Trabajar debería servir para ganarse la vida no para perderla y garantizar la seguridad tendría que estar en la cabecera de objetivos de cualquier empresa. Pero las cifras no engañan y lo cierto es que la siniestralidad no para de crecer con la recuperación económica. El último informe sobre accidentes laborales de la Junta deja patente que se está perdiendo la batalla por la prevención con 33 fallecidos por accidente en su jornada de trabajo hasta septiembre, seis más que en 2017 y sólo a uno de los 34 de todo el ejercicio anterior; a los que habría que sumar otros diez "in itinere", que suman cuatro muertos a los del año anterior por septiembre y alcanzan la cifra global de todo el año.

El sector terciario, el de servicios, fue el responsable de este importante aumento de fallecidos por accidente laboral, ya que concentró 20 muertes en los nueve meses de estudio, el doble que un año antes; mientras que la industria asumió seis, tres menos que en 2017; la construcción, cuatro, uno por debajo de los producidos hace un año; y la agricultura mantuvo sus tres trabajadores malogrados.

Los datos recogidos por Ical, indican que también se produjeron 152 siniestros graves, 14 más que un año antes, también impulsados por el sector servicios. Estas actividades concentraron 70 sucesos graves, 15 más que en 2017; mientras que en la industria descendieron en uno, hasta los 38; y se mantuvieron estables el sector agrario y en la construcción, con 23 y 21, respectivamente.