A Rencoroso, el Domecq de Algarra, le dio la galbana. Hizo una salida vistosa, con dejes de peligro, pero se abonó a la pereza en el primer tercio de la carrera. En ese tramo provocó varios incidentes por caídas, descuidos y golpes, corneó a un corredor en una pierna y lanzó a otro contra una pared provocándole severos traumatismos.
Fue lo peor de su mala carrera. Después llegó la nada: remoloneo y paradas sucesivas. Este fue el juego del Enmaromado en una tarde de grisalla que terminó pariendo un pertinaz aguacero, el presagio de un mal desenlace festivo.
El Enmaromado llegó a trancas y barrancas a la mitad de la calle de los Carros y allí se quedó. La Concejalía de Fiestas decidió recoger a Rencoroso con el cajón de contingencias. Estuvo en la calle una hora y cuarenta y cuatro minutos, pero la mayoría de la gente no vio pasar al burel.
En el primer tramo de la carrera, en la subida de calle del Toril hacia Matadero corneó en el muslo izquierdo a un corredor de unos 40 años, M. N. G., de Colinas de Transmonte. La cornada tenía varias trayectorias. Fue una cogida importante. El cirujano de la plaza de toros de Valladolid, Luis Merino, intervino de urgencia para realizar un control de daños y derivó a Zamora al herido de forma inmediata.

La segunda cogida importante, no por asta de toro, se produjo a mitad de la calle La Rúa, en la confluencia con la calle Progreso. Rencoroso lanzó contra una pared a un corredor de unos 40 años, C. L. C., de Benavente. El golpe le produjo un severo traumatismo cráneo encefálico y otro torácico. Tras ser atendido en el hospital de campaña, fue también derivado a Zamora para un examen radiológico más profundo.
La corta carrera de este Rencoroso resultó accidentada. Los hospitales de campaña de Las Eras y Santa María atendieron a una treintena de heridos por caídas, contusiones, daños musculares y brechas que requirieron suturas. Una luxación fue el tercer cuadro más severo. Este herido también fue trasladado al Hospital Virgen de la Concha.

La historia de Rencoroso se ha escrito con más oscuros que claros en el predio benaventano. El burel de La Capitana, como pasa cada año, pero sobre todo cuando el enmaromado de turno no cumple con su cometido, despertó opiniones encontradas. A las 21.14 horas sonó la bomba que anunciaba su réquiem.