El coste de la entonces nueva ermita que luego sería la última, cuya construcción comenzó en 180, fue de 6.504 reales. Los gastos se repartieron entre los 345 reales por sacar la piedra de las canteras, 373 para convidar a los vecinos a vino y pan de Carbajales en los días que la acarrearon, junto al barro para las paredes, 1.314 para los 167 para jornales a 8 reales cada uno para los canteros y 325 para el retejo y planeado. Los carpinteros que hicieron el techo y las puertas se llevaron 736 reales, mientras que las tejas traídas de Domez de Alba, 2.400, tuvieron un coste de 437, a 16 el ciento. La saca y porte de las baldosas costaron 264 reales y el retablo, la mesa de altar, atril y credencial 1.000 reales. En 1822 el afamado pintor Cristóbal de Isla, oriundo del Valle de Moruelo en Santander, cobraba 770 reales por dorar el Altar Mayor y el parte del santuario. El 17 de diciembre de 1961 la ermita acogía el último bautizo antes de ser derruida para ubicar la iglesia hasta entonces situada en Las Cortinicas por los primeros pobladores Pedro Montés y María Carrera.