La autóctona tinta fina, el tempranillo de Castilla y León, ha desbancado definitivamente a las uvas francesas merlot y cabernet-sauvignon en la marca Conde de San Cristóbal de Ribera del Duero que maravilló a Michelle Obama durante la cena compartida en La Habana con su marido, Barack, y el presidente de Cuba, Raúl Castro, en la histórica visita que el mandatario estadounidense realizó a la isla caribeña el 21 de marzo de 2016 para reanudar las relaciones entre los dos países rotas oficialmente desde el 30 de diciembre de 1960.

"Hemos reinjertado las vides de merlot y cabernet con tinta fina en una reacción patriótica", proclama orgulloso Pelayo de la Mata (Madrid 1946), marqués de Vargas, al explicar esta arriesgada modificación introducida en la Denominación de Origen (D.O) Ribera del Duero, creada en 1982, para sus crianzas y reservas. Guiado por su prestigioso equipo de enólogos, seguros de que la variedad autóctona casa mejor que la gala en su terruño de 80 hectáreas del Pago de Valdestremero, a tan solo cinco kilómetros de Peñafiel y con una producción limitada a una botella por cepa, el aristócrata está convencido de que "el futuro del vino es un problema nacional".

El trago maridado por los Obama y Castro con un lechón en una guarnición de tamales y plátano maduro frito brota de este emblemático viñedo de 45 años, cuyos jugos se guardan durante la crianza entre 12 y 14 meses en barricas de roble blanco francés y ruso, la gran novedad introducida por la Casa Vargas en la década de 1990.

"En nuestros vinos siempre hemos buscado un toque de elegancia que no alcanzan los aromas de la madera americana" porque aporta al envejecimiento de los caldos notas tropicales como el coco, el café, el tabaco y el cacao, cuyos contundentes sabores son menos delicados que los producidos por los árboles franceses procedentes de plantaciones centenarias tradicionalmente utilizadas para la fabricación de barcos de guerra.

Las barricas de roble ruso de origen caucásico contienen aromas frescos y salvajes, propios del frío de la zona, impregnados de los sabores balsámicos del eucalipto. Impulsada por la imagen de la emblemática bodega Vega Sicilia, la D.O Ribera del Duero "ha sido un éxito" por la calidad de los vinos de estas tierras bañadas por el Duero, celebra De la Mata, quien se desmarca ahora de la ortodoxia de las variedades francesas merlot y cabernet. "Ni la una ni la otra se han aclimatado bien a esta zona de cultivo de vid ya que la uva no alcanza su maduración óptima" asegura para justificar su decisión de reinjertar con tinta fina sus cepas francesas del Pago de Valdestremero, desde donde sí que vuelve la mirada a Francia para elaborar un rosado que imita a los tragos provenzales cuya elegancia inspiro a Brad Pitt y a Angelina Jolie a crear en sus tiempos de vino y rosas su propia bodega en el sureste francés al que se mudaron entonces.

"El Flamingo Rosé se hace también con tinta fina que crece a 900 metros de altitud, en la terraza más alta del río Duero", explica Pelayo de la Mata mientras observa en el icónico restaurante Zalacaín este vino rosa pálido y floral de prensa muy ligera, criado sobre lías hasta su embotellado, cinco meses después de su fermentación con levadura autóctona.

Los rosados están de moda, subraya, y son ideales para la introducción de los bebedores ocasionales en el sibaritismo enológico que no acaba de cuajar en España. "Tenemos que atraer a los jóvenes y a las mujeres y para eso hay que huir de la excesiva solemnidad que rodea a las catas", considera, al tiempo que pide a las administraciones públicas que afronten, como asunto de Estado, el raquítico consumo de vino en España, el principal viñedo del mundo, que sin embargo se muestra incapaz de divulgar los efectos benéficos "y hasta curativos" de esta bebida rica en polifenoles con propiedades antoxidantes y vasodilatadoras que invita al diálogo incluso entre adversarios.

"Tenemos un problema nacional", reitera este aristócrata hijo de Hilario de la Mata, un visionario que se lanzó en 1942 a traer a la España de la posguerra los principales vinos y licores del mundo que deleitaban a las élites en los hoteles Palace y Ritz y vio una oportunidad de oro para el crecimiento de su negocio en la histórica foto que Franco y Eisenhower se hicieron en Madrid en diciembre de 1959, un balón de oxígeno para el régimen en un momento clave. "Lo primero que hizo mi padre fue enterarse de lo que bebían los norteamericanos que iban a venir a España", rememora con una pícara sonrisa De la Mata, cuya familia llenó sus almacenes de bourbon Four Roses para saciar la sed de las tropas norteamericanas que establecieron sus bases en territorio español.

Los Vargas siguieron vinculados a los viñedos de La Rioja, donde en el siglo XIX, el octavo marqués de esta casa plantó las primeras vides cerca de Logroño aunque no fue hasta 1989 cuando Pelayo de la Mata y sus hermanos relanzaron su apuesta por el tinto riojano con la construcción de una bodega en la Hacienda Pradogalar, en el corazón de La Rioja Alta.

Y en 2003 se aventuraron con el Albariño en el Pazo San Mauro para elaborar unos blancos en la zona más soleada de la Denominación Rías Baixas al lado de la ribera del Miño. "La mayor parte de las cepas son de Albariño pero también plantamos Loureiro y Godello", celebra al izar una copa de su Sanamaro 2016 para brindar por los vinos españoles, un gozo para el espíritu y el cuerpo que aconseja no tomar jamás ni como refugio de penas ni como estimulante.