Era un secreto a voces. Todos en el PP y en el resto de fuerzas políticas sabían que hacía tiempo que la presidenta de las Cortes de Castilla y León, Silvia Clemente, y la dirección de su partido, con Alfonso Fernández Mañueco al frente, se habían caído mutuamente en desgracia.

En privado, numerosos dirigentes del PP criticaban el que consideraban como excesivo protagonismo y ambición de Clemente, pero solo alguna insinuación y discrepancias de criterio en público exteriorizaban esta situación. Y lo mismo ocurría del otro lado. Acostumbrada a "cortar" a los parlamentarios que se excedían en el Pleno de las Cortes -incluido a los del PP-, finalmente ha sido Clemente la que no se ha "cortado" y ha dado rienda suelta a sus sensaciones, reflexiones y sobre todo críticas a Mañueco, a quien ha retratado de forma "inclemente" como alguien sin palabra, sin capacidad y sin liderazgo, precisamente algunas de las cualidades que ella sí ve en sí misma.

Ambos llegaron juntos y como "fichajes" del presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, al primer Ejecutivo que formó 2001. Ella asumió la cartera de Medio Ambiente y él la de Presidencia. Toda una señal ahora.

Para Clemente después llegaron la de Cultura y Turismo (2003-2007) y la de Agricultura y Ganadería (2007-2015), para completar su trayectoria en la primera linea política con casi cuatro años al frente del Legislativo de Castilla y León (2015-2019), siempre con su sello particular, con una intensa actividad y proyectos, como el 'corazón amarillo' de la marca de calidad alimenticia de Tierra de Sabor.

En el ámbito del partido, sorprendió su rápido y aparentemente sólido posicionamiento de apoyo a la candidatura de Mañueco en las primarias que les enfrentaron al leonés Antonio Silván, arropado en aquel momento por el Gobierno autonómico en pleno, con el presidente Herrera a la cabeza, aunque manteniendo las formas.