Familias sin rostro que desaparecen en la carretera del camping de Los Alfaques, el zarandeo de una caravana por decenas de manos invisibles en el río Órbigo a su paso por Santa Cristina de la Polvorosa, los extraños fenómenos de la habitación 510 del Hotel Corona de Aragón: las grandes tragedias de España siguen vivas por los muertos. También, por el misterio de sus aparecidos. Lo imposible a veces es probable y parece que real. Así lo atestiguan numerosas personas que han relatado experiencias paranormales en los lugares en los que han acaecido desgarradoras muertes. Sea lo que fuere, producen visiones fantasmagóricas, presencias y apariciones que traen incluso aparentes mensajes del más allá.

Es como si la muerte dejara abierta una puerta al pasado donde ocurre la tragedia. En el lugar de la explosión o del incendio, en el paraje del accidente de aviación o de tráfico, en el hospital, en el hospicio o en la morgue... Estas historias parecen sacadas de leyendas urbanas, pero ya han sido documentadas en atestados de la Guardia Civil y la Policía, en Madrid, en Alcalá-Meco, en Mahón...

«Hay quienes defienden que en sitios donde ha habido grandes tragedias queda una impregnación, queda el dolor marcado para siempre y algunas personas con una sensibilidad especial y en determinadas circunstancias son capaces de acceder a esos ecos de la tragedia», explica Javier Pérez Campos, autor de un libro sobre estos fenómenos titulado «Los ecos de la tragedia».

t Inquietantes «manos». El 10 de abril de 1979, 45 niños gallegos y 4 adultos que volvían a Vigo de una excursión a Madrid encontraron la muerte ahogados en el río Órbigo cuando el autocar en el que viajaban se precipitó por un puente de la actual N-525 a su paso por Santa Cristina de la Polvorosa. Fue el accidente de autocar más grave de los registrados hasta ahora en España.

En el verano de 1991, una familia de Vitoria aparca su roulotte debajo del mismo puente sin saber que allí ocurrió la tragedia. Tras la cena, la madre y los niños duermen en la caravana y el padre lo hace fuera en una tienda de campaña junto a otro hijo. Por la noche, a las tres de la madrugada, la madre oye pasos ligeros fuera y cree que es un animal. Golpea la pared de chapa para ahuyentarlo.

En respuesta, las paredes de la caravana tiemblan con fuertes manotazos, dados con rabia, como si quince o veinte personas golpearan a la vez. El terror se apodera de ellos. Quieren gritar y no pueden. Los golpes duran diez minutos. Cuando al final logran despertar a los de la tienda de campaña, el padre sale en auxilio creyendo que les roban. Entonces los golpes paran de repente. No ven a nadie.

Al día siguiente, la familia queda estupefacta. Todas las paredes de la caravana tienen las marcas negras de manos pequeñas, como de niños. Incluso en el techo. Cuando cuentan lo ocurrido en el pueblo, un vecino no muestra ninguna extrañeza. Dicen que decenas de campistas han escuchado allí sonidos de niños jugando entre risas, sollozos y, a veces, gritos desgarradores. Otro misterio sin respuesta.

t Los Alfaques. El 11 de julio de 1978, justo hace 35 años, un camión cargado con exceso de propileno estalló a su paso por el camping de Los Alfaques (Tarragona). Causó 215 muertos. Fue un infierno real a 2.000ºC. Las escenas dantescas conmocionaron al mundo: familias carbonizadas en un santiamén mientras jugaban a las cartas, personas que se consumían a medida que corrían para escapar, víctimas que se cocieron en el agua de la playa creyendo que allí encontrarían resguardo.

Cuando el paso del tiempo difuminó la tragedia en la memoria nacional, parecía que solo los familiares de las víctimas mantendrían vivo el recuerdo. Eso era así hasta que empezaron a aparecer testigos contando lo imposible: decenas de conductores que relataban visiones inexplicables mientras circulaban por la N-340 a la altura de Los Alfaques.

Todo sucede de madrugada: figuras de familias inmóviles en medio de la carretera, en bañador o con ropas veraniegas, raídas, en pleno invierno; niños con cubos de playa, oxidados, como se vinieran de jugar; dos mujeres rubias y altas («las alemanas»)... Tienen la cara negra o no tienen rostro; los ven como carbonizados, sin ojos, sin boca, sin nariz.

Los aparecidos o fantasmas del camping de Los Alfaques han sido referidos por muchos testigos, entre ellos profesionales como abogados y médicos. Pero también han sido vistos por la Guardia Civil: una pareja de agentes permanecían ocultos en la playa en una operación policial cuando observaron de madrugada, en pleno invierno, el paseo de una madre con su hija. Y desaparecieron.

t Hotel Corona. La habitación 510 del Hotel Corona de Aragón es un clásico del misterio español. Quienes han dormido allí no vuelven. ¿Por qué? Porque parece imposible hacerlo. Llamadas a la puerta, extrañas presencias de formas oscuras, la televisión que se enciende sola, sensación de agobio y calor, mucho calor, pese a tener encendido el aire acondicionado, por donde además dicen que a veces sale humo. Y, sobre todo, un fuerte olor a quemado en la habitación.

El 12 de julio de 1979, el hotel, en pleno centro de Zaragoza, sufrió un gran incendio que costó la vida a 76 personas. El horror volvía de la mano del fuego. Las imágenes de personas lanzándose al vacío no se olvidan. La tragedia sigue viva, también porque nunca se averiguaron las causas del incendio y hay muchas teorías, incluso la que apunta al atentado terrorista.

Numerosos clientes del hotel han relatado experiencias extrañas más allá de la habitación 510. Gente corriendo de madrugada por los pasillos, ruidos de llantos, puertas que se abren, cortinas que se mueven, llamadas a las puertas y, sobre todo, sensación de calor, olor a humo y desasosiego. No hay explicación a todo esto.

Y menos para lo que el periodista Aurelio Bautista, de la Agencia EFE, relató en 1979 desde la tragedia: la doble fatalidad de un hombre que había perdido a su mujer en Los Alfaques y un año después, tras rehacer su vida, murió su segunda esposa en el incendio del hotel. «No me volveré a casar... no me volveré a casar», se lamentaba el hombre.