Cita flamenca obligada en el panorama jondo internacional. Zamora es una plaza de primera. Cuarenta y ocho años nos avalan, una peña decana y premiada como primera entidad peñista por la Cátedra de Flamencología en 1978, el mismo año que recibió el reconocimiento El Maestro de Los Alcores, Don Antonio Mairena –en realidad tendría que ponerlo con mayúsculas y sin el don ya que escribía con dificultad, pero ha sido, es y será el Maestro indiscutible de este arte universal y él siempre se refirió a Zamora como La Andalucía del Norte- Por aquí ha pasado lo más granado del cante, el toque y el baile, y seguirán pasando mientras nos quede un hálito de vida. Pero profesionales dudosos y sobre todo racistas, no.

Excelsa, documentadísima y pasionalmente culta la presentación de Celedonio Pérez Sánchez. Hace unos años escribí que la ubicación adecuada y definitiva para El Festival era la Plaza de La Catedral, después de tantos vaivenes. Ahora lo ratifico con conocimiento de causa empírico. Asimismo digo que el presentador ideal, por su capacidad para arañarnos en las entrañas, para impregnarnos de una lírica prosaica y en definitiva para vender Zamora, es este genio periodístico sin par de La Tierra del Vino, de Sanzoles.

Entrando en el meollo artístico de El Festival, tengo que afirmar de manera rotunda que Ricardo Fernández del Moral no tuvo parangón posible que se le acercara. Su actuación fue de lejos lo mejor de una noche con peros. Los que ya lo conocíamos salimos más convencidos que nunca y los que no, seguro que se han hecho “ricardistas” convencidos. Sólo Antonio Reyes estuvo a la altura en la parte artística. Como los demás, en lo profesional, también dejo mucho que desear. El de La Plazuela, Jesús Méndez, y el baile de la esperada Pastora Galván se mostraron justitos. Demasiado justitos. Pero hubo algunas cositas positivas a tener en cuenta.

Se abrió la velada con la entrega del magnífico cartel enmarcado al artista Carlos San Gregorio, por parte del presidente peñista Santiago García Martín.

Después de los prolegómenos, como he dicho, rompe la apacible y envolvente noche –hasta ese momento- Ricardo Fernández del Moral. Antología para enmarcar por soleares: El Mellizo, Joaquín el de La Paula, otra de Joaquín, Ramón El Ollero, otra vez El Mellizo y cierre por Paquirrí El Guanté. Virguería artística de Ricardo. Los genios siempre crean. Toná chica, toná grande, seguiriya de Tomás El Nitri y cierre por liviana de Diego Lebrijano. Claro momento apoteósico y lleno de empatía de un público que llenó el recinto y vitoreó a este categórico y único artista. Por petición de muchos de los presentes, tangos a partir de composición propia para ensalzar las gestas de Quijote y Sáncho. Zambra. Explica su origen a partir de ser coronado en La Unión. En investigación privada descubre a Ramón Perelló. En realidad descubre que este creador es de esa ciudad por lo que adapta una de sus letras y música. El resultado es “La bien pagá” popularizada por Miguel de Molina. Enardecida interpretación por bulerías, cuplé por bulerías, ranchera por bulerías y, la traca final, fandangos de Manuel Torre con un sello muy personal. Auditorio rendido, reconociendo todo el público, que llenaba sin llegar a rebosar completamente el recinto, su maestría flamenca, su saber estar y su genialidad para pellizcar el cante. ¡Enhorabuena Ricardo!

Lo he dicho, el único que siguió la estela del gran Ricardo, fue Antonio Reyes acompañado por Diego Amaya.

Abren por alegrías, con muestra de Cádiz, Córdoba y nuevamente Cádiz. Soleares. La primera de Joaquín, la segunda de su hermano Agustín Talega, Mercé La Serneta, Mellizo, Roesna, Juaniquí, y Juanillero. Casi nada. Siguen tangos rematados por un fandango por tangos. Seguiriyas, uno de los momentos más sublimes del Festival. No sabría decir sí de los más sublimes o el que más. Antonio, el de Chiclana imparte saber y conocimiento. La primera de Paco La Luz, Manuel Torre y cabal del Fillo. Impresionante y apoteósico. Bulerías con especial recuerdo a Manolo Caracol y Juanito Valderrrama a través de “El emigrante”. Fandangos, recordando en los primeros a Caracol. Muy aplaudido, y como con Ricardo, buena parte del auditorio puesto en pie.

Descanso y enseguida la segunda parte por la amenaza de chubasco.

Abre Jesús Méndez, al que le vino muy bien dicha amenaza para justificar su escueta y aliviada actuación. La buena noticia fue su guitarrista, Miguel Salado. El jerezano mostró claramente su enorme progresión con las seis cuerdas. Fue uno de los triunfadores de la noche. Tientos tangos. Bulerías por soleá. Seguiriyas y bulerías, completaron la actuación de los de Jerez.

Con cierta premura por el tiempo, llegó el momento del baile. Pastora Galván muy justita, aunque cierto es que su escasa entrega fue en parte suplida por su buen dominio y oficio de las tablas. Corto pero buen cuadro de baile con El Perla a la guitarra, Jesús Corbacho y Javier Rivera al cante y las palmas. Seguiriyas y tangos. Cambio de vestuario aprovechado por los músicos para lucirse, con toque y cante por abandolaos. Sale de nuevo Pastora para interpretar soleares. Cerrando así la parte individual del Festival y dar lugar al bochornoso, por racista, fin de fiesta. Suben todos los artistas al escenario, abriendo el turno Antonio Reyes, le sigue Jesús Méndez y al terminar este, de inmediato se bajan del escenario los tres guitarristas (todos gitanos) Miguel Salado, El Perla y Diego Amaya, con el claro propósito de no tocarle, como así fue, a Ricardo Fernández del Moral. La pregunta es: ¿Qué habría ocurrido de pasar al contrario, de marginar claramente a un gitano por parte de un grupo de payos? Los derechos –siempre legítimos en el caso de unos y otros- deben de sustentarse en el respeto mutuo, de no ser así no serán derechos. Jamás había visto gesto tan poco profesional y solidario entre artistas.

En fin, sobran más comentarios.