El capellán castrense de la Academia Básica del Aire, Francisco Javier Boada González, saltó en paracaídas por primera vez, a unos 10.000 pies de altura, en un tándem acompañado por un instructor que le dio "las indicaciones precisas" y al que calificó como "un ángel de la guarda". De su salto destacó "la caída libre" que fue "lo más emocionante por la gran velocidad". También se emocionó con el silencio, que le permitió escuchar por primera vez "el silencio elocuente de Dios".

Sin notar miedo en el momento de tener se saltar del avión, Boada depositó su confianza en el piloto que le acompañaba, y sintió "la belleza de la creación de Dios".