Fuentelapeña.- El importante hallazgo arqueológico afloró por casualidad, como casi siempre ocurre. Un trabajador observó algo raro en la zanja que estaba excavando una máquina para mejorar la canalización de agua potable. Un hueco. Miró y allí aparecía la boca de un pozo. Fue el principio, la voz de alarma. Las obras se paralizaron, el hecho fue comunicado a la alcaldesa, Angela Escribano. Después, llegó el aviso al arqueólogo, natural de la localidad, Juan Carlos Polo, quien el pasado miércoles se trasladó desde Valencia, su residencia habitual e inspeccionó lo que ya un vecino de la localidad se había atrevido a comprobar "in situ". Aquel agujero raro descubierto en pleno casco urbano de Fuentelapeña es un qanat árabe, una construcción subterránea del siglo IX que, según se ha podido comprobar, tiene más de cien metros, de los que han sido visitados al menos cincuenta.

La importancia del hallazgo estriba en que es la primera canalización de aguas subterráneas construida por los árabes que se conoce en la provincia de Zamora. Excavada en piedra arenisca del terciario se conserva en muy buen estado -de hecho Juan Carlos Polo y otro vecino de la localidad de la Guareña, recorrieron sin problemas parte de la misma- y se supone que reconducía las aguas subterráneas hacia una fuente, la conocida como fuente la peña, que dio origen al pueblo y al nombre del mismo.

Juan Carlos Polo pudo comprobar que la obra, de origen musulmán, sigue cumpliendo la función para la que fue proyectada y recoge el agua, aunque ya no hacia una fuente porque en una fecha indeterminada fue desviada hacia otro lugar. Las galerías, aunque con mucha humedad, son visitables. En algunos tramos tienen tres metros de altura y una anchura de más de un metro. Polo advierte que «no es conveniente pisar por las galerías porque presentan mucha humedad y podían resultar dañadas». Por eso, recomienda que se realicen algunos trabajos para airear el recinto. Así se lo expone a la propia Junta de Castilla y León en el informe que está redactando y que remitirá al Gobierno regional en los próximos días. También va a incluir en el mismo un vídeo que grabó durante la inspección de las galerías. «Utilizamos antorchas especiales y la luz es bastante buena, se observa muy bien toda la estructura del qanat, de una gran magnitud, que seguramente en origen tenía unas dimensiones muy grandes».

El qanat se empezó a utilizar hacia el siglo X antes de Cristo, probablemente en la antigua Persia, aunque hay estudiosos que sitúan sus primeras manifestaciones en la península de Omán o en el noroeste de la meseta de Irán. En todo caso fueron los persas, cuya economía estaba ligada al uso y control del agua, quienes expandieron la nueva tecnología junto con sus conquistas desde los oasis de Egipto hasta Bactriana. Las galerías persas llevaban a 30 a 40 kilómetros el agua subterránea, hundiéndose a veces más de cien metros bajo tierra, pero guardando siempre la pendiente necesaria para que la corriente fluyera por su propio peso. Cada canal estaba jalonado con pozos verticales (también existen en el qanat hallado en Fuentelapeña) cada 10 metros. Estos servían como sistema de aireación y también como apoyo en la construcción.

Con el auge de la Ruta de la Seda el qanat se extendió por el Turquestán Oriental, llegando finalmente a China. Bajo el imperio romano se ejecutaron proyectos de este tipo en Egipto y Siria. Han sido hallados restos también en Lyon y Luxemburgo. La expansión de la civilización musulmana llevó este tipo de construcciones a Sicilia y Andalucía, de donde pasó a América, tras la colonización.

Todavía hoy en algunas zonas se utiliza como un importante método de irrigación, sobre todo en Irán, donde hay más de 20.000 activos. El mayor y más antiguo sirve agua a la ciudad de Gonabad, con más de 40.000 habitantes.

La construcción de un qanat exige un técnica depurada. Se suele construir, en primer lugar, un pozo principal sobre un terreno situado en alto, hasta captar un acuífero o un corriente de agua. Se excava a continuación un túnel horizontal hasta una fuente, con una ligera caída para que el líquido descienda por su propio peso. Hay que excavar también pozos secundarios cada menos de quince metros, que tienen el objetivo de airear el interior de las galerías y sirven también como vías de acceso para los trabajadores y como lugar por donde extraer la tierra o la roca. El agua conducida por un qanat desemboca habitualmente en forma de cascada entre rocas y se embalsa por medio de pequeñas presas. Este tipo de construcciones son útiles para transportar el agua a largas distancias, ya que apenas se produce evaporación. Las galerías más profundos se utilizaban para distancias más cortas. Pero todas tienen como gran objetivo aprovechar el agua subterránea de las zonas más altas para regar el llano colindante.

Un núcleo de población de gran envergadura levantado en torno a una fuente

El descubrimiento de restos musulmanes en Fuentelapeña confirma que este núcleo de población existe, al menos desde el siglo IX. La construcción de qanats en la época de la dominación árabe en España (sobre todo en el periodo Omeña) se acometía para servir a asentamientos de población importantes, porque las obras de excavación son de una gran dificultad. Se supone que en otras poblaciones de la Guareña también puede haber galerías similares utilizadas con el mismo fin: para recoger las aguas subterráneas hacia una fuente o para reconducirlas con el fin de ser utilizadas para riego.

La comarca de la Guareña fue una zona muy poblada desde la prehistoria. De hecho, en Fuentelapeña fue descubierto hace más de quince años un yacimiento neolítico, del que ya se han catalogado más de 5.000 piezas líticas, la mayoría bifaces. Tambien en Fuentespreadas hay localizado un importante asentamiento romano, donde apareció un ajuar que fue trasladado al Museo Nacional de Arqueológica y que desde hace años viene siendo reivindicado por los vecinos.