Toro Enmaromado 2025
Medio kilómetro de Victorino en Benavente
Galocho se mata de bravura resistiéndose a hacer el recorrido y tras avanzar 557 metros a la defensiva durante 103 minutos es encajonado en Santa María

J. A. G / E. P. / F. E.
Galocho, el Toro Enmaromado de 2025, se mató de bravura. Invirtió una hora y 43 minutos en consumirla. Hubiera estado más tiempo diciendo que nones, pero lo encajonaron en la plaza de Santa María, un hecho inédito, defendiendo su terquedad. El primer Victorino que se corre en Benavente demostró que la maroma no iba con él, tampoco con su nobleza, más propia de otros predios.
«Galocho»: «Dicho de una persona: De mala vida», dice la RAE. Un nombre es solo eso, un nombre, aunque el significado académico sea tan descriptivo. No parece que el primer Victorino Martín que se corre en Benavente tuviera, como toro bravo, mala vida. Todo lo contrario. Hizo gala del encaste que ha dado merecida fama al hierro y a la ganadería extremeña y no solo por trapío y presentación.
Fue un toro bravo, noble y de alcurnia hipersobrada, pero (lamento la adversativa) no para una carrera popular, por muy Champion que se la pinte. Benavente le quedó pequeña a un astado criado para la lidia, no para la soga. Esta no era su carrera ni su sitio. Seguramente no lo sea para ningún Victorino, ni para ningún Miura, ni para ningún Cebada Gago, ni para ningún encaste de sobrada probatura pamplonica. Por muchos melones caros que tienten al comprador de turno con dinero público, los toros y sus encastes no son como marcas, no son Rolex o bolsos Loewe del mercado taurino que encajen en todas las fiestas.

GALERÍA | La carrera de Galocho, Toro Enmaromado 2025, en imágenes /
Hacía calor a las siete y media de la tarde. No 37 grados como cantaba Santiago Auserón, pero sí 33. Pese a los rigores del mercurio, Galocho estaba descansado, comido e hidratado (certificado por cámara municipal). El calor siempre es una variable, tanto como el asfalto y los adoquines, o la fuerza física mensurable que se aplica a la maroma, pero no es ni el único factor ni el decisivo en esta carrera. De hecho salió del toril Galocho casi con parsimonia, ajeno a tanta derivada, hasta se enfrascó en una lucha que ningún manso hubiera protagonizado.
Nadie de los que lo esperaban se ató los machos, aunque Galocho demostró una nobleza inusitada. No le gustó la maroma. No quería correr. No dio signos de docilidad, sino de bravura, y fue un desperdicio porque respondiendo al quite y aun sofrenado, no tuvo la codicia del toro avisado. Hubiera sido un problema para la aglomeración de gente que se le vino encima después si hubiera tenido memoria del contacto humano.
En la salida del Enmaromado de Benavente nunca ha habido un astado tan fotografiado. Hizo las delicias de las cámaras, y solo fue el comienzo. Dijo nones, cabeceó, se revolvió, y peleó como un partisano del Piamonte contra viento y marea, pero embistiendo no causó daño ni rasguño. No tuvo mala intención, ni la fijeza del toro malo.

El Toro Enmaromado de Benavente, en la Calle Matadero y Pasaje de las Guindas. / José Luis Fernández
Lo demás del relato de lo sucedido tiene que ver con las manecillas del reloj, o con los dígitos. Se apalancó el Victorino. Casi cinco minutos de salida sin encarar la calle el Toril. Tampoco quería entrar en la calle Matadero. Nada de correr. Se paraba. Reculaba. Se defendía. Que no, decía. Treinta minutos empleó en llegar a la Rúa. A base de pasos, paradas y vueltas atrás, así se escribió la historia de Galocho hasta la plaza de Santa María, donde después de una hora y 43 minutos (la bomba marcó el tiempo), fue encajonado para ser sacrificado a salvo de miradas como establece el reglamento. Había avanzado exactemanete 557 metros.

La herida por caer de una talanquiera, entrando en el hospital de campaña en el Colegio de las Eras / J. A. Gil
No, Galocho no tuvo mala vida, ni tampoco una buena carrera en Benavente. Demasiada sangre hirviendo en sus calderas para un desafío como el benaventano, de exigencia diferente. Esto constituye toda una lección sobre los excesos: «No se le pueden borrar las manchas a un leopardo o enganchar un purasangre a un carro, no estaría en su ambiente», decía Walter Matthau en Primera Plana, la genial película de Billy Wilder. Galocho no estuvo en el suyo (su ambiente) en Benavente, y lejos de claudicar su instinto paraeció llevalre a una obstinada defensa.

GALERÍA | El final de la carrera de Galocho, inédito en la historia del Toro Enmaromado de Benavente /
Al terminar el recorrido, la alcaldesa, Beatriz Asensio, lamentó que el «melón que no se sabe cómo va a acabar» hubiera salido así, no como «Rompeola», el Torito del Alba, «que nos dio emoción e ilusión». Fue «positiva» Asensio, aunque "no había podido ser (con Galocho) pese a la expectativa generada», porque Benavente estaba «hasta la bandera», y elogió el carácter «encantador» de Victorino Martín, que presente en la carrera «preocupado de su toro». Galocho recorrió 557 metros resistiéndose de pura bravura. Algo más de medio kilómetro en 103 minutos. Hay ciudadanos, contribuyentes, que ya están calculando el coste monetario del metro lineal de tan pírrica y épica carrera.
Una herida por caída a distancia del enmaromado
De la bravura de Galocho deja testimonio lo ocurrido en el recorrido que hizo: ningún herido por asta. Casi con toda seguridad ningún corredor. Solo una mujer de 79 años y vecina de Benavente tuvo que ser atendida en el hospital de campaña insatalado en el colegio de Las Eras. Sufrió una caída desde una talanquera fuera del recorrido. Fue trasladada a León. El Ayuntamiento reportó también que habían recibido asistencia sanitaria personas con heridas y rasguños producidos por caídas. Este fue el saldo de un gran astado que corrió en un lugar equivocado.
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