El vecino de Arrabalde Sergio Ríos Macías acaba de cumpliar cien años, el 10 de septiembre, y la Asociación cultural Castro de Las Labradas le han querido rendir un pequeño homenaje con la entrega de una placa y un diploma. También le han nombrado socio de honor en reconocimiento a su edad, por ser miembro fundador y, además, el más longevo de la asociación. Ya solo queda él de su quinta en este pueblo.

Sergio junto a una de sus debilidades, una vieja moto Derbi Cross. E. P.

Onésimo, de la asociación cultural, explica un encuentro con este vecino de Arrabalde. “Hoy Sergio cogió su andador y después de desayunar y sin prisas, se dirigió como hace a diario a su antigua casa de la calle del Pozo, en Arrabalde, donde se crió y donde tenía su taller de carpintería. Allí, cuando el tiempo lo permite, pasa las horas muertas entre el antiguo utillaje de su vieja carpintería, evocando recuerdos y vivencias de otros tiempos que aún permanecen frescos en su memoria, a pesar de los años transcurridos. Pero hoy he roto su rutina y es que habíamos quedado para hacer una sesión de fotografías, y ya pasado el medio día me estaba esperando charlando con su sobrino Jerónimo”, explica.

Sergio con la placa de su homenaje, en Arrabalde.

Sergio con la placa de su homenaje, en Arrabalde. E. P.

Sergio explica a Onésimo que “aquí trabajaba la madera, -me dice-, y cuando las vigas eran muy largas, y casi todas lo eran, sacaba un extremo al interior del corral por esa ventana, donde también las apoyaba, y así las podía trabajar”.

Pero todo lo hacía a mano y artesanalmente, añade Onésimo “pues miro y en mi entorno no veo ninguna herramienta eléctrica, tan solo un robusto banco de trabajo donde él desarrollaba sus innatas habilidades como carpintero”.

Sigue explicando su encuentro y señala que el centenario señala una vieja moto Derbi Cross que conoció tiempos mejores, y detrás de la misma otra bicicleta por la que aún siente debilidad, y reconoce que en más de una ocasión ha sentido el imperioso deseo de subirse en ella y dar una larga vuelta por el pueblo, pero ya no se atreve.

“Tan solo su vieja carpintería se aleja del caos del resto de la casa y mantiene viva su ilusión, allí se sienta y habla con sus vecinos, y deja pasar las horas con la ensoñación de los recuerdos”, explica Onésimo.

“Ya les he dicho –refiriéndose a sus hijos- que cuando me muera hagan con todo esto lo que les parezca”, añade Sergio con un deje de tristeza en la voz.