Con el paso del tiempo, muchas son las costumbres que, si no se hace nada por mantenerlas, acaban cayendo en el olvido. Es el caso de muchos juegos populares que poco a poco han ido perdiendo adeptos. Las nuevas generaciones encuentran otras formas de entretenimiento y conforme pasan los años olvidan los juegos con los que se divertían sus abuelos.

En Ayóo de Vidriales esto no ocurre. Cada domingo desde hace más de veinte años, decenas de vecinos del pueblo y alrededores se congregan en la era del pueblo a jugar a la calva durante un par de horas y mantener viva una tradición con un gran valor cultural y muy adecuado en estos tiempos, puesto que se practica al aire libre y no supone inversión económica.

Las partidas, organizadas por la Asociación Deportivo Cultural “Perafondo”, sirven a los vecinos de pueblos desde Ayóo de Vidriales hasta Colinas de Trasmonte, pasando por Camarzana o Santa Croya de Tera para socializar y divertirse jugando a uno de los deportes tradicionales por excelencia.

Antonio García es natural de Ayóo de Vidriales y se fue de su pueblo a Madrid hace más de cuarenta años, pero hace once años cuando se jubiló decidió volver, aunque solo sea durante los veranos. “Yo durante el invierno me cojo el coche y me vuelvo a Madrid, y como yo, la mayoría de los que juegan aquí”, comenta.

Celedonio Villarejo, vecino de Santa Croya de Tera llegó a ser de los mejores jugadores de calva de la provincia, y cuenta con un largo catálogo de trofeos a sus espaldas. Ha vivido en primera persona cómo poco a poco la tradición ha ido cayendo en el olvido. “Antiguamente, todos los domingos había partidos de calva en todos los sitios, sin embargo, últimamente, a la juventud parece que no le interesa y por aquí ya hay muy poco”, lamenta.

Celedonio cree que las nuevas generaciones ya no muestran interés por este tipo de deportes. “Creen que es un deporte solo de gente mayor, y no es así, la calva es un deporte de todos”, explica.

Tanto Antonio como Celedonio creen que la calva va más allá de ser un mero deporte. Cada partido del domingo es una oportunidad más para pasar una tarde divertida con vecinos del pueblo y de los alrededores, tomando algo y disfrutando del deporte que han practicado durante toda su vida.

“La calva es un deporte muy bonito, y además que puedes jugarlo hasta los noventa años”, comenta Celedonio y afirma que hay que intentar meter a la juventud en el mundo de la calva, para lo que cree que sería buena idea que “por ejemplo en el bar del pueblo se organicen campeonatos también los fines de semana, porque los jóvenes se apuntarían aunque fuera solo para pasar el rato”. “Yo tengo 76 años y, aunque ya me cuesta un poco más sigo jugando bien”, explica.

A pesar de saber que hay que intentarlo, Celedonio no es optimista respecto a la juventud y es consciente de la dificultad de mantener una tradición como esta. “Además de Ayóo, el otro día por ejemplo estuve en San Pedro y ahí muchas tardes se juntan ocho o diez personas y pasan ahí un buen rato”, explica, “pero los campeonatos que se hacían antes ya no se hacen, y es una pena”. “Ya no era el campeonato, ni mucho menos el premio que podía ser un chorizo, un jamón o lo que fuera, lo importante era pasarlo bien”, lamenta nostálgico.

Aún hay gente que juega a la calva de modo casi profesional o, al menos, federado, por lo que hay un reglamento más estricto respecto a los lanzamientos de los llamados “morrillos” o las medidas de la calva, objetivo al que hay que golpear con los “morrillos”. “Aún hay gente que juega en la Federación, pero los demás ya hemos ido caducando”, comenta entre risas Celedonio.

A pesar de todo, siempre queda la esperanza de que los abuelos transmitan estos valores a los nietos y algo de una riqueza cultural tan grande como son los juegos populares como la calva no acaben siendo cosa de un pasado olvidado y caduco, perdido en la lejanía del tiempo.