Ricardo Fernández del Moral, con su monumental excelencia jonda, vuelve a la que ya es sin duda su segunda casa. Con las visitas de este fin de semana sumará ocho actuaciones en nuestra capital y provincia –una de ellas de carácter familiar y privado-. Por eso los zamoranos somos unos auténticos privilegiados al poder disfrutar con este polivalente y genial artista del cante y de la bajañí. Y todo ello desde aquel señalado agosto del 2012 en que el manchego de Daimiel –hasta entonces en reposada y rigurosa eclosión, y por eso apenas conocido- se alzó con cinco grandes premios, con la preciada Lámpara Minera incluida, para coronarse como el máximo galardonado en un solo certamen del prestigioso e inconmensurable Festival Internacional del Cante de Las Minas. A partir de ahí, Ricardo Fernández del Moral, marcaría un antes y un después en la historia del universal arte. Y lo marcaría por varias razones. Es el primer -y único- artista flamenco en más de doscientos cincuenta años que en todas sus actuaciones públicas se acompaña a sí mismo con la guitarra. Es un excelente, cabal y enciclopédico cantaor. Nadie duda de sus habilidades y conocimiento técnico en el manejo de la sonanta, como nadie duda que de haberse presentado, en el citado certamen de 2012 al gran premio de guitarra Bordón Minero, se lo hubiera llevado de calle. A éstos tres inmensos valores que lo convierten en figura destacadísima en cualquier evento flamenco de alto nivel, hay que añadir su inmensa bonhomía.

Por todo ello la monumental e imponente iglesia de San Juan vestirá sus mejores galas. A los pies de La Soledad, oficiando el padre Narciso Jesús Lorenzo como en años anteriores, para acercarnos al rito del sacrificio y de la ofrenda, ilustrados como digo, por un genio del flamenco. Será a las veinte treinta horas, sirviendo de pórtico al magnífico XLVIII Festival Flamenco de Zamora del que mañana se dará debida cuenta.