La Opinión de Zamora

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Tribunales

Los policías destacan la "brutalidad" del crimen del benaventano Luis Salazar y "la frialdad" de su mujer

Felipe Román declara ante el juez que actuó en defensa propia y que no se acuerda de las 25 puñaladas que asestó a su yerno

El acusado, al fondo a la izquierda, entre los letrados de la acusación y de la defensa. D. M./LNE

El inicio del juicio contra el mierense que mató a puñaladas a su yerno Luis Salazar, natural de Benavente, y del que su hija se estaba divorciando, arrancó ayer en la Audiencia Provincial bajo la coyuntura de una confesión incompleta. Juan Antonio Felipe Román, de 72 años, declaró que cometió el crimen en defensa propia.

Afirmó ante el juez que Luis Salazar le cogió en «volandas» y le tiró «contra el fregadero». Siempre según su versión de los hechos, de la encimera cogió el cuchillo con el que, «pincho en la barriga» a su yerno. Es de lo único que se acuerda.

Desde ahí, hasta que se entregó en la Comisaría de Mieres unos quince minutos después de los hechos, no recuerda nada, empezando por las 25 puñaladas que le asestó al padre de su nieto, cuya custodia parece ser el detonante de todo.

Hermanas de Luis Salazar con su abogado a las puertas de la Audiencia Provincial de Oviedo. | EFE

Lo más relevante es que no sabe qué hizo con el arma, todo indica, un cuchillo de grandes dimensiones, «tipo al de la película de Rambo», como ayer indicó uno de los policías que participaron en la investigación Felipe Román sostiene que la mañana del 12 de noviembre de 2019 acudió sobre las ocho a casa de su yerno para intentar «arreglar» una discusión que había tenido la tarde anterior cuando la víctima le llevó en su coche desde Mieres hasta Ujo para que el acusado pasara la noche con su hermano.

«Se enfadó y me dijo que todos los problemas que tenía era por culpa mía y de mi mujer y que si no salían las cosas como el esperaba nos mataría a los dos». Lo curioso es que todo esto ocurrió el vísperas de que Luis Salazar fuera, por autorización judicial, a pasar por primera vez el fin de semana con el hijo de dos años que compartía con la hija de su asesino. El acusado añadió que una vez en Ujo el fallecido le echó de malas maneras del coche.

Este presunto enfrentamiento permitió ayer a Felipe Román explicar el motivo por el que al día siguiente acudió a casa de su yerno a primera hora de la mañana: «Quería arreglar las cosas. Pensé que hablando con él se arreglaría el problema».

Siempre según la declaración del autor confeso del crimen, Luis Salazar le abrió la puerta en ropa interior. Mientras se vestía esperó en la cocina. Cuando regresó, afirma el propio Felipe Román, fue cuando se produjo el enfrentamiento final. La defensa argumentó ayer que la brutal reacción fue en defensa propia.

Juan Antonio Felipe Román ha declarado que actuó en defensa propia y que no se acuerda de haber asestado 25 puñaladas a su yerno. EFE

El propio abogado del acusado, Antonio Pineda, calificó sin tapujos de «execrable» el crimen y subrayó la culpabilidad de su defendido. Pero reclamó la calificación de homicidio, con una pena de entre 7 y 12 años, por los 22 que reclama la Fiscalía por asesinado. Los hermanos de la víctima, como acusación particular, piden 25 años.

La defensa dejó ayer nítida su estrategia ante el tribunal popular que juzga el caso, compuesto por 7 mujeres y cuatro hombres, sumando los dos miembros suplentes. No se pone en duda la culpabilidad de Felipe Román, pero se argumenta que actuó en legítima defensa. Antonio Pineda resaltó que «no hubo alevosía ni ensañamiento». Sobre esto último, el planteamiento se sostiene sobre la teoría de que las primeras puñaladas resultaron mortales, por lo que el resto, hasta 25, no causaron sufrimiento a Luis Salazar. Obviamente, este punto fue y será rebatido por la acusación tanto pública como particular.

La defensa también alegó que no había enemistad ni hubo «premeditación». Se remarcó que sin la confesión posiblemente el crimen no se hubiera podido resolver. Y luego está el cabo suelto del arma homicida desaparecida. Todo indica que gran parte del juicio, que se prolongará durante toda la semana, girará en torno al cuchillo.

La acusación sostiene que lo llevaba encima cuando entró en la casa, la defensa, que lo encontró en la cocina. «No recuerdo lo que hice con el arma», aseguró ayer el acusado. Y es que desde que acuchilló a su yerno, hasta que se entregó en la Comisaría, su memoria está totalmente apagada. «Vi el cuchillo en la encimera y se lo clavé en la barriga. A partir de ver la sangre ya no me acuerdo de lo que hice a continuación».

Hasta este punto de la declaración, la versión de los hechos del autor del crimen solo podría ser rebatida con certeza por la víctima. Pero a partir de aquí los hechos que narró ayer ante el Tribunal del Jurado fueron puestos en tela de juicio por los agentes de la Policía Nacional encargados del caso.

Para empezar, Felipe Román alegó en su declaración inicial que había acudido hasta la Comisaría directamente desde la casa de su yerno, situada en la calle Numa Guilhou, a menos de un kilómetro en línea recta. «Está acreditado por grabaciones de cámaras de varios comercios que se desvió hasta cerca del río», apuntó uno de los agentes que llevaron la investigación.

Rastreo minucioso

Una decena declararon ayer como testigos. Las citadas imágenes sitúan al acusado en las inmediaciones del puente La Perra minutos después del crimen. Se sospecha que pudo tirar el cuchillo al río.

El rastreo fue especialmente minucioso en el río San Juan, que por aquellas fechas arrastraba mucha agua. La crecida impidió intentar la búsqueda en el propio río Caudal. «Era imposible», señalaron los responsables policiales del caso.

La acusación, tanto pública como particular, sostiene que, en su propósito de acabar con la vida de su yerno, el acusado le propinó un número de puñaladas «que excedieron de las necesarias para producirle la muerte y solo lo hizo para asegurarse de que causaba a la víctima un dolor y un sufrimiento absolutamente innecesarios».

El informe forense establece que de las 25 puñaladas localizadas en el cadáver, tres eran mortales por si mismas. La primera, en el vientre, le desgarró los intestinos y le dañó riñón e hígado. Luego le degolló el cuello y, posteriormente, le hizo un tremendo corte en la muñeca izquierda que llegó a fracturar los huesos. Ya en el suelo, lo remató una y otra vez.

Brutalidad y frialdad

«Fue una carnicería», señaló ayer el jefe de la comisaría de Mieres, Ignacio González-Cachón. «Me llamó la atención la brutalidad de los hechos», añadió intentando responder a las preguntas de la acusación sobre lo visto en el lugar del crimen.

No fue lo único que llamó la atención del experimentado policía. Fue cuestionado sobre el comportamiento de la esposa y de la hija del acusado cuando se les comunicó los hechos: «La mujer del acusado actuó con una frialdad absoluta. No preguntó sobre los detalles de lo que había sucedido».

Otros agentes dijeron lo mismo del comportamiento de Felipe Román en cuanto a su comportamiento en el momento de entregarse en la Comisaría, aunque sin poder descartar que pudiera estar en “shock”.

Una familia destrozada: «Nos mató a todos»

«A mi hermano lo asesinaron para que no tuviera la custodia compartida de su hijo». Varios familiares de Luis Salazar estuvieron ayer en la puerta de la Audiencia Provincial portando una pancarta en la que se podía leer el siguiente texto: ««Justicia para Luis. Prisión para todos los implicados en su asesinato». La familia Salazar, integrada por diez hermanos, llevaba tres desgarradores años esperando el inicio del juicio. «Queremos que se haga justicia y queremos que paguen todos los culpables». Sostienen desde un primer momento que el acusado «contó con colaboradores», una línea de interrogatorio que el juez cortó de raíz cuando el abogado de la familia formuló preguntas en este sentido. Sobre Felipe Román la familia entiende que actuó «premeditadamente».Y los hermanos apuntaron: «Nos destrozó la vida; no solo mató a Luis, nos mató a todos».

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