Desde su domicilio salmantino, donde reside hace más de dos décadas, el poeta leonés Antonio Colinas vive con “intensidad” y “preocupación” estos días de retiro forzoso acompañado por su mujer y su hijo. El Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana pasa las horas esperanzado en que, tras superar esta situación, seamos capaces de despertar “esa sabiduría que sana y salva, donde está la esperanza”.

-¿En qué ocupa los días de confinamiento?

-En parte en algo que hago siempre: trabajar, escribir, leer, escuchar música. Pero ahora con tareas domésticas más intensas, como la de poner orden en libros y papeles, en cada cosa de la casa. La mente en esta situación debe estar ocupada y en prácticas positivas.

-¿Qué es lo que más echa de menos de cuando se podía salir a la calle?

-Suelo pasear una hora cada día deprisa. Es lo que más siento no poder hacer, además del hecho de ver viva la ciudad, de ver sus gentes. Pasear cada día Salamanca es pasear en un museo. Lo suplo con una tabla de gimnasia muy elemental, insuficiente, con los ejercicios de chi kung que a veces he practicado de manera más intensa.

-Estamos en un momento en que todos, queramos o no, tenemos más tiempo para pensar. ¿Qué reflexiones le pasan por la cabeza ante la situación actual?

-Sí, en estos días es más útil reflexionar que sentir, porque los sentimientos tienden al pesimismo, a pensar en el virus y en la grave situación social y económica. Sin embargo, estas reflexiones son esperanzadas también, pensando en que saldremos hacia un tiempo nuevo: con una vida más sencilla, más cercana a la naturaleza, más sana, más alejada de esa filosofía del todo vale en la que ahora parece que estamos sumidos.

-Una crisis así puede suponer una catarsis, ¿qué sería preciso cambiar cuando esto quede atrás?

-Espero que después de la crisis llegue un renacer para bien en todos los sentidos. A ello nos ayudará este tiempo de reflexionar en la esperanza, en la serenidad; salir para lograr equilibrio y armonía, para alejarnos de los viejos enemigos seculares, como el cainismo anarcoide en los comportamientos. Y desear lo mejor para sectores que siento cerca: como las librerías, las editoriales, la situación de los escritores autónomos jubilados. Para la cultura, en definitiva. Sin cultura no hay humanismo posible.