Dos días después de presentar su tesis doctoral, el pasado mes de noviembre, desde la prestigiosa revista "Forbes" contactaron con la investigadora vallisoletana Miriam Rueda (Valladolid, 1987) para comunicarle que era una de las candidatas a formar parte del ranking "30 under 30", que reúne "las mentes más prodigiosas del mundo" en categorías tan dispares como las finanzas, la tecnología, industria, ciencia, política, educación o arte. Desde "Forbes" llegaron a ella como cabeza visible del proyecto LightEnergy, que está desarrollando una batería a base de hidrógeno que podría alargar la batería de los drones hasta rondar la hora de autonomía. Sorprendida y honrada porque la hubieran tenido en cuenta para tal reconocimiento, ni siquiera se tomó en serio la invitación para viajar a Londres el pasado lunes, y asistir al acto oficial donde se anunciaría la lista definitiva de integrantes del "30 under 30". Finalmente resultó una de las elegidas entre los "emprendedores líderes, que podrían cambiar el mundo", en palabras de la publicación, y ahora confía en que ese impulso inesperado ayude a que el proyecto en el que lleva trabajando más de cuatro años llegue a buen puerto cuanto antes.

-¿Cómo se enteró de su inclusión en el listado "30 under 30" de "Forbes"?

-Me lo comunicaron por correo electrónico antes de hacer oficial el listado y no me lo creía, tuve que releerlo varias veces porque pensaba que no podía ser posible. Ya estaba muy contenta con el mero hecho de que me hubieran preseleccionado como candidata, pero pensaba que se quedaría ahí la cosa, porque en todo momento fui muy clara y les expliqué que LightEnergy todavía ni siquiera está constituida como empresa, y que aún no tenemos desarrollado el prototipo de nuestras baterías. Ellos aclararon que el reconocimiento llega por la trayectoria del proyecto y por lo que será LightEnergy en el futuro.

-¿Este reconocimiento es a título individual o colectivo?

-Es un reconocimiento al proyecto y a cuantos formamos parte de él, pero somos cuatro personas y yo soy la única que encaja en las bases de "Forbes", de haber nacido como año límite en 1987.

-¿El reconocimiento de "Forbes" puede suponer un espaldarazo al proyecto?

-Sin duda, desde que salió la noticia un montón de empresas ya están contactando con nosotros. Es fundamental, porque para dar el salto que supone conseguir un producto que sea comercializable necesitamos contar con una inversión grande. Hasta ahora, como seguimos contratados por la Universidad, podemos hacer uso de sus equipos, pero cuando nos constituyamos como empresa, para producir esas baterías necesitaremos financiación que nos permita contar con los equipos necesarios.

La UVA como socio

-¿Por qué aún no se han constituido como empresa?

-La patente que tenemos es propiedad de la Universidad de Valladolid, ya que el proyecto parte de una investigación desarrollada en ella; queremos que la UVa sea uno de los socios y vamos a constituirnos como empresa de base tecnológica (EBT). Al no ser una empresa normal el proceso burocrático es más largo y tedioso. Ahora estamos con ese papeleo pero esperamos que este año la empresa sea una realidad.

-¿Cuál fue el punto de partida del proyecto?

-En 2011 Ángel Martín desde el Grupo de Procesos a Alta Presión de la Uva, liderado por María Jose Cocero, consiguió financiación para desarrollar un proyecto de investigación sobre almacenamiento de energía con hidrógeno. Nos fuimos sumando al proyecto Luis Miguel, Alexander y yo, y en 2013 recibimos una beca del programa Prometeo de la Fundación General de la Universidad de Valladolid, gracias a la cual se gestionó la patente, y en marzo del año pasado Luis Miguel fue premiado en el concurso "Vivero Universitario de Promotores Empresariales". En ese momento todavía no se había planteado orientarlo hacia la creación de celdas de combustible para drones, sino que se pensaba en cualquier tipo de aplicación móvil donde tuviera cabida una celda de combustible.

-¿Cómo surgió la idea de las baterías de drones?

Sabíamos que la penetración el mercado de baterías de coches iba a ser muchísimo más difícil, y por la capacidad y dimensiones que necesitan esas baterías había dudas sobre si sería posible desarrollarlo en las instalaciones. El pasado año participamos en el programa para emprendedores Santander YUZZ "Jóvenes con ideas" y fue ahí donde se gestó LightEnergy. Vimos que en el sector de los drones podíamos entrar mucho antes, sin tanta competencia, y una vez que nos diéramos a conocer y tuviéramos la necesaria validación del mercado, podíamos extrapolar la tecnología a otras aplicaciones como podían ser los coches.

-El camino hasta llegar aquí ha tenido que ser largo...

-Es muy duro. Empezamos hace cuatro años con el proyecto sin tener prácticamente nada, y tras mucho trabajo parece que todo va dando sus frutos. Si no crees en ti misma nunca vas a llegar a conseguir nada, pero todos estos reconocimientos sirven para seguir adelante y decir: ahora más que nunca no les podemos defraudar, tenemos que trabajar todo lo posible para tener ese prototipo lo antes posible. 2016 ha sido año de éxitos, de recoger los frutos de todo el trabajo que habíamos hecho antes.

- ¿Cómo podrían revolucionar vuestras baterías el sector de los drones?

Hay aplicaciones que ahora mismo se hacen con helicópteros, y que gracias a ellas probablemente se podrán hacer con drones, como la inspección de placas aerogeneradoras o el acceso a lugares con puntos calientes. Con un dron podrías llegar a zonas inaccesibles sin poner en peligro la vida de nadie. Y como eso muchísimas aplicaciones que ahora mismo no se contemplan pero si la autonomía de los drones fuera mayor sí se podrían llevar a cabo.

-¿Hay empresas que desarrollen tecnologías similares en el resto del mundo?

A nivel mundial hay empresas, no muchas, que están empezando y que tienen alguna batería que dura incluso tres o cuatro horas, sobre todo en Estados Unidos, China o Singapur. Algunas incluso trabajan con hidrógeno, pero con tanques de hidrógeno gaseoso. Eso al final pesa, porque dependiendo de la cantidad que pongas va a conseguir más autonomía.

-Su tecnología puede revolucionar el mundo de los drones pero quizá también el sector de las renovables, porque es libre de emisiones.

-Claro. Cuando empezó como proyecto de almacenamiento de energía nos orientábamos hacia las renovables por su naturaleza fluctuante que no se corresponde en algunos momentos con la variación de consumo. Con este sistema de almacenamiento podríamos ser capaces de almacenar ese excedente de energía que se produce, por ejemplo eólica o solar, para los momentos en los que no hay suficiente producción. Es otra de las aplicaciones que en su momento vimos factible. Ahí necesitaríamos también mucho más tamaño y quizá el sector es mucho más reducido, pero es otra aplicación a la que no estamos cerrados.

- No llega a los 30 años y es licenciada en Ingeniería Química, máster en investigación y acaba de presentar su tesis, además de formar parte de este proyecto empresarial. ¿Ha tenido que renunciar a parte de su juventud para ello?

-No lo considero una renuncia, porque al final tú decides lo que quieres hacer con tu vida, pero es cierto que ser investigadora no es la típica vida que puede tener otro joven que trabaje en una empresa. Yo recibí una ayuda para investigar durante cuatro años para el doctorado, y en ese periodo no tienes que fichar y tienes flexibilidad de horarios. Por una parte eso te da mucha libertad, pero por otra parte te sientes como tu propio jefe y responsable de lo que estás haciendo. Uno de los defectos o virtudes que tengo es que soy muy exigente conmigo misma, y durante una época en la que no tenía ningún resultado satisfactorio me sentía un poco frustrada, porque pasaba muchas horas en el laboratorio y al final no tenía resultados tangibles. En esos momentos si no crees en ti misma o en el proyecto puedes tener la tentación de abandonar, algo que no me planteé gracias al apoyo de mi familia y amigos, y al resto del equipo. Esto te exige ser muy constante, pero a mí me gusta mucho lo que hago; las horas en el laboratorio me resultan amenas. Estoy muy agradecida porque creo que hemos llegado a vivir el sueño de cualquier investigador: dar forma a un proyecto que pueda tener una aplicación real. Ojalá tengamos pronto esas baterías en las manos y las podamos ver, si no es en un dron, en cualquier aplicación de celdas de combustible.

-Nació en Valladolid y se ha formado principalmente aquí. ¿En algún momento se planteó salir?

-Durante nueve meses disfruté de una beca Erasmus en Dinamarca y durante esa estancia tuve la idea de hacer el doctorado. Me rechazaron porque decían que aún era muy joven para hacerlo, y esa fue la única ocasión en que se me ha pasado por la cabeza salir. Es cierto que el pasado año, debido a que ya se me acababa el contrato y me tocaba presentar la tesis, me empecé a agobiar un poco dándole vueltas a qué hacer con mi vida. Yo me he formado en España y me gustaría quedarme aquí, porque es una pena que muchos talentos nacionales se tengan que ir fuera con toda la inversión que se ha hecho para formarlos. Yo de momento percibo que algunas empresas aquí no valoran todo el trabajo que has realizado durante los años de preparación del doctorado. Es cierto que no tienes experiencia como tal a nivel empresarial, pero sí considero que podemos aprender mucho más rápido y que claramente podemos trabajar en un departamento de i+D, entre otros, en una empresa. Creo que todos los premios y el reconocimiento de "Forbes" van a ayudar a que LightEnergy sea una realidad, y queremos intentar por todos los medios que esas baterías sean una realidad. Al final el esfuerzo tiene su recompensa. Siempre he pensado eso porque si no te hundes, y dejas de trabajar y apostar por ello.