Víctor Pérez es un joven de 25 años, natural de Sitrama de Tera y que vive por y para el campo. Formado en Gestión Forestal en Asturias, es un empedernido amante de la naturaleza y todo lo que tenga que ver con la agricultura, la ganadería o el pueblo en general. Conocedor de las actitudes de la juventud de hoy en día, lamenta que poco a poco van abandonando el pueblo y cada vez muestran menos interés por estas actividades que, al fin y al cabo son el sustento básico de todos, pues es de donde parte la materia prima para los alimentos que se consumen cada día. Para él, trabajar en el campo es algo que difícilmente pueda explicarse con palabras.

–¿Tuviste que salir a formarte fuera, verdad?

–Sí, así es. Soy Técnico Superior en Gestión Forestal y del Medio Natural, en Tineo, un pueblito de Asturias.

–¿Siempre tuviste claro que te quedarías en el pueblo?

–Sí, lo tuve claro. Desde el principio. Me gusta el pueblo y no me quiero ir.

–Hay gente que piensa que quedarse toda la vida en el pueblo es “poco ambicioso”. ¿Qué opinas al respecto?

–Opino que eso es mentira. Qué va. En el pueblo siempre hay que hacer, y te tiene que gustar. Para estar en un pueblo te tiene que gustar.

–¿Crees que es difícil garantizar el futuro para la España rural?

–¡Buf! Sí, es difícil. Yo creo que actualmente está muy complicado.

–¿Cómo crees que se podría incentivar la afluencia de jóvenes en estas zonas?

–Eso es muy complicado, Carlos. No sé qué responderte a eso. ¿Incentivar? No lo sé. Es que tiene que gustarte la agricultura y la ganadería porque es lo que hay en un pueblo. Si no te gusta eso, apaga y vámonos.

–¿Por qué crees que los jóvenes ya no se quedan aquí?

–Pues porque no les gusta. Porque ven esto como que fuera tercermundista. No tienen suficientes recursos. No tienen suficientes medios, o no tienen todo lo que querrían tener. La gente joven lo que quiere ahora es tener su cine, sus discotecas, sus grandes superficies y demás. Tener casi todo ahí cerca.

–Es decir, que no se muestran nada interesados por la agricultura o la ganadería.

–Efectivamente, no se muestran nada interesados. Es más, yo creo que ven un agricultor o un ganadero y hasta se ríen de él. Y yo creo que es algo que hay que valorar, porque es de donde viene la materia prima, como el tomate, el queso o la leche para que coman ellos. Pero a la gente joven eso le da igual. De hecho lo compruebo cuando veo los chavales que cuando vienen al pueblo solo piensan en botellones, fiesta y fiesta. Y no miran nada por el pueblo. No se fijan en la agricultura, no se fijan en la ganadería.

–¿Actualmente de qué animales te encargas?

–Yo estoy ayudando a mi padre, que es ganadero. Después también tenemos huerta donde planto mis cosas, de autoconsumo que se dice. Pero sí, también ayudo a mi padre que tiene ovejas de leche y ordeñamos, las pastoreamos y demás. Son las veinticuatro horas al día durante los 365 días al año. Es un trabajo esclavo, pero te tiene que gustar también. Ahora ya hay muchas modernidades, las ovejas están estabuladas. Todo va cambiando y se va modernizando.

–¿En tu familia es una actividad que venga de varias generaciones?

–Sí, sí. Empezó mi bisabuelo, pasó a mi abuelo y ahora estamos mi padre, mi hermano y yo. Mi abuelo ya falleció este año pero también estuvo ahí hasta que pudo.

–¿Qué es para ti lo más enriquecedor de trabajar en el campo?

–Yo amo los animales y amo el campo y para mí es muy satisfactorio. Me encanta. No sé cómo decírtelo. No se puede explicar, hay que vivirlo. Por ejemplo todo el proceso desde que plantas un tomate y te da un tomate es algo que no se puede explicar. O cuando una oveja queda preñada, hasta que pare, después la leche que da. Lo que se obtiene de esto es increíble, hay que vivirlo.