Con su sempiterna capacidad para crear y reinventarse a sí misma, Amigos del Cante volvió a ofrecerle a Zamora un Festival de campanillas en su día grande, elevando nuevamente el listón de la calidad y la masiva afluencia de público en La Plaza de la Catedral. En pleno proceso de conmemoración de sus cuarenta y cinco años de vida, y con el respaldo de La Fundación Caja Rural reconociéndola en sus prestigiosos premios anuales, volvió a dar un golpe sobre la mesa al planificar un Festival basado en un elenco de artistas, con una perfecta simbiosis que ha combinado veteranía y juventud, y que han venido a Zamora a darlo todo para la plena satisfacción del respetable. El presidente Santiago García, el secretario Eduardo Abril, y el de los dineros Iván Villares, como cabezas visibles de un eficiente equipo de colaboradores jóvenes, han tenido la culpa. Cierto es que todo esto no sería posible sin el respaldo incondicional de nuestro Ayuntamiento, propietario del Festival, con su corporación a la cabeza y el incondicional apoyo de la única entidad financiera que tenemos en Zamora: Caja Rural. Pedro Galende, Josico y otros muchos, hacen el resto. Como también lo ha hecho Celedonio Pérez Sánchez con su ilustrado y profundo discurso en la presentación y guía visible del magno evento.

Se inicia esta edición como siempre, con la entrega del enmarcado a la brillante autora del cartel, Charo Antón, por parte del presidente peñista, para dar paso el presentador a Cynthia Cano y su soberbio grupo, Luis Medina al toque, Torombo a las palmas y El Lavi, al cante, abriendo por soleares de Ramón El Ollero y desarrollo por bambera. Si no recuerdo mal, es la primera vez en cuarenta y nueve años de Festival que una bailaora nos obsequia con este palo.

Llega el turno de Juan Villar y el inconmensurable guitarrista Pedro Jero. Resaltar el nivel y profesionalidad de los cuatro guitarristas. Excepcionales. Acompañado a las palmas por Pilar y Zamara Villar. Soleares cantadas con buen gusto. Tangos. Uno de los momentos sublimes de la noche. Alegrías, fandangos y cuplé por bulerías para ser despedidos con generosa muestra de aplausos.

Esperanza Fernández con la sonanta de Miguel Ángel Cortés y las palmas de Miguel Fernández y David Rufo, eran de lo más esperado. No defraudaron a nadie. Todo lo contrario, subieron el nivel en un Festival en el que desde el minuto cero lo tuvo. Malagueña, abandolaos y Frasquito. Alegrías con adornos por cantiñas y cierre por bulerías de Cádiz. Seguiriyas, sin ninguna duda, el segundo momento álgido de la noche, La primera de Paco La Luz, segunda de Francisco La Perla y cierre por la espectacular de Manuel Torre. Tangos dedicados a Pastora y a la Repompa. Interpretando los primeros en la línea de la sevillana y los segundos en los de la malagueña. Cierran por bulerías con adorno por romance. Apoteósica actuación.

Abre la segunda parte un grandioso Pansequito, con el toque de Miguel Salado y las palmas de Javier Peña y Rafael Junquera, por alegrías, cantiñas y creación personal. Soleares, para alcanzar el tercer momento supremo. Pansequito lo volvió a demostrar con creces. Si alguien en este universal arte quiere innovar, crear o ser distinto con fundamento, tiene que impregnase de este genio. Aquí están casi todas las posibilidades de innovación e invención en el flamenco. Continúan por Levante, dos tarantos y minera muy personal. Bulerías y fandangos para despedirse a lo grande.

Cierre arrebatador proporcionado por la jovencísima pero cuajada Cynthia Cano y su magnífico grupo, por alegrías. Hacía años que no se recordaba una actuación como la del sábado en Zamora. ¡Qué dominio del mantón de Manila! ¡Qué manejo de la bata de cola! ¡Qué transmisión artística a partir de las formas y de los gestos, sobre todo de los gestos! La murciana de Las Torres de Cotillas, no cabe la menor duda, que sin desmerecer a nadie, todo lo contrario en un plantel de excepcional lujo, ha sido la mejor guinda a un suculento pastel para alcanzar el clímax del cuarto gran momento de la noche.

En conclusión, una de las más espectaculares y nutridas entregas de los últimos años. Difícil se le pone el nivel a los cincuenta años, aunque todo se andará.