Hace apenas unos días miles de tractores recorrían las calles de muchas ciudades españolas para reclamar reconocimiento al sector y unas condiciones dignas, empezando por unos precios que permitieran cubrir los costes de producción, algo que en muchos casos no se alcanza. La crisis del COVID-19 ha obligado a dejar de lado estas protestas pero ha mantenido parte de las miradas sobre el sector agrícola y ganadero, que augura nuevas dificultades a la complicada situación que ya atravesaba, pero que, paradójicamente, vuelve a erigirse como un sector estratégico la hora de garantizar alimentos a toda la población, en especial en momentos como el actual.

"Cuando empezamos con las movilizaciones éramos la peste, lo peor, y ahora la gente se va a dar cuenta de quién les mantiene", reconoce a Ical Florencio Escarda, ganadero en Tierra de Campos, entre las provincias de Zamora y Valladolid. En su rutina diaria asevera que no se ha visto obligado a hacer grandes cambios, porque es un trabajo que tampoco lo permite. "La rutina la mantengo, la ganadería va igual, todos los días al trabajo y no hay más", añade.

Las alteraciones que ha sufrido vienen provocadas porque un trabajador con el que cuenta está en casa, además de que ha ido al matadero con mascarilla y guantes para evitar un posible contagio, sin olvidar que se ha notado, al menos esta semana, un cambio de tendencia en el consumo. "La gente fue a comprar y la semana pasada hubo mucha demanda, pero estos días se ha consumido la mitad en las carnicerías". Florencio Escarda augura que esta situación "se regulará" porque "la gente tiene que comer", al tiempo que se pregunta por la incidencia que tendrá esta crisis. "Ahora se va sacando, pero si esto se alarga, no se sabe cómo repercutirá".

A pesar de ese carácter esencial de su trabajo, los productores agrícolas también están obligados a someterse a las recomendaciones realizadas por el Gobierno para frenar la expansión del virus, si bien la opción de teletrabajo, que se está aplicando en muchas empresas, resulta imposible en una profesión como esta, que no entiende de horarios ni de jornadas festivas.

Luis Manuel Febrero preside una pequeña cooperativa familiar también en Tierra de Campos, donde se dedica fundamentalmente al secano y a la producción de cereal y forraje para alimentación humana y animal. Consciente de la "responsabilidad" que tiene el sector para seguir alimentando a la ciudadanía, reconoce tener "una sensación rara" porque se mantiene la actividad "más o menos como hacemos habitualmente" aunque todo ello en medio de "un gran vacío, porque no te encuentras con nadie".

Aunque defiende que se está funcionando "bien" reclama medidas para que el sector no actúe "como si no hubiera nada" pero sí se tenga en cuenta la relevancia que tiene esta actividad, junto con la sanidad o el transporte, y esté "a pleno rendimiento". Augura que si no se toman "medidas drásticas" y dada la situación que se vive, tan solo se dispondrá de la materia prima que se produzca en España porque "no van a sobrar las materias primas", declara. "Ahora se van a valorar las cosas que hasta ahora no se valoraban" y aunque el ánimo "no es el mismo", los profesionales se suben cada día al tractor "por responsabilidad".

Desinformación

Héctor Rodríguez nació hace 45 años, está casado, tiene una hija de doce años y uno de 18, que trabaja con él en la explotación de cereal de secano y forrajes que gestiona en Tardobispo y en un viñedo en Venialbo (Zamora), con la ayuda de un empleado. "Hay una desinformación importante. La gente no sabe si puede abrir o no sus establecimientos y las cosas se van a complicar mucho porque hay empresas de suministros y aceites que están cerradas y, cuando podamos trabajar de nuevo con normalidad y las máquinas fallen por desgaste o por averías vamos a necesitar materiales que no vamos a tener", advierte.

"Ahí es donde veo el mayor problema. Ayer me sirvieron gasóleo con normalidad, que tenía encargado desde hace un semana pero cuando haya averías, a ver. Desde la crisis, tanto talleres como concesionarios oficiales no tienen existencias almacenadas y piden los repuestos según tienen demanda. Nosotros hacemos el ciclo cerrado, con máquinas para transformar y vendemos también paja y forraje. Veremos cómo van las cosas", añade. "Se van planteando dudas a cada paso", insiste.

"Coincide con la época de siembra de maíz y remolacha. Hay labores que se pueden posponer relativamente, como los barbechos, pero siempre dependes del tiempo. Si llueve, el terreno no se pone duro pero si deja de llover, hay que labrar. Los días son más largos, calienta y hace viento y, si se seca el terreno, no entran los arados", explica. "Lo urgente es sembrar el regadío", rubrica.

Evitar la enfermedad

El agricultor y ganadero de porcino de Ágreda (Soria), Jesús Cacho Ruiz, señala que su mayor preocupación es "no caer malo" a consecuencia del COVID-19, y añade que sus labores tanto en el campo como en la explotación que gestiona puede realizarse "sin problema" porque trabaja solo. Otra de sus preocupaciones pasa por contar con suministro de piensos alimenticios y los servicios veterinarios. "Si se paraliza el transporte podría ser fatal para el sector", advierte.

Asimismo, lamenta que esta semana, debido a la nieve y lluvia que ha caído, los agricultores de Soria no han podido abonar y echar herbicida al campo. "No se puede entrar en las fincas. Creo que en el campo se puede trabajar perfectamente, ya que estamos solos", destaca. Por último, resalta que cuando los agricultores se trasladan a adquirir utensilios u otros bienes a las empresas suministradoras se guarda la distancia que corresponde. "Lo más importante es que no nos falte el transporte y que no nos confinen", dice.

Por su parte, Alberto Alonso, agricultor de Monasterio de Rodilla (Burgos), no se ha movido de casa desde que empezó la cuarentena debido al mal tiempo, aunque al cesar estas condiciones climatológicas volvió al campo "con guantes y mascarilla" porque se encuentra "muy concienciado" con la situación, a pesar de que en los pueblos parece que la realidad es otra y la gente "no termina de ver la gravedad del tema".

Lechazos y cochinillos

Como era previsible, las dificultades por culpa del coronavirus no han tardado en llegar y las organizaciones profesionales agrarias ya alertan de la complicada situación que viven algunos ganaderos, en especial de lechazos y cochinillos, como consecuencia del cierre de los establecimientos hosteleros, lo que ha hecho caer en picado las demandas de estos productos.

Las organizaciones advierten de que muchos productores no saben qué hacer con los animales y piden la adopción de medidas para evitar que se vean abocados a una posible quiebra, fundamentalmente destinadas al almacenamiento de estos animales para que puedan estar disponibles una vez superada esta crisis, cuando volverá a aumentar la demanda.

Para la familia Rubio, afincada en la localidad salmantina de Garcihernández, los problemas derivados de la crisis generada por la pandemia del coronavirus son dobles, ya que se dedican tanto a la agricultura como a la ganadería de vacuno y ovino, si bien uno de sus miembros, Carlos Rubio, señala que "para la siembra, si dejan pasar las semillas para la plantación de patatas y maíz, que vienen de Holanda, no debería haber problema". Aunque todo depende de la duración de las medidas, porque "si llegan a primeros de mayo, puede haberlos".

La situación más preocupante ahora, sin embargo, es la de la carne de vacuno y ovino, dado que "han cortado la producción en los mataderos, porque no venden a los restaurantes", y eso obliga a "seguir criando y cebando al animal y venderlo grande, pero es lo que toca". Porque, como relata el benjamín de esta familia, en la que cinco de sus miembros se dedican a la agricultura y la ganadería, "aguantar aguantas, porque las pérdidas no son inmediatas, pero no se han dado plazos y por eso vamos día a día, limitados y con los temas administrativos parados".

En cuanto al día a día en el trabajo, Carlos Rubio reconoce que también ha cambiado porque aunque "el horario es casi el mismo", solo salen "a hacer lo principal, ordeñar a las ovejas o a dar de comer al ganado, y de ahí directos a casa", sin exponerse "al contacto con nadie". Y es que los vecinos de la localidad salmantina de Garcihernández se han tomado "muy en serio" las limitaciones de movilidad por el coronavirus.