Ezequías Blanco nació en Paladinos del Valle, una localidad del municipio de La Torre del Valle, en plena comarca benaventana. El filólogo, poeta y escritor ha presentado la pasada semana su última obra titulada “Nuevas nuevas sobre Colón”, un libro el cual define el propio autor como “una caricatura del ilustre marino”. Ezequías, ya jubilado, ha trabajado como profesor de Lengua y Literatura en varios institutos de nuestro país y durante alrededor de 30 años dirigió la revista literaria “Cuadernos del matemático”. Además, ha recibido galardones como el Premio Nacional de Poesía “Ciega de Manzanares”.

–Usted nació y se crió en Paladinos del Valle, en plena comarca de Benavente y Los Valles. Aunque ahora no resida allí, ¿qué recuerdos le trae el pueblo?

–Bueno, ahora no resido allí, pero voy siempre que puedo porque cuando mi pueblo y la comarca de Benavente y Los Valles aparecen ante mi vista, los ojos se me inundan de mariposas. Y cada vez más ya que “lo que el niño aprende, el viejo no lo olvida”. Recuerdo los trabajos del campo y relacionados con él como era arar, cavar, la siega, el horno con su olor a pan, la era, el riego, las vendimias, etc. También recuerdo mucho los juegos infantiles como la estornia, el din, la comba, etc. Lo recuerdo todo porque hay muchos dichos sobre ese hecho, que yo vivo como una verdad incuestionable. Por ejemplo, “la infancia es el reino o la patria del hombre” o “la infancia es el jardín donde jugamos de mayores”. Así lo quise reflejar en mi libro de poemas “Los caprichos de Ceres” y en la obra “Memorias del abuelo de un punk”.

–Y es que ha publicado numerosos libros de poemas. ¿De dónde procede esta pasión por la poesía?

–Numerosos, numerosos... He publicado nueve libros de poemas y una antología de toda mi obra hasta 2012. Esa cantidad en más de 40 años no es muy numerosa, aunque haya habido otras personas que hayan publicado menos, eso sí que es cierto. Y la pasión pues me viene de lo heredado y de lo aprendido. Me explico: llamo lo heredado a lo que viene de la familia y allegados. Mi abuelo materno, por ejemplo, se sabía muchas canciones de memoria y se pasaba el día cantándolas al igual que lo hacía mi madre. Además mi madre se sabía de memoria párrafos enteros de las Comedias que se representaban en los pueblos de esos Valles, se sabía poesías de Gabriel y Galán, fábulas de Samaniego e Iriarte e incluso alguna décima de Calderón de la Barca. Si iba a trabajar al campo y se encontraba una hoja volandera por la calle, no resistía la tentación de pararse a leerla. Mi abuela materna, la cual vivía con nosotros, también nos leía un par de libros de leyendas e historias de personajes que eran los únicos que había en casa. Y, por otro lado, llamo lo aprendido a lo que viene de los estudios, desde la escuela hasta el bachillerato y la universidad, más todos los conocimientos que he ido adquiriendo después como profesor de Lengua y Literatura en varios institutos de la geografía española y en el contacto con otras gentes de manías similares a las propias.

–Además de libros de poemas, otros de relatos y dos novelas. La última, “Nuevas nuevas sobre Colón”. ¿Qué nos puede contar acerca de esta obra?

–Así es. El libro que citas acaba de salir y se subtitula “novela histriónica” por lo que es muy difícil hablar de su argumento o hacer una sinopsis de este. Es un ejercicio literario sin más. La historia importa poco. Se trata de una caricatura del ilustre marino, de quienes lo rodean en esa aventura, de sus andanzas (totalmente ficticias o trastocadas) en clave de humor absurdo y surrealista que está haciendo las delicias de quienes lo leen. Hay quien lo compara con un guión de los “Monty Pithon” y también hay quien prefiere hacerlo con la película de José Luis Cuerda “Amanece que no es poco”. La verdad que me encuentro muy orgulloso y contento por el resultado de la obra.

–En toda esa larga trayectoria literaria, ¿qué es lo que más le ha costado escribir?

–Todo es costoso. Escribir es un trabajo y como en todo trabajo se disfruta del mismo modo que también se sufre. Hay momentos de más facilidad y otros de más dificultad. No importa el género. Esto a mí me sucede tanto en poesía, como en novela, en relato o en ensayo, aunque con la novela y el ensayo hay que ser más disciplinados.

–También empezó a elaborar un “Diccionario lígrimo y sentimental del Valle de Santa María y otros Valles de Benavente”. ¿Cómo surgió esa idea y qué tal va?

–Estoy todavía en ello. Esa obra va a ser “la obra de El Escorial” porque llevo más de diez años con ella y ahí sigue… claro que a tiempo parcial. La cosa empezó en la Universidad de Salamanca en la que realicé un trabajo de nombres de plantas, animales y nombres de términos de la zona para la asignatura de Toponimia. Me acuerdo perfectamente. Muchos años después, mi amigo Xupe Ramírez de La Torre del Valle en una revista folk que editaba para las fiestas de verano de su pueblo comenzó a recoger palabras con la idea de hacer un diccionario lígrimo o autóctono. Pero sucede que muchas de las palabras que la gente cree que son solo de su zona o de su pueblo son también de muchos otros y el mapa se va ampliando porque el viejo reino de León tenía los brazos muy largos. Pero, además de intentar recoger esas palabras autóctonas, yo lo que quería era conectar con los sentimientos y concitar las emociones más tempranas ya que, bajo mi punto de vista, todo sentimiento y emoción, y hasta todo razonamiento, están ligados inevitablemente a las palabras e imbricados con ellas.

–Por último, si solo pudiera darle un consejo a alguien que comienza en este mundo de la escritura, ¿cuál sería?

–Pues le daría uno que me dio a mí un afamado poeta español después de leer mi primer libro: “ten en cuenta que en esto los demás estorban incluso cuando aplauden”. Ese consejo me quedó marcado.