En Castilla y León son varios los lugares emblemáticos que han recibido críticas negativas por parte de los usuarios de estas webs de viajes.

Uno de los comentarios más repetidos sobre las catedrales y las iglesias es el de tener que pagar, en algunas ocasiones una cantidad "elevada", para poder visitarlas. Es el caso, por ejemplo, de la Catedral de Zamora, un turista mostraba en esta página web su desacuerdo por tener que "pagar cinco euros por visitar la casa de Dios". En los comentarios de la Catedral de Burgo de Osma (Soria), una usuaria compartía "no poder rezar por el fallecimiento de un familiar" en el interior de la catedral puesto que tenía que pagar 2,50 euros de entrada y la solución que le dieron por parte de los responsables de la taquilla fue "rezar desde fuera".

El precio no es la única opinión negativa que se escribe sobre las catedrales castellanas y leonesas. La Catedral de León recibió la crítica de una turista por no permitirle entrar con su mascota en un transportín en el templo. Pidió que se replantearan esa norma para que los animales pudieran entrar en el templo leonés, porque "Jesús también amaba a los animales" y "muchos humanos que entran a las catedrales carecen de la bondad que tienen estas criaturas de Dios".

"La Bella Desconocida", como se conoce popularmente a la Catedral de Palencia, fue también objeto de críticas, concretamente por la visita guiada que se realiza, y no por el monumento en sí. Un grupo de visitantes denunciaba que la guía los "sometía a una inclemente sesión de catequesis", y sugerían una "profesionalización" del sector de los guías turísticos para evitar este incidente.

En Soria, los turistas expresaban que la Concatedral de la ciudad estaba muy oscura y para poder iluminar el altar tenían que pagar dos euros.

Además criticaban también la suciedad de las capillas, "con mucho polvo". En otra catedral la falta de luz recibió igualmente opiniones negativas, en la Catedral de Burgo de Osma (Soria), algunos turistas explicaron que tuvieron que "usar la linterna del teléfono" para guiarse por los pasillos. Pese a "la pobre claridad que entraba por sus vidrieras", "la belleza de sus muros exteriores conseguía hacer olvidar la decepción de no poder contemplar su interior", explicaron.

Para un turista, el Campo Grande de Valladolid "estaba sucio fuera del camino principal, y con demasiados pavos reales que no dejaban de hacer ruido".