La agonía de los quioscos

El COVID, las restricciones municipales y la falta de lectores avocan al cierre de muchos establecimientos

Alejandro Pérez en su quiosco. | N. Gallego - Efe

Alejandro Pérez en su quiosco. | N. Gallego - Efe / José Anselmo Moreno

José Anselmo Moreno

Alejandro Pérez García tiene poco más de 40 años, y lleva una década "resistiendo" en su quiosco frente al Teatro Calderón de Valladolid, pero al hablar de los problemas de estos emblemáticos espacios que desaparecen de las calles de toda España, y una vez cerrados parecen búnkeres, lo hace con un punto de rebeldía y, de hecho, es hiperactivo en redes sociales porque quiere reactivar su negocio como sea.

Asegura en una entrevista con Efe que los quioscos de calle son más complicados, pues los que están en un local pueden vender un brick de leche si quieren pero "hay una ordenanza que marca que los quioscos a pie de calle solo pueden poner a la venta un 20% de productos que no sean papel y eso limita muchísimo", subraya Alejandro al tiempo que cuenta que ya hay ciudades donde los quioscos pueden servir café.

Afirma también que la pandemia fue un descalabro porque surgió el problema de la desinformación, al creer la gente que el papel transmitía el virus. "Recuerdo un anuncio sobre el COVID que mostraba a una persona con una revista transmitiendo el virus y muchos de nuestros compradores veteranos ya no venían o no les dejaban sus hijos. De hecho, decían a los padres que no bajaran al quiosco y les enseñaron a leer las publicaciones en un ordenador", relata.

Sin ayudas

También habla Alejandro de que algunos bares decidieron que aquello era la "excusa perfecta" para prescindir de un gasto menor, como los periódicos o revistas, y recuerda que la hostelería recibía ayudas pero los quioscos, no.

Cuenta también que aprovechó los primeros meses de pandemia para cambiar su quiosco de seis metros cuadrados por otro de ocho y, de paso, evitar que una compañera que tenía que cerrar cargara con los gastos de grúa al levantar su superficie.

Ahora Alejandro potencia la venta de cómics y apura también lo de vender periódicos porque "como han cerrado tantos compañeros, ya no hay muchos sitios donde comprarlos, por eso vienen a mí e incluso me piden por favor que no cierre".

Asegura que aún se puede sacar un sueldo "ajustadito" trabajado de quiosquero, pero en su caso hace un horario "maratoniano" de siete de la mañana a ocho de la noche. "Yo vivo con mis padres y no tengo mucho más que hacer, pero es que si hago cuentas de lo que trabajo y lo que gano puede salir a menos de 6 euros la hora", subraya.

Precisamente el hecho de que vayan desapareciendo esta especie de edificios en miniatura, como los quioscos, hace que se despersonalice un poco el paisaje de las ciudades. Así lo apunta desde la Unión de Consumidores (UCE), José Luis Picado, quien asegura que el cierre de quioscos y de locales tradicionales hace que ahora las calles céntricas de las ciudades sean todas "muy parecidas", con tiendas de marcas similares y existe "cierta pérdida de identidad".