Cuando el 14 de marzo de 2020 el presidente del Gobierno Pedro Sánchez salía por televisión para decretar el estado de alarma con el objetivo de hacer frente a la expansión del coronavirus, nadie se imaginaba que pudiésemos estar ahora, a últimos de febrero del 2021, todavía condicionados por la pandemia del COVID-19. Una pandemia que ha dejado cerca de 290.000 casos y 7.000 muertos en el mundo durante el día de ayer, tras superar la barrera de los 111 millones de contagios, según los datos recogidos por la Universidad John Hopkins. Sin duda, unos datos estremecedores de una enfermedad que ha azotado y sigue azotando a toda la sociedad.

“Esto es algo inédito. Yo, siendo sincero, pensaba que iban a ser unos 15 días en casa y luego ya a seguir igual que siempre, pero no… estaba claro que me equivocaba, y como yo seguro que otros tantos”, declara un joven de la localidad zamorana de Melgar de Tera, dentro de la comarca de Benavente y Los Valles. “Al final es siempre la misma rutina y en lo mental vamos a acabar totalmente destrozados. El cansancio mental ya afecta y hay veces que no te permite ni desconectar”, añade el joven.

La vida con COVID

Y es que la vida tras la pandemia del COVID nos ha cambiado por completo. Ahora, vivimos en una monotonía constante. Calles vacías (más aún, en el caso de los pueblos zamoranos), rincones de reuniones desiertos, parques sin niños, polideportivos sin gente, bares cerrados, bancos solitarios… Esta, sin duda, es la vida tras el COVID.

“Lo primero de todo es la salud, eso está claro, pero yo echo mucho de menos a mis nietos, mis sobrinos y a toda mi familia. Aun así, la única forma de que acabe todo esto depende de nosotros y hay que quedarse en casa. Cada vez estamos más cerca”, declara una vecina de la localidad de Santa Croya de Tera, un pueblo de unos 300 habitantes que, si es cierto que en verano cobró mucha vida gracias, casualmente, a la pandemia y al alejamiento de muchos ciudadanos de las grandes urbes, ahora, parece más un pueblo abanadonado de una de esas películas del oeste. “Si en el pueblo ya había poco ambiente antes, con el virus ahora mucho menos”, manifiesta la vecina del municipio zamorano, la cual, según declara, solo sale para “ir a comprar lo necesario”. “Esto a mí personalmente me tiene destrozada porque no puedes juntarte con nadie ni ver a tus seres queridos… pero bueno, tiene que ser así”, afirma.

Cansancio por todo lo que está durando e incertidumbre por saber lo que vendrá. Sin duda, el coronavirus ha marcado nuestras vidas por completo y nos encontramos envueltos en una misma rutina, constante y duradera.

“Los pueblos de la comarca de Benavente y Los Valles, al igual que los del resto de la provincia, cada vez están más vacíos fruto de la despoblación, pero ahora, con esta situación, los meses o los días en los que tendrían que estar llenos de vida y alegría, también nos encontramos en la soledad y con las calles completamente desiertas”, declara Manuel García, un joven benaventano, el cual se muestra “muy preocupado” por lo que puede llegar a pasar en un futuro y la repercusión que puede llegar a tener todo esto. “La principal duda que tenemos todos yo creo que es el “¿y si nunca acaba?”, pero esto lo tenemos que superar”, declara.

Y es que la vida tras el coronavirus se podría decir que es totalmente otra. Una nueva y muy diferente que, como afirma el propio joven, “esperemos que cambie y podamos así celebrar y festejar todo lo que nos estamos perdiendo en este tiempo”.

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