Dindim, un pingüino de Magallanes, apareció agonizante en una playa de Brasil hace ya cinco años. Joao Pereira de Souza, un pensionista local de 71 años, lo encontró moribundo entre unas rocas, cubierto de crudo. El hombre llevó a su casa al animal, donde lo limpió y se esforzó por mantenerle con vida durante una semana. Una vez recuperado, Joao devolvió al pequeño pingüino al mar.

Lo que Joao no esperaba era que el animal fuera a volver unos meses después a la misma playa donde un día lo rescató.

De hecho, hoy día el ave marina, ya bautizado como Dindim, pasa ocho meses al año conviviendo con el anciano. Cuando llega la época de reproducción, el pingüino nada hasta a las costas de Argentina y Chile. Pero tan pronto como su instinto de preservación de la especie se lo permite, vuelve a la casa del señor Pereira, la que ya es su hogar.

Dindim ya ha marchado y regresado en cinco ocasiones. Tal es el lazo que une ave y humano, que Joao Pereira afirma que "cada año se muestra más feliz" de verle. "Es como si fuera mi propio hijo, y nadie más puede tocarlo, si otra persona lo intenta, le pica", relata el anciano.