¿Por qué es austera la Semana Santa en Castilla y León?

La belleza "ha de buscarse en su sobriedad y su llaneza. Otra cosa sería incompatible con nuestro temperamento", dijo Delibes

Acto del Desenclavado de la Cruz en Burgos. | R. Ordóñez - Ical

Acto del Desenclavado de la Cruz en Burgos. | R. Ordóñez - Ical / Roberto Jiménez (Efe)

Roberto Jiménez (Efe)

Los comercios apagaban las luces, los cines y teatros cerraban sus puertas, sonaba música clásica y no había terrazas porque el drama del Gólgota desfilaba el Viernes Santo en medio de "un silencio espeso, sombrío y doliente", como escribió Miguel Delibes en 1952 para la revista "Mundo Hispánico".

Procesión del Vía Crucis de Salamanca. | Jesús Formigo - Ical

Procesión del Vía Crucis de Salamanca. | Jesús Formigo - Ical / Roberto Jiménez (Efe)

Con tres adjetivos, el periodista y entonces incipiente escritor definió la idiosincrasia de la Semana Santa de Valladolid a través de unos rasgos que también identificó con la devoción y religiosidad popular de las ciudades de su entorno, porque "Castilla se muestra como lo que es: sobria, lacónica y llana", apostilló el novelista.

La belleza de su Semana Santa, de sus procesiones "ha de buscarse, pues, en su sobriedad, su llaneza y su laconismo. Otra cosa sería una inconsecuencia, incompatible con nuestro temperamento", anotó Delibes sobre una tierra donde la procesión va por dentro hasta configurar una manera de ser y de estar en todos los órdenes.

Varias personas, especialistas en sus respectivos ámbitos y conocedores de la Semana Santa, explican a Efe algunas de las razones de esa singularidad, entre ellas un arzobispo, un escultor o un alcalde.

"Siempre he creído que el paisaje imprime en sus gentes unas señas de identidad determinantes. La naturaleza y su climatología marcan una forma de vivir y de expresarse, de sentir, tanto en las expresiones artísticas como en sus creencias y rituales", explica el escultor Óscar Alvariño, autor de sendos monumentos dedicados a la Semana Santa en Palencia y Valladolid.

Por tanto, añade este profesor en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, "la austeridad en Castilla y León es el resultado externo de un entorno que comparte una determinada afinidad al formar parte de sociedades que habitan muy cerca de la naturaleza: el ecosistema define el paisaje que nos cobija y, a la vez, nuestro propio carácter".

Un pueblo, una tierra

En la misma línea, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, sitúa en la naturaleza buena parte de una religiosidad popular "con pocos adornos" como consecuencia de lo que considera "la conjunción de un acontecimiento, un pueblo y una tierra". No obstante, la tendencia "a una cierta uniformidad cultural lo está cambiando todo", ha avisado sobre el riesgo de cierta globalización también en este aspecto.

De ese paisaje forman parte los pinos que las mejores gubias del Renacimiento y del Barroco (Juan de Juni y Gregorio Fernández) transformaron en imágenes de devoción, tallas donde el patetismo y la tragedia no perseguían el arte por el arte sino estimular la piedad, el fervor, la penitencia y la conmiseración populares de quienes las contemplaban en las calles.

Las procesiones "son austeras porque se realza con ello el mensaje que a través de las incomparables imágenes que desfilan nos trasladan los insignes artistas que las tallaron", apunta en esta línea el alcalde de Valladolid, Óscar Puente. "Buscaban ahondar en el fervor popular, conmover a los fieles mostrándoles el sufrimiento y el dolor que se desprende de la Pasión y Muerte de Jesús, el Hijo de Dios", agrega el alcalde de la ciudad cuyas banderas consistoriales, en señal de luto, ondean a media asta el Viernes Santo o de la Cruz.