Después de 2.300 kilómetros y 42 etapas, probablemente ayer llegó uno de los momentos más emotivos para el benaventano Iván Bragado en este reto deportivo promovido por la Asociación DisCamino que le ha llevado a recorrer España en bicicleta adaptada para dar visibilidad a la discapacidad. Ayer hizo escala en Benavente, su casa, como integrante del recorrido ‘Enlace de Caminos’ que comparte con una veintena de personas con diferentes discapacidades y otras que sirven de apoyo. Juntos buscan cubrir una distancia de 2.800 kilómetros enlazando diferentes rutas del Camino de Santiago en triciclos adaptados. “No me esperaba este recibimiento. Esperaba algo, pero no tanto. Ha venido gente de muchos clubes, motos, amigos de la bici que han ido a buscarnos hasta Toro…. Ha sido muy grande”, explicaba, emocionado.

Los participantes en el reto de Discamino y familiares de Bragado. | M. F.

Así hablaba, pasadas la una y media de la tarde, después de llegar a Benavente por La Ventosa, seguir por la avenida El Ferial y cruzar la línea de meta situada en Las Eras, junto al cuartel de la Guardia Civil. Familiares, como su madre o su abuelo, amigos y autoridades, entre ellas el alcalde, Luciano Huerga, y el concejal de Deportes, Fernando Marcos. Todos ellos se acercaron a darles la bienvenida al término de la etapa número 43 del trayecto, que arrancó en Toro.

El alcalde entrega unos obsequios entre los participantes. | M. F.

Miembros del Club Ciclista Benaventano se habían unido a la comitiva en Villarrín de Campos y uno de ellos, José Luis España, les leyó un soneto dedicado a estos valientes que se han sumado a esta aventura. Sólo tres, Mónica, el propio Iván y Chema Díez Chao han cubierto el trayecto completo.

Este último, de El Ferrol, mostraba ayer su satisfacción por haber llegado tan lejos. Y lo hacía con cierta incredulidad ya que, como aseguraba, “no me había preparado para esto. He llegado hasta aquí y no he tenido que abandonar en ninguna etapa. Mejor no puede ser”.

Ahora les toca enfrentarse a los últimos 500 kilómetros, correspondientes al Camino Francés. “Nos falta Astorga (donde, en principio, se dirigen hoy), Ponferrada, Portomarín... Galicia, la parte peor, porque es todo cuesta arriba”, comenta.

En la comitiva no podía faltar el alma de esta iniciativa, Javier Pitillas, y colaboradores como Maribel Barrós, de Mondariz Balneario. Ella no tiene ninguna discapacidad, sino que apoya con tareas logísticas. Ayer abría su corazón y contaba una de las historias anónimas que se esconden tras cada uno de estos triciclos adaptados, todos y cada uno de los cuales ha sido bautizado. El suyo, llamado Ka, lo es por la persona que la donó y que de algún modo la metió en esto: su marido, Juan Carlos, fallecido el año pasado. Ahora ella ha tomado el relevo y se ha unido a una aventura tan fantástica como ésta.