En noches recientes se han visto en España nubes noctilucentes polares, muy raras de ver. Son las nubes más altas que existen (a unos 80 km de altura), explica eltiempo.es antes de subrayar que ver este fenómeno es tan extraño como sería ver una aurora boreal en esta latitud.

Estas tenues nubes están tan altas en el cielo que reflejan la luz del sol incluso después de que haya pasado ya sobre el horizonte, dándoles un brillo especial en el crepúsculo. De ahí su nombre, noctilucente, que significa "noche brillante", añade Ezanime.net.

Mientras que todas las nubes que "conocemos, disfrutamos o sufrimos, se forman en la troposfera (la capa más baja de la atmósfera, que ocupa aproximadamente los 12 primeros kilómetros), existen unas nubes especiales con unas características tan singulares que rompen todos los moldes nubosos”, continúa Jorge Robles en el tiempo.es.

Se trata de las nubes noctilucentes o mesosféricas polares, y casi todo lo que rodea a estas nubes es cuanto menos muy peculiar.

En primer lugar son las nubes más altas que conocemos, se forman en la mesosfera, en torno a los 80 kilómetros de altura (70 kilómetros por encima de los familiares cirros). El único fenómeno atmosférico que tiene lugar por encima de las nubes noctiluscentes son las auroras boreales.

"Su aspecto es impresionante, ondas que cruzan los cielos nocturnos agrupándose en pálidos mechones o filamentos de un brillante color azul eléctrico y que parecen de otro planeta, extraterrestres", añande Robles.

Están hechas de pequeños cristales de hielo o quizás de cristales de agua helada.

Su origen y formación

Este tipo de nubes se han podido formar a partir de la congelación del agua expulsada a la atmósfera por los transbordadores espaciales. También se ha observado que al menos el 3% de los cristales de hielo que las forman son restos de meteoritos (el llamado “humo de meteoros”).

Son unas nubes “muy tímidas”, prácticamente solo es posible verlas durante el crepúsculo y en latitudes altas (entre 50 y 70º) y durante la temporada de verano.

También son independientes, ya que no parecen estar asociadas a ningún estado meteorológico concreto.

Aunque sí que es cierto que cada vez hay más sospechas de que puedan ser buenos indicadores de algunos aspectos del cambio climático, y es que cada vez es más frecuenta su avistamiento en latitudes más bajas.