En la comunidad este tipo de colaboración es especialmente patente en Valladolid y Salamanca. Pero, ¿qué busca cada uno del otro? Por un lado, los artistas buscan difusión. "Hay muchísima gente a la que leer simplemente no les llama, pero escuchar ya es otra cosa", afirma la poetisa salmantina, Marta Aguadero. La escritora destaca también que a los recitales no acuden sólo aficionados de los versos, sino también clientes habituales de los bares que "decidan darle una oportunidad a la poesía" tras escuchar las obras literarias.

"La lectura por parte de los escritores no tiene nada que ver con la lectura individual de cada uno", explica en este sentido la socia del "Café Beluga" de Valladolid, Almudena Zapatero, quien apunta, de forma jocosa, que en la capital de la comunidad hay más poetas que lectores. En este sentido, la poetisa vallisoletana Irene Enríquez, aunque su nombre artístico es Irene Dewitt, añade que, por muchos artistas que haya, si no tienen un público es "como si no existieran".

"La idea de incluir poesía en nuestra programación fue producto de la lógica y la sensatez ya que nuestro espacio se caracteriza por ser interdisciplinar y por creer en todos los tipos del arte como una forma de expresión", señala Gloria Hernández, escenógrafa y fundadora del centro cultural "La Malhablada", ubicado en Salamanca.

La "puesta en escena" de los textos poéticos hace que la gente sienta mayor interés por los recitales, indica Hernández, algo que los poetas agradecen pero, a la vez, sufren. El primer sentimiento que Aguadero tiene encima de un escenario es la vulnerabilidad, porque se "abre en canal" ante los oyentes al tratar temas significativos para ella. En este mismo sentido, Enríquez afirma que, aunque lleve recitando tres años, siempre tiene nervios antes de subir al escenario.

"Pero cuando alguien te viene al final de un recital y te dice: "Me parece increíble que, sin conocerme, hayas sabido captar todo lo que pensaba en unos cuantos versos"; eso no tiene explicación, es de las cosas más gratificantes que te pueden pasar", añade la salmantina en referencia a los momentos posteriores de su intervención, un sentimiento compartido por la vallisoletana.

Tanto "La Malhablada" de Salamanca como el "Café Beluga" de Valladolid comenzaron a realizar recitales y "micrófonos abiertos" en 2013, pero distinta forma. Por su parte, el centro cultural salmantino empezó a hacerlos desde su apertura, mientras que el bar vallisoletano se inició en este mundo a través de presentaciones de libros que realizaban previamente.