La Tierra del Vino, además de muchas otras virtudes, siempre fue flamenca. Todos los grandes folkloristas coinciden en señalarla como territorio proclive para la música. Los que tenemos la dicha de haber nacido en ella lo sabemos por experiencia propia. Por eso, la fecundidad de tantos años de música en nuestra comarca, florece cada primavera, verano y tardío con demanda flamenca. Este es el caso, como digo, de Moraleja. El segundo núcleo poblacional de la comarca en la que, con su espaciosa y elegante plaza mayor a rebosar, dio comienzo velada.

Abre Eduardo Abril por zambra de Manolo Caracol acompañado por la contundente sonanta de Luis González. Continúa el acompañamiento y la genialidad de Fermín, Niño de Sanzoles por soleares: Juan Talega, Joaquín El de La Paula, Enrique El Mellizo y Curro Frijones. Cierran por fandangos de La Paquera y de Manolo Caracol.

José de Madridanos con la sabia bajañí del de Sanzoles, guitarrista oficial de La Peña Cultural Flamenca “Amigos del Cante”, Luis González, desgrana media y media granaía, bambera y caracoles aproximándose al maestro Antonio Chacón.

Vicente, El Campanero de Gema, con el acompañamiento de Luis, tal que fuera un rebelde adolescente, lo da todo hasta el límite. Colombiana, que como todo su cante, lo va personalizando más. Petenera, dos del Niño Medina y cierre por La Niña de Los Peines. Rematan por milonga acordándose de Pepa de Oro.

Fermín, Niño de Sanzoles, interpreta un superior solo por bulerías. Podíamos habernos quedado toda lo noche escuchándolo y no nos habríamos aburrido. Especialmente con sus acordes recordando al genio de Morón, Diego del Gastor.

El ídolo de Moraleja, su hijo más preclaro en estos complejos vericuetos de lo jondo, hace su aparición sobre las tablas. También con el acompañamiento de Luis el de Sanzoles, garantía de saber estar. Lolo el de Moraleja despliega su providencial cante por tangos extremeños. Insiste sobre la herida para desgranar tientos con recorrido por Jerez, Triana y Cádiz, recordando a Manolo Vargas y cerrando por fandangos de José Cepero y El Pichichi.

Se despide la atractiva velada con un antológico repaso a los fandangos en forma de fin de fiesta, y aplausos, muchos y prolongados aplausos como había ocurrido a lo largo de toda la noche durante las dos horas que trascurrieron como un suspiro. ¡Qué se repita!