Como ocurre con casi todo en las zonas rurales de la provincia, también en la comarca de Los Valles, las bibliotecas rurales cayeron presas del paso del tiempo, el envejecimiento, la despoblación, el abandono, el desarraigo y el cambio de mentalidad de la juventud. Ello ha provocado que poco a poco este servicio se halle en serio peligro de extinción, a pesar de ser un recurso esencia contra la soledad.

Un hombre leyendo un libro en el parque de Santa Croya de Tera | C. G. R.

La lectura es una de las actividades más enriquecedoras que puede hacer una persona. Muchos son los que deciden dedicar su tiempo de ocio a la lectura de una buena novela. Leer acerca a las personas a otros mundos, o las aleja de este cuando necesitan desconectar. Las pequeñas bibliotecas rurales han sido siempre una puerta al gran mundo de las letras. Ese pequeño lugar que para muchos también suponía un remedio contra el hastío y la soledad, pues servía como lugar de socialización para multitud de ávidos lectores que se acercaban a compartir sus historias con sus vecinos.

En las zonas rurales, donde no es tan fácil como en una ciudad ir a una biblioteca en la que encontrar todo aquello que se busca, existe un servicio que lo facilita y permite un acceso fácil a una gran variedad de libros, revistas, películas o discos de música. Los bibliobuses llevan cuarenta años rodando por las carreteras de la provincia. Tres eran los vehículos que, cada dos semanas, visitaban cada localidad. Actualmente, debido a la situación de pandemia, solo hay uno y pasa cada dos meses.

Atilana Martínez, alcaldesa de Burganes ha notado entre sus vecinos un sentimiento de nostalgia hacia este servicio. “La gente lo echa mucho de menos, sobre todo personas de mediana edad, de 45 o 50 años y también los niños”, lamenta. “En este pueblo lo hemos notado mucho, la verdad es que estaba haciendo una labor muy buena, antes venían mucho y la gente respondía muy bien”, añade.

A 13 kilómetros de distancia, en Morales de Valverde, el último bibliobús pasó el día 8 de julio y, coincidiendo con el cese de la actividad de cada mes de agosto, no volverá a la localidad hasta el próximo 8 de octubre. Emilio Melgar, alcalde de la localidad y presidente de la Asociación Cultural “Las Pozas”, también ha notado el descenso en la cadencia de las visitas de este “autobús cultural”. Aunque no fueran muchos vecinos los que utilizaban este servicio, afirma, “el servicio era más personalizado porque ya nos conocían y sabían lo que nos gusta leer”.

Desde la Biblioteca Pública de Zamora confían en poder volver este curso a retomar las visitas mensuales con todos los autobuses disponibles e incluso el bibliobús escolar, que recorría los centros escolares de la provincia y realizaba talleres de animación a la lectura. Durante el pasado curso no se permitió la realización de estas actividades y el bibliobús ni siquiera pudo echar a rodar.

“En una zona donde las necesidades son tantas, es muy difícil”, lamenta Atilana Martínez, pero considera “una buena idea” buscar una manera de subvencionar “al menos una persona, no todos los días ni muchas horas, porque tampoco hace falta, pero sí una vez a la semana para que gestione las bibliotecas municipales y facilite el préstamo y devolución de libros”.