban todo el año y volvían a pasar el verano en la sierra, donde había media docena de majadas. Eran pastores que ganaban soldadas pequeñas pero conseguían diez ovejas y un par de yeguas por temporada.

Amador calcula que, durante los últimos veinte años, habrá hecho entre 250 y 300 rabeles, casi siempre atendiendo encargos que le llegan de sitios tan distantes como Salamanca o Valladolid. Hace poco, el saber hacer de Amador Bruña Granja mereció un reportaje dentro de un documental de Cuadernos de paso (en la 2 de TVE), que dirige Juan Miguel Blázquez. Allí apareció haciendo hablar uno de sus rabeles para acompañar a una vecina que entonaba una copla de pastores donde se asocian amigablemente el castellano que seguramente venía de Extremadura y el gallego propio de esta tierra zamorana: "De donde vienes Ana/ veño da montaña/ de ver o meu liño/ se ten boa garaña". Para Amador, la salida en televisión fue un momento de gozo: «Lo vio todo el pueblo. En Bilbao, en Barcelona, todos lo vieron». Para Amador, Porto es la gente del lugar. Así, Porto está por toda España. En agosto, un millar de personas; en invierno, cinco veces menos. Pero sigue habiendo un fabricante de rabeles, que acude a las ferias de A Veiga o Viana (Ourense) a saludar a los amigos y a mostrar y vender sus instrumentos. También tiene ganas de acudir al mercado de El Puente.

Amador no tiene aprendices. Cree que a la gente joven no le gusta la tradición, las cosas de antes, aunque contempló gratamente sorprendido cómo se recuperaron celebraciones como el folión del carnaval o fiestas de la mocedad como la corrida del gallo. El problema es que no queda juventud: sólo hay un niño en edad escolar, que tiene que ser escolarizado en Puebla de Sanabria.

Las grandes fiestas tienen que venir de la mano de los vecinos de Porto que habitualmente están fuera, el Porto de Bilbao o Barcelona o Madrid. Los que convierten Porto en una villa de un millar de personas cuando acuden, por vacaciones, con sus familias. Durante los inviernos, resisten unos pocos vecinos que, pese al aislamiento que impone la montaña, viven mejor de lo que vivían años atrás. Resisten. Recuerdan. Aguardan por otro verano que convierta Porto en un lugar lleno de vida. Para entonces, Amador Bruña habrá hecho otra docena de rabeles y habrá comprobado como hablan en el silencio de la sierra.