África es el lugar en el que nuestra especie nació biológica y culturalmente pero, mientras que en Eurasia hay multitud de evidencias tempranas de prácticas mortuorias, en África apenas hay registros.

Este miércoles un estudio liderado por el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) con sede en Burgos describe el enterramiento más antiguo de África, el de Mtoto, un niño enterrado hace 78.000 años en Kenia.

El enterramiento no solo es el más antiguo sino que además es la confirmación de que las poblaciones de la Edad de Piedra Media (Middle Stone Age) comenzaban a tener ritos funerarios.

"El niño, de unos 3 años, fue enterrado en una cavidad que había sido excavada específicamente para ello. Allí fue depositado en una posición intencionada y muy delicada, casi fetal, con la cabeza sobre un soporte, como si fuera una almohada. Su cuerpo fue envuelto en un tipo de sudario natural hecho con pieles de animales u hojas y, después, fue cubierto con tierra", explica a EFE la investigadora y directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), María Martinón Torres.

"Mtoto", o niño en idioma suahili, fue enterrado hace 78.000 años en el yacimiento keniano de Panga ya Saidi, que ha resultado ser un enclave fundamental para estudiar el origen de nuestra especie y, sobre todo, de sus primeros comportamientos complejos funerarios.

Este hallazgo, coliderado por el equipo de Martinón Torres, el Instituto Max Planck para el Estudio de la Historia Humana (Alemania) y los Museos Nacionales de Kenia, y en el que han colaborado investigadores de la Universidad Complutense de Madrid y de una treintena de instituciones de todo el mundo, ocupa la portada de la revista Nature.

"Mtoto es la prueba más antigua que tenemos de enterramiento o comportamiento funerario en África" y es interesante no solo como hallazgo científico sino también porque "revela la complejidad de la mente humana, que es capaz de establecer vínculos complejos con la comunidad más allá del mundo físico e interactuar con los que han fallecido", destaca la paleoantropóloga.

Hasta ahora, la única evidencia de un enterramiento de cronologías similares en África era el de Border Cave, en Sudáfrica, donde se encontraron los restos de otro niño enterrado hace 74.000 años, pero su escasa documentación siempre hizo que el hallazgo fuera controvertido.

Sin embargo, en Eurasia existen multitud de evidencias de enterramientos de Homo sapiens y Homo neanderthalensis. Las más tempranas son las de los yacimientos de Qafzeh y Skhul (H.sapiens) de entre 90.000 y 130.000 años, y la de Tabun C (neandertal), de unos 120.000 años, todas ellas en el norte de Israel.

"Faltaban evidencias sólidas y claras de enterramientos en África y por eso el hallazgo de Mtoto es tan interesante", aunque, para la comunidad científica, porqué no se han encontrado más enterramientos en África sigue siendo un misterio.

"Podría ser que este tipo de comportamientos se desarrollasen antes fuera de África, o puede que simplemente haya un sesgo y que se haya hecho más trabajo de campo en Eurasia que en África, o puede que los comportamientos funerarios en África fueran diferentes a los de Eurasia y que no dejen rastro arqueológico", explica la paleoantropóloga.

El caso es que queda mucho por hacer, reconoce la responsable del CENIEH, "tenemos que estar abiertos a todo y tal vez revisar algunos yacimientos, como el de Border Cave, empleando las técnicas más avanzadas de paleontología, como las que se han utilizado en Panga ya Saidi.

Los primeros fragmentos de hueso del yacimiento keniano se encontraron en 2013 y unos años después se detectó una cavidad circular situada unos tres metros por debajo del nivel del suelo de la cueva. Dada la fragilidad de los huesos que contenía, la tierra se extrajo en bloque para estudiarla con distintas técnicas.

El bloque se excavó de forma manual y virtual, combinando la microtomografía -una técnica basada en rayos X que permite analizar el interior de un bloque sin manipular el fósil original- con estudios granulométricos y geoquímicos sobre la composición del suelo y los procesos que ha albergado.

Esas técnicas permitieron averiguar que la tierra que se utilizó para rellenar la cavidad era distinta a la del resto del nivel en el que se había encontrado la cavidad -lo que significa que la extrajeron del suelo en otro lugar de la cueva-, y que ayudó a conservar el cuerpo articulado tal y como fue encontrado.

Además, la tierra tenía algunos de los restos químicos que se generan en los procesos de putrefacción mediados por bacterias, "otra muestra de que el cadáver fue depositado inmediatamente después de morir y con sus tejidos blandos", añade Martinón Torres.

En paralelo, investigadores del CENIEH llevaron a cabo la excavación del bloque de sedimento y el análisis microscópico de los huesos y los dientes del niño.

Pero Panga ya Saidi también es importante para los arqueólogos, ya que junto a los restos humanos se han encontrado herramientas de la tecnología MSA, un tipo de industria bastante avanzada que también se había atribuido a otras especies como el Homo naledi de Sudáfrica.

"Este yacimiento contiene la primera asociación directa del uso de esta industria por parte del Homo sapiens, algo que para los arqueólogos supone una evidencia muy importante", concluye la responsable del CENIEH.