El embalse de Ricobayo marca parte del itinerario que discurre entre Montamarta y Granja de Moreruela a lo largo de casi 23 kilómetros de una etapa cambiante y muy interesante desde el punto de vista histórico. La salida de Montamarta es inconfundible. Con la ermita de la Virgen del Castillo como punto de referencia, el camino va bordeando el embalse de Ricobayo -si el agua lo inunda será necesario salvar el tramo por la carretera-, siempre con el pequeño templo dominando desde el otero, con la espadaña y tres arcos en su pórtico. Continúa la ruta paralela a la carretera por caminos de concentración que separan las parcelas de cereal. Estamos en la Tierra del Pan y los campos y llanuras ejercen su dominio durante la primera parte del hermoso trayecto que constituye esta nueva etapa de la Ruta de la Plata, la última antes de enlazar con el Camino Sanabrés.

No dura mucho esa estampa netamente castellana. Poco a poco el paisaje va cambiando. Primero con encinas salteadas entre pequeños montículos hasta que se cruza la carretera N-630 y se entra en una zona algo más abrupta para desembocar de nuevo en el embalse de Ricobayo, otra vez referencia de esta etapa que dirige al caminante hacia uno de los puntos más atractivos. Los restos arquitectónicos anuncian la llegada a la fortaleza conocida como la "Zamora Vieja": Castrotorafe. La gran fortificación medieval, levantada sobre una meseta al borde del río Esla en el siglo XII, fue centro de la Orden Militar de Santiago hasta el siglo XV y uno de los escenarios de las contiendas sucesorias entre los siglos XII y XV. Su emplazamiento privilegiado permite disfrutar de hermosas vistas desde la atalaya, donde se conservan a duras penas paños de muralla y restos de la ciudad. Desde los alto se pueden ver -si el embalse está bajo- los restos del puente romano sobre el Esla, engullido por las aguas como consecuencia de la construcción de la presa. Castrotorafe, declarado Monumento Nacional en 1931 y situado en el término de San Cebrián de Castro, ha sido tradicionalmente paso de peregrinos del Camino de Santiago y, por tanto, centro de devoción hasta el inicio de su declive, en el siglo XV. Hoy apenas quedan señales de aquellos siglos esplendorosos y, con pequeños parcheos, se intenta consolidar lo que ya no son más que ruinas.

La vista merece un paseo reposado entre los vestigios para entregarse tanto de la proyección histórica de Castrotorafe como a la estampa natural que se otea desde su privilegiado emplazamiento. Con la buena sensación que deja el paso por la fortaleza, la ruta prosigue hasta Fontanillas de Castro. Situado en la carretera N-630, el pequeño pueblo se atraviesa para salir por la calle de La Barca, llamada así porque, según comentan los vecinos, era el camino natural hacia el Esla, donde tomaban la barca para cruzar el río. Saliendo de Fontanillas, el paisaje toma la forma de la Tierra de Campos. Vuelven los caminos de concentración, senderos de tierra entre la llanura. El trayecto discurre entre la cola del embalse y la carretera que va a Benavente para llegar, en un suspiro -apenas cuatro kilómetros- a Riego del Camino después de atravesar la carretera.

En Riego, pueblo que pertenece al Ayuntamiento de Manganeses de la Lampreana, se han acondicionado las antiguas casas de los maestros como albergue de peregrinos y así está funcionando desde el año 1982 con Dorita Alonso ejerciendo de hospitalera. En el pueblo hacen parada peregrinos de la Vía de la Plata de toda raza y condición, muchos de los cuales han plasmado sus sensaciones en un cuaderno que ya atesora emotivos mensajes de caminantes de Estados Unidos, Finlandia, Alemania o la más cercana Andalucía. En Riego del Camino destaca la iglesia de San Cristóbal, que perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén y en su interior guarda un bello retablo barroco.

Desde Riego el camino discurre paralelo a la carretera. Al inicio del mismo se observa una estampa típica de la Tierra de Campos: un palomar de lo muchos que adornan la llanura castellana. Hasta Granja de Moreruela la senda no tiene pérdida. Un corredor recto y llano aunque algo incómodo por la piedra. Con la amplia visibilidad que otorga la planicie, en seguida se divisa el pueblo de Granja, punto final de esta etapa y encrucijada de dos caminos jacobeos por la provincia: la Ruta de la Plata y el Sanabrés.

Granja merece una parada especial por el asentamiento del Monasterio de Santa María de Moreruela, situado a unos tres kilómetros del pueblo y que en el propio casco urbano cuenta con un Centro de Interpretación de la Orden del Cister. Fundado en el siglo XII, el gran complejo monacal está declarado Monumento Nacional, y fue uno de los más destacados exponentes de la presencia del Cister en España. Pese a su estado ruinoso -actualmente se está restaurando una parte de la abadía- se trata de uno de los más grandiosos ejemplos monumentales de toda la Ruta de la Plata. El entorno conforma un fértil valle, abundante en agua que tantos frutos dio a los monjes de la Regla de San Benito.