Fermoselle.- Entrechoca sobremanera que en el Espacio Protegido de Los Arribes del Duero, donde la belleza del paisaje natural y los productos saludables son mencionados de cara al turismo como valores de distinción, sean más que visibles los torrentes de aguas residuales que marchan putrefactos y atufantes ribera abajo hacia el cañón del Duero, también resaltado por sus impresionantes cantiles y la avifauna y vegetación que lo habitan, revisten y decoran.

Los Ayuntamientos, incapaces de asumir con sus ceñidos presupuestos el correcto tratamiento residual con la construcción de depuradoras, resuelven este problema con fosas sépticas o colectores que amortiguan o diluyen el grado de contaminación; solamente si son atendidas estas medidas debidamente, «porque si las fosas sépticas están atascadas o acolmatadas el agua sale como entra» en expresión del concejal socialista de Villar del Buey, Francisco Javier.

«La depuración no pasa todavía por la cabeza» expresa el alcalde de Aldeadávila, Santiago Hernández, empeñado desde hace tiempo en buscar una solución a este sucio problema.

Escapa incluso a las propuestas apuntadas por la Junta Rectora del Parque, que comprometió para este año un presupuesto de 1.760.666 euros en una pluralidad de obras relacionadas con la recuperación de senderos y construcciones tradicionales, así como hábitats y especies avifaunísticas, o en la edición de elementos divulgativos destinados a dar a conocer las excelencias de la zona.

Únicamente el regidor de Aldeadávila sacó a colación este asunto durante la última reunión de la Junta Rectora y se ha afanado en conocer los sistemas de depuración más asumibles por el municipio. «Un sistema que no sea muy caro, que funcione, que cumpla los requisitos y que el mantenimiento no sea muy costoso» señaló el regidor salmantino. Sin embargo, rebasado por los costes, su última postura es comprometer esta ejecución a la llegada de fondos europeos a través de Interreg III, y hacerlo junto con Mogadouro.

El alcalde del Ayuntamiento de Fermoselle, Manuel Luelmo, confía que la depuración sea un asunto a resolver una vez culminada la obra de la Casa del Parque, que ocupa en estos momentos el montante más sustancial de las inversiones, junto con la renovación de las calles más típicas para situar a la villa en un buen estrado de cara al turismo afluente.

La depuración es un problema conocido y preocupante en Los Arribes, que no gusta poner a viva voz sobre la mesa ni en foro alguno. Alcaldes y habitantes saben del percal de las aguas que corren por los cursos de las riberas, en casos a pocos metros de los pueblos una vez que han tomado campo libre tras pasar por el rebosadero de las fosas sépticas. Hay realidades sorprendentes, como la tocante a una parte de la horticultura fermosellana de "La Ronda", que se nutre de las aguas fecales para el regadío. Un hecho desaprobado incluso por los propios regantes, que las vienen utilizando desde siempre. Cada finca dispone de su trampilla o enganche a la tubería o al reguero, y sus dueños combaten la sequía o la necesidad con el pestilente agua escapado de servicios, cisternas, lavavajillas, lavadoras y demás desaguaderos del casco urbano.

Angel Iglesias es uno de los agricultores que utiliza dichas aguas residuales, «pero no para los productos de comer porque es una pura porquería lo que sale» señala. Su intención es recuperar un antiguo manantial radicado en una de sus fincas para servirse de estas aguas para el riego. «El agua no es buena para beber, pero no tendría comparación para el riego con la que sale por las tuberías del desagüe» afirma.

El manantial, «o pozo de boca ancha», aparece invadido por la maleza e Iglesias quiere proceder a la limpieza, «con una máquina de cazo», para acondicionar un pequeño estanque que le permita el regadío de sus fincas situadas en los típicos bancales fermosellanos.

Este vertido tiene su miga porque, en época estival, la fetidez alcanza los ámbitos de las viviendas próximas y no faltan las quejas de los afectados por los olores que invaden el barrio. Segismundo Barrueco, concejal popular fermosellano, apunta a esta realidad y sostiene que una solución temporal sería alargar el recorrido de la tubería más hacia el arribanzo.

Otros puntos de Fermoselle, llamada a ser la capital del Parque ribereño, ofrece una estampa similar por cuanto que las aguas residuales llegan al campo, con más o menos encubrimiento, pero impresentables.

Algunos Ayuntamientos, como Moralina, han salido rápidamente a la convocatoria de ayudas para la ejecución de colectores, que ha puesto en marcha la Junta de Castilla y León y la Diputación provincial de Zamora. Es un paso más en la depuración, pero conscientes de las limitaciones.

El alcalde de Moralina, Edesio Cardeñosa, ve en estas atenciones una salida puntual pero no una solución definitiva por cuanto que la depuración no es total. «Se deposita lo más grueso pero los líquidos salen también con restos sólidos» expresa el regidor.

Feliciano Fernández, responsable del Servicio Técnico del Servicio Territorial de Medio Ambiente, puso de manifiesto sobre el tema que «la normativa europea marca que, de forma escalonada, las poblaciones se tienen que ir incorporando a sus obligaciones de depuración y en esa línea se van cumpliendo las expectativas».

Algunos alcaldes consideran que la única forma de afrontar una verdadera depuración es haciéndolo de una forma mancomunada, porque sólo apostando todos los municipios del Espacio Protegido y buscando una solución conjunta o agrupada puede los ayuntamientos cargar con el mantenimiento de las instalaciones.

La depuración es un problema casi de segundo orden para un Ayuntamiento como el de Torregamones que todavía pelea por conseguir que el saneamiento llegue a todas las viviendas del pueblo. Hay todavía casos de viviendas que lleva a los afectados a vivir en una condiciones vergonzantes, haciendo uso de pozos negros o del campo abierto. Sobre la depuración, el alcalde Antonio Miano señaló «que lógicamente hay que hacer algo porque hay vertidos que no se sabe dónde tirarlos; ni la propia Administración lo sabe».

Como las demás poblaciones, Torregamones vierte a una fosa séptica de la que parten las aguas hacia un regato dejando en un tramo su inconfundible color y olor.

El impacto de las aguas fecales y residuales es contundente en los meses de verano porque a la menor escorrentía de aguas, por falta de lluvia, se suma el hecho de que los residuos quedan extendidos por los cursos de regatos que pierden su caudal al ser sumidas por la tierra. Es entonces cuando aparece la cruda realidad de unos regueros pestilentes que echan para atrás.

Algunos vecinos se detienen a reflexionar sobre el contenido de las aguas residuales haciendo mención a que pueden ser portadoras de boticas y sustancias ingratas y contraproducentes para las riberas que las acogen, los animales que las toquen o para el propio Duero que las recibe.

Los Ayuntamientos tienen interés en acometer una depuración más esmerada para evitar las denuncias y las sanciones que les impone la Confederación Hidrográfica del Duero cada vez que inspeccionan estos vertidos.