El benaventano Samuel Penhastro (Samuel Peñas), payaso de profesión y como forma de vida, ha logrado con Thelmo Parole el premio del público al mejor espectáculo largo en el VX Festival Internacional de Malabharia 2022. Un reconocimiento “interesante” que llega tras casi dos años de pandemia en los que se ha visto obligado a parar su proyecto profesional y reinventarse. Tras recorrer el mundo con espectáculos de teatro de calle, festivales al aire libre y también en el circo, trabaja ahora en Canarias adaptando su modo de entender el espectáculo a la nueva situación de comunicación con el público que ha impuesto la pandemia.

–Samuel ¿qué es ser payaso?

–El payaso es un provocador de emociones, una persona que a través de su propia visión de la vida plantea una comunicación con el público. El payaso sin público no existe. El payaso es un artista que trabaja desde la emoción, no siempre la risa. Es el artista más simple y más libre que existe porque es la persona que habita dentro de cada uno liberándote de cadenas sociales, del peso moral. Es más allá que un personaje desaliñado, tontorrón. Vive al cien por cien todas las emociones de la vida y circula por ellas sin contemplación, ni prejuicios. El payaso tiene la libertad como individuo para expresarse, para hablar de lo que no le parece bien. Hay una serie de barreras sociales que el payaso contempla para poder provocar, denunciar, hablar de ello sin ser tan juzgado.

–Su profesión le ha permitido recorrer el mundo y en los últimos años con un personaje, Thelmo Parole, que no hace más que darle alegrías. ¿Cómo es Thelmo Parole?.

–No es un personaje, es una proyección de la persona que lo encarna. Un actor cómico crea un personaje y hace humor con él. En el caso del payaso no hay personaje, es la esencia de la persona que lo está encarnando. Podría ser mi alter ego. Es en esencia lo que soy yo si fuera capaz de liberarme de mis miedos. Soy yo en esencia desde mi aspecto más naif e infantil, por limpieza, por inocencia. Sin el poso de los años, eso no es posible.

–¿Acaba de recibir el premio del público al mejor espectáculo largo en el VX Festival Internacional de Malabharia 2022. ¿Qué supone este reconocimiento?

–Un reconocimiento siempre es muy bonito porque al fin al cabo están reconociendo tu trabajo. En este caso, además, estamos hablando de un Festival Internacional de Artes del Circo. Personalmente es agradable porque es un reconocimiento y eso es que algo estás haciendo bien, aunque siempre es algo subjetivo. Y profesionalmente es interesante porque te da un caché y es una forma de darte proyección. Al fin y al cabo digamos que lo importante es trabajar y gustar. Intento tener los pies en la tierra.

–¿Qué le ha aportado Thelmo Parole en estos años? Porque ha recorrido el mundo con él.

–Me ha aportado prácticamente todo. Es un trabajo muy personal. Es más que un oficio. Es un trabajo de búsqueda personal, un modo de expresión. Estoy poniendo mis entrañas, estoy poniendo en juego todo lo que yo soy. El resultado ha sido muy positivo. Ha sido un modo de conocerme a mí mismo, de saber qué es lo que quiero y me gusta. Que estoy en el sitio que tengo que estar, estoy consiguiendo una forma de vida y de trabajar. He estado en lugares súper dispares. En Sudán, Turquía, Malasia. A mí Thelmo me ha aportado muchísimo. Toda la libertad, expresar eso en diferentes culturas y haber sido aceptado ha sido fantástico.

En mi espectáculo tengo mucho contacto con la gente, la toco, la abrazo, todo eso ha tenido que adaptarse a la situación actual

–Thelmo Parole, además, no habla, utiliza la mímica para expresarse.

–Sí, no hace un monólogo en sí, está poniendo mucho más. Con la expresión gestual estás poniendo tu alma. Thelmo me ha permitido poder viajar con eso y ser reconocido de diferentes maneras. Es más personal el gesto que el verbo. Cada persona tiene una forma gestual, aunque en el subconsciente colectivo hay ciertos gestos con su propio significado. Pero al final todos reímos en el mismo idioma.

–¿Cómo ha sido para un artista como usted esta nueva situación mundial de la pandemia. ¿Ha visto un parón profesional?

–Sí claro. Ha sido devastador para la mayoría de la gente. Nosotros en España los artistas estamos a la deriva cuando llega una situación así. En otros lugares, hay un soporte social. En Francia tienes un sueldo mensual por dedicarte a ello. A mí la pandemia me ha roto en dos, cuando ha llegado este momento llevaba 10 años fuera de España. Dentro de mi circuito en España no tenía un nombre, gente que me programe. Todo mi mercado estaba fuera de España. Pero las restricciones de movilidad y la situación mundial me ha hecho quedarme aquí.

–¿Ha tenido que buscar alternativas o reinventarse?

–Mi vida es una montaña rusa emocional. Estoy enganchadísimo a ello y no quiero cambiarlo. Normalmente no estoy dos semanas seguidas en el mismo sitio, tengo pocos momentos de rutina. A lo mejor ese momento del circo en que tienes una temporada larga en que casi todos los días son iguales, tienes unos horarios determinados. Yo me muevo por festivales de tres días en un sitio y luego te mueves a otro lugar, con nuevo retos y nuevas metas. Somos dependientes a ese tipo de vida, esas emociones, la tensión, enfrentarte a ese nuevo reto. Estás en una alerta continua de la que te bajas cuando termina la temporada.

–Y con la pandemia paró todo.

–Sí mi vida profesional y personal, porque mi vida social gira en torno a mi trabajo. Ni tenía mi trabajo, ni había nuevos retos, no había presión por hacer ensayos porque no tenía nada que preparar. No tengo un lugar de rutina donde me desarrolle socialmente y todo eso paró. Para mí ha sido devastador y para más del 70% de la gente mucho más. Yo he sobrevivido. He conseguido seguir trabajando y tener una motivación.

–¿La vuelta al espectáculo cómo ha sido?

–Para el 2020 tenía un calendario de los mejores festivales de Europa por Suiza, Bélgica y Francia, sitios donde es muy difícil entrar, y se canceló todo. Llevamos ya dos años posponiendo y estoy en cola para hacer esos festivales para cuando se puedan celebrar. Cuando llegó la pandemia yo estaba en Australia abriendo nuevo mercado. Todo paró. Entonces yo vivo en un espacio de circo en Madrid fantástico y he podido reinventarme. Me gustaba la idea de tener un parón para pensar en nuevos proyectos pero seguir teniendo un goteo de trabajo para poder seguir manteniéndome económicamente y emocionalmente. Ha sido más difícil lo emocional. En cuanto se ha podido trabajar de nuevo yo he vuelto a hacerlo y en mi trabajo hay mucho contacto con el público, les abrazo, les toco, saco voluntarios. Todo eso ha tenido que adaptarse a la nueva situación. Toda esa comunicación ahora tiene una barrera entre el escenario y el público, además al público ni siquiera le veo la cara. Es un reto y si consigues salvarlo, eso que aprendes.

El benaventano Samuel Penhastro. | Cedida

–En su recorrido por el mundo, habrá visto reacciones muy distintas ante el mismo gag.

–Sí, hay cosas sorprendentes. Es muy interesante ver cómo la gente reacciona diferente en diferentes culturas. Hay aspectos con cierto peso social que en algunos sitios es complicado hacer, como por ejemplo poner una falda a un caballero. Pero incluso en cosas sin ese peso social, como por ejemplo, si yo me caigo al suelo, las diferencias son muy grandes. Un voluntario en cualquier país de Asia tiene una disposición muy diferente a uno de un país europeo.

Es muy interesante ver cómo el público de diferentes culturas, países, reacciona distinto ante un mismo espectáculo

–¿Hay algún país en el que haya sido más difícil contactar con el público?

–Sí claro. Yo tengo un humor muy blanco. Thelmo es muy simpático y si hace algo transgresor es por puro azar. Tiene picardía pero no maldad. Es muy aceptado casi en cualquier cultura. Pero hay sitios donde la gente, vamos a decirlo así, no tiene tiempo para este tipo de cosas como en Turquía por ejemplo. Entonces la predisposición es diferente. En el momento que están delante y consigues comunicar un mínimo con ese público es todo un logro. En Emiratos Árabes, por ejemplo, es donde tengo público de los dos extremos, los jeques árabes que hacen sus necesidades en váteres de oro y al lado de ellos a los trabajadores. Y están ahí todos riéndose juntos. Thelmo también es muy cariñoso y hay en algunos lugares donde puede llevar a la confusión.

La gente está sujeta a distintas emociones en sala y en la calle, en la calle puede pasar de todo

–Además de los festivales de calle también ha trabajado en grandes escenarios. ¿Qué tienen de especiales cada uno de ellos?

–Cuando el payaso está ahí y el público está delante, el espectáculo está planteado. Cambian los códigos, sea circo, sala y calle, al fin y al cabo se basa en comunicación. En la calle tiene acceso cualquiera al espectáculo, mientras que en el teatro o en un circo el que va ha comprado antes una entrada. La gente está sujeta a distintas emociones. A la hora de trabajar también es distinto, porque en el teatro o en un circo no soy yo el que trabajo, hay 50 personas detrás mirando que las cosas salgan bien. En la calle la burbuja es muy diferente. Puede pasar de todo.

–Ha sido papel protagonista en Circlassica bajo la batuta de Emilio Aragón. ¿Cómo fue la experiencia?

–Es fantástico que piensen en ti, que estés en el marco de elección es abrumador. Pero también creo que es donde te lleva tu trabajo. Mi tarjeta de presentación es mi trabajo y es mi trabajo el que me ha permitido estar en ese lugar. Ha sido muy enriquecedor profesional y personalmente.

–¿En qué proyectos está trabajando?

–Con Thelmo Parole tenía dos espectáculos, uno más personal y otro con un pianista y con la pandemia he unido estos dos espectáculos en uno nuevo. Y con Hugo Miró hemos montado el espectáculo “Caricatos”.