Cada año la malaria, que se contagia a través de la picadura de la hembra de los mosquitos del género Anopheles, mata a más de un millón de personas.

Las sustancias químicas utilizadas para combatir a este insecto se convierten en obsoletas después de un tiempo porque surgen nuevas generaciones de mosquitos resistentes, lo que obliga a gastar millones de dólares en nuevos productos.

El Dr. Andrew Read y sus colegas de las universidades de Penn State (EEUU) y de Open University en el Reino Unido afirman que la solución a este problema es un insecticida químico o biológico de acción lenta, que elimine sólo a los mosquitos adultos, los únicos capaces de transmitir la malaria.

Su investigación aparece publicada hoy en la revista PLoS Biology.

"Los insecticidas pulverizados sobre las paredes o las mosquiteras son métodos efectivos para controlar la malaria ya que matan a los insectos o les impiden acceder a la sangre humana que necesitan para poner huevos, pero eso conlleva una selección en favor de los mosquitos resistentes al insecticida", explica Read.

Una vez que los parásitos de la malaria infectan a un mosquito, necesitan entre 10 y 14 días -entre dos y seis ciclos de producción de huevos- para madurar y migrar hacia las glándulas salivales del insecto, desde donde pasan a los humanos a través de una picadura.

"Para detener la malaria, sólo necesitamos matar a los mosquitos adultos", afirma Read, quien señala que esto puede hacerse también cambiando el modo en el que se utilizan los insecticidas actuales, "simplemente diluyéndolos".

El entomólogo y sus colegas trabajan en un biopesticida fúngico que tarda entre 10 y 12 días en eliminar a los mosquitos y que por ello no tendrá grandes efectos sobre la reproducción, lo que hará innecesario desarrollar una resistencia a esa sustancia.

"Esto quiere decir que estos insecticidas serán útiles durante más tiempo que los convencionales -quizás para siempre-", según el científico.

Para averiguar el efecto de estos pesticidas sobre los mosquitos, los investigadores recurrieron a un modelo matemático de la transmisión de la enfermedad utilizando factores como los ciclos de puesta de huevos de los Anopheles y el desarrollo de los parásitos en el insecto.

Sus conclusiones fueron que al afectar sólo a los mosquitos que han completado al menos cuatro ciclos de puesta de huevos las picaduras infecciosas se reducen en un 95%, mientras que el desarrollo de una resistencia al insecticida es mucho más lenta o inexistente.

El siguiente paso es probar el producto sobre el terreno, donde el mayor desafío será vencer la resistencia de la población, ya que el propósito "no es acabar con las picaduras", señaló Read.

"Los mosquitos jóvenes no son peligrosos, pero son molestos y nuestra estrategia no tiene como objetivo controlar a los mosquitos, sino a la malaria", explicó.

El científico advirtió de que la eliminación de estos dípteros tiene un "precio elevado" ya que los insecticidas que matan indiscriminadamente imponen una selección genética que los termina haciendo ineficaces.

Según Médicos Sin Fronteras, la malaria mata cada año a entre uno y dos millones de personas e infecta a entre 300 y 500 millones en 100 países, y amenaza al 40% de la población mundial.

El 90% de las muertes se produce en el África subsahariana.

Los síntomas de la enfermedad son fiebre alta, escalofríos, dolores articulares, dolor de cabeza, vómitos, convulsiones y el coma.