"No me había pasado nunca pero tuve una fuerte discusión que terminó en un episodio de malos tratos hacia mi mujer. Al principio crees que no es nada, que sólo la has empujado y causado unos hematomas y que de pequeño en casa viviste algo similar y todo se arreglaba. Luego viene la Policía a tu casa, te lleva esposado y finalmente hay un juez que te condena", narra a Ical un agresor rehabilitado.

Carlos -que utiliza un nombre ficticio y trata de evitar que su relato identifique a su víctima- accede a explicar su experiencia tras más de dos años sin reincidir gracias a lo aprendido en 32 sesiones terapéuticas realizadas en un periodo de entre nueve y 12 meses.

Él es uno más de los participantes en el Programa de Intervención para Agresores de Violencia de Género en Medidas Alternativas (Pria-ma), que depende de Instituciones Penitenciarias y gestiona en Valladolid desde 2014 Proyecto Hombre a través de un convenio con la financiación de la Obra Social de La Caixa.

"¿Por qué estoy aquí si no he hecho nada?", se preguntaba Carlos al iniciar el programa contrariado por haber recibido una citación judicial, no conocer a nadie de los que le rodeaban, ni saber bien qué delito había cometido.

"Si no quieres ir a la prisión de Villanubla es la única opción", le espetó entonces José Luis Rodríguez, psicólogo de Proyecto Hombre encargado del trabajo terapéutico.

Hoy el agresor, ya rehabilitado, señala que después de las primeras sesiones de terapia y pasados unos días se van asimilando situaciones que otros contaban que les habían ocurrido también a ellos y que nunca debió utilizar la violencia.

"En mi caso fue un ataque de ira sumado a una falta de autoestima y discusiones por que no sabía decir que no a los amigos y a mi pareja la dejaba tirada", rememora para decir que hoy en día "sigue aprendiendo y enseñando" lo asimilado en la terapia a compañeros de trabajo o amigos que le piden ayuda si tienen problemas con sus mujeres o novias.

José Luis Rodríguez, psicólogo y Mari Paz de la Puente, directora de Proyecto Hombre en Valladolid

"Te enseñan a utilizar la inteligencia emocional y a respetar que tu mujer puede salir con su grupo de amistades como lo haces tú sin que tengas que preocuparte o la controles y a no levantar la voz por cualquier cosa", explica Carlos en torno a lo que le aportaron las sesiones psicológicas.

A su vez reconoce que lo que al principio era una "banda descontrolada donde cada uno iba por su lado", terminó siendo un grupo cohesionado y convencido de que lo aportado sirve. "Al final muchos lloramos reconociendo errores e incluso, algunos duros que decían que en su país usar la violencia no era tan malo, entendían que tenían un problema muy grave y debían solucionarlo", argumenta.

José Luis Rodríguez, psicólogo encargado del Pria-ma, recuerda que se formó previamente para poder impartir por primera vez en 2014 la iniciativa de la Dirección Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio del Interior.

"No había trabajado nunca en este campo y al principio es algo emocionante pero cargado de incertidumbres", resume, al tiempo precisa que en cinco años ha pasado por la terapia en torno a un centenar de hombres de varios países y continentes con culturas dispares como España, Rumanía, Marruecos, Argentina o República Dominicana.

Sin que la violencia de género sea algo que deba relacionarse con las adicciones, apunta que sí percibió que había participantes que consumían sustancias psicoactivas y que alguno tenía serios problemas. "Pensé que al tener mucha experiencia en este apartado podía venirme bien para lograr una buena alianza terapéutica. Hay que partir del hecho de quien acude a este programa lo hace obligado al tener una condena firme por violencia de género. Las primeras semanas son difíciles ya que te sienten como un enemigo y no forman grupo al tratarse solo de una serie de personas que están juntas. Luego ya empiezan a estrechar lazos y a relacionarse", concreta.

Rodríguez señala que -una vez que se da a los agresores una serie de herramientas para que puedan "reinterpretar" en grupo lo que les condujo a maltratar a sus parejas- acaban haciendo una lectura realista y objetiva que les convence de la responsabilidad de sus actos.

"Se les hace ver que han tenido pensamientos irracionales, mucha permisividad y una actitud abierta hacia los comportamientos violentos. La labor de prevención es clave y hay que educar sobre el respeto, la tolerancia y la igualdad", arguye.

Reconocer que han actuado mal y han delinquido cuesta inicialmente pero el nivel de aceptación de los errores de los condenados por violencia de género acaba siendo muy alto.

El objetivo es que en la historia de cada uno identifiquen los factores de riesgo y se les enseñe a empatizar, a ponerse en el lugar de la pareja y a resolver problemas relacionados con una baja competencia social o escasas habilidades sociales.

"Incluso, a quienes consumen sustancias como el alcohol, se les hacer ver que actúa como un potente desinhibidor que se agrava ante un enfado", enfatiza Rodríguez.

José es el nombre supuesto de otro agresor de su mujer que actualmente afronta el proceso de terapia. Lo inició hace cuatro meses para cumplir con la medida judicial impuesta como alternativa para no ingresar en prisión y quiere contar su historia para que pueda servir de ejemplo a quienes utilizaron la violencia machista.

"Vine a la terapia como un extraño y todo me parecía raro y muy injusto. Hice el tonto tras haber caído en un pozo sin fondo en mi trabajo, mi pareja quiso en un momento darme celos a modo de escarmiento para que le prestara atención y lo pagué con ella. También con mi familia y amigos y se me fue de las manos. Aquí estoy, pero aprendo cada día de mis errores y de que en la vida hay soluciones a los problemas", señala con tono de arrepentimiento.

En torno a su actitud violenta manifiesta que se ha dado cuenta de muchas cosas del pasado que hizo "muy mal" y que con la terapia que está recibiendo se "siente bien", además de añadir que, dado que es creyente, "gracias a Dios" ha podido encontrar una salida.

"De no venir al programa me hubiera hundido más y podría haber hecho algo peor", se congratula.

A su vez significa que, aunque ha perdido el trabajo que tenía por tener que cumplir con la pena alternativa por maltrato, su jefe le ha dicho que al concluir el programa le dará "una nueva oportunidad". Mientras tanto, ya se la ha dado su pareja -con la que ha vuelto- sus padres, hermanas y también sus suegros y ve clave en su futura rehabilitación tanto la ayuda psicológica como "todo el enorme apoyo del entorno familiar" que ha recibido.

La directora de Proyecto Hombre Valladolid, Mari Paz de la Puente, se suma a los testimonios sobre las bondades del Programa de Intervención para Agresores de Violencia de Género en Medidas Alternativas (Pria-ma).

"Llevábamos ya un largo trabajo de sensibilización y motivación con la población reclusa de los centros de Valladolid y Palencia para que pudieran cumplir parte de sus penas en nuestros centros de rehabilitación. Instituciones Penitenciarias nos brindó la oportunidad de gestionar este programa y suponía dar un paso más para apoyar a las personas, que como la mayoría de las que llegan a esta terapia, están riesgo de exclusión social", explica.

Proyecto Hombre emite informes periódicos sobre el rendimiento de los grupos, la puntualidad, la asistencia o el grado de cumplimiento de las personas condenadas por malos tratos que incorporan de partida un fuerte rechazo social.

"No tienen delitos de sangre pero en general se piensa que su rehabilitación no va a ser posible. Esta situación se puede revertir aplicando nuestra metodología de optimismo terapéutico y haciendo una apuesta por el humanismo basado en la persona más allá de su historia anterior para demostrar que puede vivir de otra manera", significa.

Para resumir, la psicóloga puntualiza que las cifras avalan que un 95 por ciento de los personas que han pasado por el Pria-ma no reinciden en un delito relacionado con la violencia de género. "Se trata de un éxito fantástico que permite a esta gente volver a recuperar cierta autonomía en su vida y a reinsertarse personal y socialmente", puntualiza.

Carlos Blanco, director de la prisión vallisoletana de Villanubla, sostiene que las condenas a medidas alternativas al ingreso en prisión "son efectivas" siempre que se apliquen programas adecuados al delito cometido.

"Antes se imponían trabajos en beneficio de la comunidad por violencia de género y era absurdo. Lo lógico es que si has sido violento con tu mujer o pareja es que la terapia se oriente a no repetir esa conducta, ya que no se soluciona barriendo una calle", agrega.

En su opinión, la institución penitenciaria "ha ido cambiando con el tiempo" y hay programas específicos tanto para delitos de maltrato, como en el caso de quien ha conducido bajo los efectos del alcohol, que recibe formación para concienciarse del riesgo y de las consecuencias.