La madrileña Marta Roca es violinista casi de nacimiento y fue formada por grandes maestros del instrumento. Conoce de primera mano los sacrificios que hay que hacer para dedicar la vida a la música, pero también es plenamente consciente de todos los beneficios y recompensas que puede generar tanto tiempo invertido en viajes, conciertos y ensayos.

–¿Cuándo y cómo nació su pasión por la música?

–Desde que nací podría decirte. Mi padre también es músico y mi hermana también estudió música. Vengo de un familia de músicos, así que es algo que ya tenía resuelto de nacimiento, pero yo empecé a estudiar música formalmente a los cuatro años.

–¿Por qué el violín?

–Esto fue gracias a mi profesora de solfeo. Yo estudié piano al principio, pero también me mostraba otros instrumentos diferentes. En mi casa había un violín y me gustaba cuando iba a los conciertos y los veía en las orquestas me gustaban. También influyó alguna charla con esta profesora, que sus hijos estudiaban todos instrumentos de cuerda, viola y violonchelo, y yo me lancé al violín.

–Dicen que el violín es de los instrumentos más complejos para aprender a tocar. ¿Qué opina al respecto?

–Yo diría que sí, que es verdad. Sin menospreciar a los otros, yo diría que los instrumentos de cuerda son de los instrumentos más complejos de tocar. Algunos podrán pensar que somos muy prepotentes, pero es verdad que es difícil.

–¿Qué música disfruta más tocando?

–Te diría que cada música en s u momento y con su diferente aproximación. Yo soy una violinista de formación clásica y el 80 por ciento de mi vida la he dedicado a tocar música clásica. También he tenido la suerte de vincularme con músicos populares y hacer otro tipo de músicas como tango, improvisaciones o incluso jazz, y es algo que siempre me gustó. Entonces, si me dan la oportunidad, lo hago porque me parece muy liberador.

–Ha tocado en Europa, América del Norte y del Sur. ¿Dónde cree que está más valorada la música clásica?

–Si nos referimos a qué público es más fervoroso y nos vamos al aplauso y al vitoreo, probablemente los países de Latinoamérica sean de los más expresivos. En Europa son muchísimo más contenidos. En Estados Unidos también son bastante acogedores, pero yo creo que en el sentido de efusividad del público, los países latinos somos un poco más fogosos. Eso sí, si nos referimos a la importancia que tiene la música clásica en la sociedad, me quedo con Europa Central.

–¿Se nota mucha diferencia entre tocar en España y tocar fuera?

–No es que uno cambie su forma de tocar por hacerlo en Francia, España, Estados Unidos o Argentina. En lo particular no. Luego uno puede sentirse más sugestionado o atraído por tocar un teatro que sabes que tiene un cierto nombre. No quiero usar la palabra ‘compromiso’ porque, para mí, eso surge tocando en cualquier lugar, en eso no hago distinción. No me comprometo más o menos por tocar en una gran ciudad o en un pueblo o en una iglesia o en un auditorio.

–¿Es muy sacrificada o exigente la vida de una violinista?

–Depende de cómo se mire y depende de la vertiente por la que uno opte. Hay muchas maneras de ser violinista. Puedes ser de una orquesta sinfónica, de una orquesta de cámara, solista o dedicarte a la enseñanza. Cada una de esas vías necesita un sacrificio que puede ser muy agradable y otras veces no tanto, pero también tiene grandes recompensas.