Antonio Molina El Choro, perfectamente arropado por su magnífico grupo, dio una lección de baile flamenco de hombre, sin estridencias ni concesiones, perfectamente ajustado a estándares de clasicismo técnico pero con mucho duende. Y en ello, como digo, también tuvieron mucho que ver los que le acompañaban atrás. Cierto es que al numeroso público que nos dimos cita se nos hizo corta la actuación, pero aquí, el famoso aforismo de Baltasar Gracián viene pintiparado: Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Se inicia el espectáculo con un solo de la eminente bajañí de Juan Campallo por rondeña. Los dos cantaores, Ismael de La Rosa El Bola y Johnny Reyes, bajo sobria y elegante escenografía, interpretan toná grande, debla y chica para enlazar por seguiriyas con la ya espectacular presencia de El Cholo. Los ecos seguiriyeros de Manuel Torre, Francisco La Perla y Manuel Molina, llevaron en volandas al onubense para trazar serpentinas de jondura sobre las venerables tablas.

Cantaores y guitarrista, solos, interpretan murciana, Johnny y taranta El Bola, para cerrar con una destacada y preciosa entrega por tangos.

Dan entrada nuevamente al baile de El Choro, por cantiñas, varios cuerpos de alegrías y cierre por bulerías de Cádiz. De nuevo el onubense vuelve a mostrar su mucho talento en una coreografía perfectamente trazada y de claro contraste, al contraponer interpretación festera, frente al patetismo de la primera parte.

Caluroso y prolongado aplauso, que ya con los cuatro artistas puestos de pié, agradecieron con unas breves letritas por bulerías y la correspondiente patadita del Choro.

En definitiva, velada de gran nivel artístico y demostrativo de que el baile, cuando es de alta calidad, como es el caso, no deja indiferente a nadie.

Próximo jueves, cierre de este completo Ciclo con el cante de nuevo: Pedro El Granaino y Manuel de La Tomasa.