Fuerza y esperanza. Pero, sobre todo, miedo. Con estas palabras define Kristina Gendel (una de las mujeres ucranianas que vive con angustia desde Benavente la destrucción de su país de origen) los sentimientos que tiene parte de su familia que hoy mismo deja Ucrania obligada por la guerra. Su abuela, su tía y primos viven en Kalush a unos 170 kilómetros de la frontera con Polonia y desde que estalló la guerra “no se han movido de su casa”.

La hermana de Kristina, Nela Shydivska, explica cuáles son los planes que tienen para salir del país. “Tienen previsto coger autobús desde Kalush y hasta donde les lleve más cerca de la frontera. Después van a tener que andar hasta la frontera unas cuantas horas. La cantidad de gente que está saliendo, el estado de las carreteras... no sabemos muy bien cuánto les puede llevar el viaje hasta la frontera”, explica preocupada. “Después en la frontera tienen que esperar también”.

Llevan días buscando el modo de salir de su país y no pudo ser la semana pasada. “No había ya billetes, lograron los últimos cuatro en Kalush para el lunes (por hoy)”, explican las hermanas. Después todo lo irán haciendo sobre la marcha, según explican. Según pasan los días las circunstancias van cambiando, pero no pierden la esperanza de poder coger ese autobús sin problema para que les acerque a su salida del horror de la guerra, aunque se lleven con ellos la tristeza de dejar atrás parte de su familia y amigos y toda su vida.

Los niños lo están pasando mal. Todos los niños. No entienden lo que está pasando y no tienen ganas de nada

Salen de Kalush su abuela Nela, “que no quería marchar, pero tiene que hacerlo, no puede quedarse allí”, explican; la mujer de su primo, Natalia, con sus dos hijos de siete y ocho años, Arsen y Volodya. “Ella deja allí a su marido para luchar, él lo entiende, tiene que salir con los niños de allí. Los niños lo están pasando mal. Todos los niños. Nos cuentan que en los colegios tienen búnker por si acaso hay toque de queda y llevan allí mantas y comida porque no saben el tiempo que pueden pasar allí metidos”, explica Kristina. “Los niños no tiene ganas de nada, no entienden lo que está pasando”.

Son los más pequeños los que más les preocupan a la hora de hacer el viaje. Es un trayecto duro y puede que más largo de lo que prevén, además de las bajas temperaturas que se viven en esa zona de la geografía en estos días, y “mi abuela le da miedo que no aguanten y que les pueda pasar algo”, explica Kristina al recordar la conversación con su abuela en la mañana de ayer. “Yo le digo que todo va a salir bien”.

No pierden la esperanza

La hora prevista de coger el autobús es las cuatro de la tarde. “Están esperanzados, tienen mucha esperanza en que todo salga bien, pero también mucho miedo”. Las hermanas reflexionan sobre lo que está pasando y no tienen palabras para explicar lo que se siente al ver cómo la guerra asola tu país. “Es mucho peor la realidad que lo que vemos todos los días en los informativos. Hay muchos muertos, mucho miedo, mucho dolor”, aseguran y explican que “en la televisión de Ucrania nos enteramos de más cosas del día a día, nos dicen los muertos que hay cada día”, explica Nela.

Por favor, que cierren el cielo sobre Ucrania, por favor, que lo cierren

Mientras esta parte de la familia prepara el viaje de salida, su tía Lola se queda con sus hijos en Kalush. “No quiere dejarles solos allí. Ella nos dice que por favor cierren el cielo sobre Ucrania, por favor, que lo cierren, porque los bombardeos a la población civil no cesan”, lamenta Kristina.

Al encuentro desde Benavente

Desde Benavente también viajan Nela con su madre Tetiyana, para encontrarse con ellos en Varsovia y traerlos en acogida a su casa, en Benavente. “A ellos el viaje les puede llevar dos días al menos. Del autobús a la frontera tienen unos kilómetros andando y después están en el campo de refugiados y tendrán que buscar la manera de llegar a Varsovia. Veremos a ver cómo lo podemos organizar. O si buscamos el modo de irles a buscar nosotras desde Varsovia. Lo haremos sobre la marcha”, explica Nela. “Esperamos que reciban ayuda una vez que pasen a Polonia”. Y es que, aseguran, “llevan lo indispensable. Van con dos niños pequeños, no pueden llevar mucho peso y, además, tienen que caminar bastante y con mucho frío. Prácticamente van con lo puesto, con ropa de abrigo y algún medicamento”.

Llevan lo indispensable, no pueden llevar mucho peso porque viajan con dos niños pequeños y van a tener que andar muchas horas

Desde Benavente salen a Valladolid en autobús a las 10 de la mañana y de ahí viajan, también en autobús, hasta Madrid. “A las ocho y media de la tarde del miércoles tenemos para Varsovia. A las 12 de la noche estaremos allí”, explica Nela. “Como llegamos de noche la idea es que el jueves nos podamos encontrar con mi abuela. Estaremos en contacto y veremos a ver cómo lo podemos hacer. Vamos sobre la marcha”. Explican que según pasan los días hay más problemas para salir. “Ahora hay mucha cola en la frontera”. Nela reconoce que “siempre tienes dudas de que no les dejen salir, y estamos a la expectativa de cómo buscar alternativas. El caso es traerlos para casa, no pueden seguir allí”.

dos mujeres

La vuelta a Benavente la tenían prevista hacer en avión pero no saben si será posible puesto que los niños no tienen pasaporte. “Ellos tienen certificado de nacimiento y van a salir con eso porque es imposible ahora mismo hacer pasaporte. Hay que sacarles de ahí como sea”.

Nela no va a su país desde el año 2014, pero sí ha visto a su familia porque tanto la abuela como la tía han estado de vacaciones en Benavente. “Pero no es lo mismo que escapar de una guerra. Nadie te enseña cómo se vive una guerra, no te educan para eso”, explica.

Llegan a un país desconocido, con un idioma que no conocen y escapando de la barbarie donde, además, queda parte de la familia. “La gente está pasando mucha necesidad, hay quien no tiene ni un trozo de pan, ni agua para llevarse a la boca. Mi abuela tenía comida guardada, pero hay gente que no tiene nada”, explica Kristina. Ahora en la zona donde vive esta familia ucraniana realizan guardias. “Mis primos dicen que hacen la guardia por la noche”, mientras que “por el día ahora ya no pueden hacer nada, la gente no puede salir de casa y cuando lo hacen tienen miedo. A ver cuánto va a durar esto”, lamente.

Abusos contra las mujeres refugiadas

Día a día las noticias de la guerra dejan un sentimiento de frustración e impotencia por “no poder hacer más”. Algunas de ellas son “incomprensibles”. Kristina alza también la voz por las mujeres que estos días están dejando atrás a su familia, que viajan solas con sus hijos. “Tienen miedo. Dicen que hay muchas violaciones, es algo que se vive en el día a día en la guerra y en el proceso de evacuación. Yo tengo un hijo, pero si tuviera una hija, pienso que se lo hacen a mi hija y no puedo con ello. ¿Qué clase de persona puede aprovechar unas circunstancias como estas para violar a las mujeres?”.